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Paz de Trump, fracaso de Europa

Paz de Trump, fracaso de Europa
Starmer (i), Trump (d), Casa Blanca, Washington, D.C., 27 de febrero de 2025.
Jorge Cachinero el

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

El Economista, 14 de abril de 2025, p. 29.

El paradigma de las relaciones transatlánticas de los ochenta años últimos está cambiando.

La política exterior de Estados Unidos (EE. UU.) desde el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) ha estado dirigida por la decisión ideológica de impedir la integración de la Federación de Rusia al sistema de seguridad colectiva global.

La carta de Boris Yeltsin, presidente de Rusia, dirigida a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1991 solicitando su incorporación a la misma no fue contestada y se guarda en la caja de seguridad de sus cuarteles generales en las afueras de Bruselas.

La Alianza Atlántica comenzó una carrera irresponsable de expansión hacia el este de Europa al terminar la Guerra Fría, a pesar de las advertencias de los expertos y, más grave aún, de las promesas de dirigentes occidentales de que algo así no sucedería nunca.

Por último, la OTAN encontró una misión nueva con las intervenciones “fuera de área para no quedarse “fuera de negocio” al disolverse el Pacto de Varsovia, lo que aceleró su degeneración tras bombardear Yugoslavia y Libia e involucrarse en Afganistán.

Bombardeo de la OTAN sobre Belgrado, Yugoslavia, primavera de 1999.

La ideología y la supuesta superioridad moral se impusieron a la realidad y la protección de los intereses nacionales en la formulación de la política exterior de EE. UU. de los treinta años pasados.

El presidente Donald J. Trump (DJT) está acabando con esta anomalía y reenfoca la política exterior estadounidense para que responda a los intereses nacionales de su país, esté enraizada sobre la realidad en el terreno y no se sustente en ideología exclusivamente.

Lo que EE. UU. hizo durante tres décadas en Europa Central y del Este y frente a Rusia ha sido contrario a sus intereses.

El objetivo prioritario de la nueva política exterior de EE. UU. que DJT está ejecutando pivota sobre la construcción de una relación de entendimiento y de trabajo saludable con Rusia, que permita alcanzar acuerdos amplios e integrales con esta gran potencia.

Dicha relación bilateral ha de ser estratégica y, por lo tanto, debe tener en cuenta los intereses nacionales de ambas naciones.

La conclusión de lo anterior es que la OTAN debe resolver el error de su cumbre Bucarest 2008, que abrió la puerta al ingreso de Ucrania en la organización, aunque sin condiciones, ni plazos, y Europa debe aceptar que no es parte de lo que EE. UU. y Rusia negocien y acuerden.

Cumbre OTAN 2008, Bucarest, Rumanía, 3 de abril de 2008.

Este el sentido del ejercicio que DJT lanzó al recuperar la interlocución entre Washington y Moscú.

El equipo de DJT refleja en sus conversaciones con el del presidente Vladimir Putin que es consciente de la realidad sobre el terreno para hacer el cálculo sobre cómo debe terminar la guerra en Ucrania y recuperarse el diálogo entre ambos países.

Rusia ganó la guerra en Ucrania y ésta la perdió, Zelensky “no tiene cartas” y DJT no permitirá que Kiev sea el centro de gravedad de las relaciones entre EE. UU. y Rusia, como sucedía con la banda estadounidense de los cuatro (Biden, Blinken, Sullivan y Nuland).

La lista de asuntos sobre los que los equipos de DJT y de Putin están conversando es larga e incluye el Océano Ártico, el Oriente Próximo -Irán y Siria, sobre todo-, la distribución de energía, el levantamiento de sanciones a Rusia o el comercio mundial de cereales.

Witkoff (i), Rubio (ci), Waltz (di), Ushakov (cd), Lavrov (d), Palacio Diriyah, Riad, Arabia Saudí, 18 de fenrero de 2025.

De hecho, Ucrania significa bien poco para la política exterior de EE. UU.

La palabra que define este esfuerzo es diplomacia y DJT no aceptará vetos a esta relación con Rusia ni de Ucrania, ni de Europa.

Al tratar de adivinar por qué Zelensky creyó que era una buena idea seguir la incitación de la banda estadounidense de los cuatro para enfrentarse a la potencia nuclear más grande del mundo, sólo surgen razones económicas siniestras, que se acabarán conociendo.

La respuesta de Europa es alarmante por lo desconectada que está de la realidad y por lo imposible que es alcanzar sus objetivos.

La política exterior la marcan las intenciones y las capacidades y, en el caso de Ucrania, Europa carece de éstas últimas de forma estrepitosa, por no mencionar la debilidad de las primeras.

La coalición de los indispuestos dentro de Europa no sólo no apoya la iniciativa de paz de DJT, sino que busca sabotearla.

Coalition of the Willing, primera fila, Macron (ci), Starmer (c), Zelensky (cd), Lancaster House, Londres, Reino Unido, 2 de marzo de 2025.

Se llama a incrementar los presupuestos sin aclarar cuál es la estrategia y los objetivos que se persiguen.

Los dirigentes de Europa han pasado de seguir a ciegas a Biden a no querer ni tan siquiera reevaluar sus políticas después de la victoria electoral de DJT.

¿Cree alguien en Europa que se puede reemplazar a EE. UU. en el apoyo a Ucrania “durante todo el tiempo que sea necesario”, como le hacían leer en público a Biden?

La resistencia de los dirigentes europeos a la política exterior de DJT es mayor aún que la que está mostrando el Estado profundo estadounidense.

Este comportamiento podría explicarse porque la coalición de los indispuestos fuera un modelo de negocio, una suerte de COVID25, que, al sembrar el miedo entre la población, generaría ingresos espectaculares para sus proponentes, como sucedió con el virus anterior.

 

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