La interlocución entre Estados Unidos (EE. UU.) y la Federación Rusa ha caído a un nivel muy bajo durante los últimos meses.
Esta afirmación podría calificarse como el eufemismo del año.
El embajador de Rusia en EE. UU., Anatoly Antonov, comparó, el pasado 23 de diciembre de 2022, el estado de las relaciones ruso-estadounidenses con una “era glacial” y afirmó que el riesgo de un enfrentamiento entre ambos países era “alto“.
No obstante, el contacto entre las dos potencias se mantiene, aunque con dificultades.
Por un lado, continúa paralizado el proceso de la puesta en marcha del llamado Diálogo sobre Estabilidad Estratégica, surgido tras la cumbre entre Biden y el presidente Putin, que se celebró en Ginebra, en junio de 2021.
En dicha reunión, Biden y Putin reiteraron el principio de que una guerra nuclear “no se puede ganar y nunca se debe luchar” y ambos se marcaron el objetivo de limitar y, con el tiempo, idealmente, de reducir su amenaza.
En estos momentos, es difícil predecir cuándo podrían reanudarse las conversaciones sobre dicho Diálogo Estratégico.
Por otro lado, Rusia y EE. UU. acordaron intercambiarse ciudadanos de ambos países que se encontraban presos en sus cárceles respectivas.
Así, en dos canjes diferentes, que tuvieron lugar, sucesivamente, en abril y en diciembre de 2022, dos estadounidenses, el soldado Trevor Reed, acusado de atacar a la policía rusa, y la jugadora de baloncesto Brittney Griner, inculpada por posesión de drogas, fueron liberados por Rusia a cambio de la entrega, por parte de EE. UU. a ésta, de Konstantin Yaroshenko, imputado por tráfico de drogas, y de Viktor Bout, acusado de tráfico de armas.
Estas conversaciones sobre el intercambio de prisioneros habían sido “eficaces“, en palabras de algunos de los que habían participado en ellas, y fueron casos de éxito raros de la diplomacia entre EE. UU. y Rusia durante 2022.
Sin embargo, los lazos entre Estados Unidos y Rusia se han debilitado, hasta un punto desconocido en décadas, debido a las consecuencias del conflicto militar provocado por EE. UU. en Ucrania y la imposición de sanciones occidentales a la Federación Rusa.
La situación es complicada y de enfrentamiento creciente.
EE. UU., en estos momentos, mantiene el objetivo de derrotar estratégicamente a Rusia.
La doctrina estadounidense parte de su visión de Rusia como un enemigo o como un adversario estratégico y no, como un mero rival o competidor táctico.
De esta forma, EE. UU. está haciendo frente a la que define como “amenaza rusa” mediante el despliegue de una variedad de recursos a su disposición como son:
- los medios ciber,
- las campañas psicológicas de influencia, de información, de propaganda o de manipulación y
- la guerra abierta, con el apoyo de sus socios de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), especialmente, el Reino Unido, y de la Unión Europea (UE).
Asimismo, EE. UU. está utilizando contra Rusia un apoderado interpuesto, Ucrania, a quien financia, suministra armas, entrena a sus soldados y provee de Inteligencia táctica para hacer frente a las Fuerzas Armadas rusas.
Con ello, Biden evita, entre otros inconvenientes, que le den la lata con la obligación fastidiosa de tener que ir al aeropuerto de la base aérea de Dover, en Delaware, a recibir a soldados estadounidenses fallecidos en combate, en féretros recubiertos por la bandera de su país.
Por su parte, desde Rusia, la evaluación del momento presente es pesimista, a pesar del resultado de las elecciones de mitad de mandato en EE. UU. y por mucho que parezca que, por momentos, EE. UU. esté enviando mensajes, especialmente, tras la visita de Zelensky a EE. UU., de que esté dispuesto a negociar con Rusia una solución al conflicto en Ucrania.
Este pesimismo tiene su fundamento en las decisiones occidentales que se tomaron durante 2022 como fueron:
- la campaña de rusofobia cruda y descarnada de los medios de comunicación occidentales,
- el cuestionamiento de la existencia propia de Rusia como nación,
- la imposición de la novena ola de sanciones económicas contra la Federación Rusa,
- la expropiación de los activos rusos que se encuentran bajo la salvaguardia y la custodia de bancos estadounidenses,
- el intento fallido de Occidente de provocar la suspensión de pagos de Rusia o
- el establecimiento de precios máximos para el petróleo y para el gas en los mercados internacionales.
Los ciudadanos y las empresas de Europa y de EE. UU. están sacrificándose ante el efecto retroceso que los propósitos geopolíticos de Biden y de su equipo están causando sobre su bienestar y sobre sus intereses económicos.
Debe subrayarse, por ejemplo, en el caso de las corporaciones estadounidenses, que éstas tenían en Rusia, antes del 24 de febrero de 2022, directa o indirectamente, activos por valor de 8 millardos de dólares, o, por citar otro fenómeno en desarrollo, que el proceso de desindustrialización que sufre Alemania y, por extensión, todo el continente europeo se está acelerando.
Este suicido colectivo de Occidente repugna al sentido común.
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