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Rusia y Turquía, fragilidad y flexibilidad (1/2)

Rusia y Turquía, fragilidad y flexibilidad (1/2)
Jorge Cachinero el

Rusia y Turquía han estado construyendo un modelo nuevo de relaciones bilaterales durante los últimos veinte años, desde el final de la Guerra Fría, a pesar de todas las complicaciones que estas dos naciones han experimentado a lo largo de su historia.

En el actual entorno de crisis internacional que el mundo sufre -agravado, desde el 24 de febrero de 2022, por el enfrentamiento bélico entre Estados Unidos (EE. UU.), con el apoyo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de la Unión Europea (UE), a través de su apoderado en Europa del Este, Ucrania, y la Federación Rusa-, Turquía y Rusia están dando muestras de realismo en su análisis del momento presente y ambas han puesto sus políticas exteriores respectivas al servicio, en primer lugar y por encima de cualquier otra consideración, de la protección y del avance los intereses nacionales de cada una de ellas.

Los gobiernos de los países de la UE y de la OTAN parecen haber olvidado que éstas deberían ser, también, sus prioridades.

La madurez con la que Rusia y Turquía gestionan sus relaciones bilaterales permiten a sus gobernantes discutir entre ellos hasta los asuntos más críticos y delicados para ambas, sin generar, por ello, expectativas exageradas o infantiles sobre el curso de esta relación, como prueba el estado excelente de la interlocución personal entre sus líderes correspondientes, Vladimir Putin y Recep Erdogan.

Putin (i), Erdogan (d).

Desde el comienzo del siglo XXI, los nexos ruso-turcos han pasado por tres etapas.

1.- Después de la llegada, casi coincidente, de Putin y de Erdogan al poder -en 2000, el primero, y en 2003, el segundo-, el foco inicial de la ligazón fue la cooperación económica -inversiones rusas en Turquía para la construcción de centrales nucleares y de gaseoductos y exportaciones turcas de fruta hacia Rusia-, mientras que la geopolítica fue dejada a un lado.

Durante ese período, las relaciones bilaterales entre los dos países sufrieron una crisis aguda en noviembre de 2015, que estuvo a punto de provocar el conflicto bélico entre los dos, cuando un caza F-16 turco derribó un avión de ataque Sukhoi SU-24M ruso cerca de la frontera entre Siria y Turquía porque, según ésta, el avión ruso se encontraba dentro de su espacio aéreo, al haber violado su frontera en una profundidad de 2,19 kilómetros, durante unos 17 segundos, mientras que el ministerio de Defensa de Rusia negó que la aeronave hubiera salido del espacio aéreo sirio.

SU-24 ruso derribado por F-16 turco, Siria, 24 de noviembre, 2015.

Rusia impuso sanciones económicas a Turquía y esa crisis tan importante se saldó con un coste económico oneroso para las dos partes, que, en el caso de Turquía, alcanzó los 50 millardos de dólares.

Sin embargo, ambos gobiernos fueron capaces de mostrar suficiente sobriedad como para resolver ese conflicto en menos de siete meses.

2.- Tanto fue así que, poco después, los dos países supieron dar un salto de calidad a sus vínculos existentes para, mientras se mantenían, o, incluso, se profundizaban sus lazos económicos -especialmente, en el sector de la energía, con la construcción del TurkStream, es decir, los 930 km. de gaseoducto que conectan, desde 2020, las mayores reservas de gas de Rusia con la red de transporte de gas de Turquía-, desarrollar una colaboración política regional creciente.

TurkStream.

Siria fue el caso que probó, desde finales de 2016, a Rusia y a Turquía que la colaboración geopolítica podía ser, también, beneficiosa para las dos partes.

Ese entendimiento de cómo mejor afrontar conjuntamente los problemas políticos regionales, a través del reconocimiento mutuo de los intereses políticos de cada uno, tuvo un efecto positivo posteriormente en Azerbaiyán, en Libia, al menos, durante un tiempo, o en el Mar Negro.

En esta fase, la crisis que puso a prueba los vínculos entre Rusia y Turquía fue el asesinato, en diciembre de 2016, del embajador ruso, Andrey Karlov, ante el gobierno de Ankara por parte de un policía turco, fuera de servicio, mientras el diplomático pronunciaba unas palabras en una exposición fotográfica que se celebraba en la capital turca.

Asesinato del embajador Karlov, Ankara, 20 de diciembre de 2016.

De nuevo, Putin y Erdogan supieron superar este escollo con éxito.

A partir de 2017, los dos países no han hecho más que profundizar los vínculos existentes entre ellos gracias, entre otras razones, al sentimiento compartido de desencanto con respecto a Occidente y al hecho de que, después de la reforma constitucional en Turquía de aquel año, el presidente Erdogan fuera facultado con mucha más capacidad de maniobra y de protagonismo en la fijación y en el liderazgo de la política exterior de su país.

De hecho, este período de estrechamiento de la ligazón entre Rusia y Turquía se ha producido, sobre todo, gracias a la relación personal entre sus presidentes, sin que exista un marco institucional que le de respaldo.

3.- A esta carencia es a la que le quieren dar solución tanto Rusia como Turquía y, para ello, ya se están observando los primeros signos de esa renovada voluntad de Putin y de Erdogan por cubrir esa laguna en las relaciones entre sus países respectivos mediante la creación de una arquitectura de instituciones que le dé aún más solidez.

Erdogan (silla i), Putin (sofá c), Samarcanda, Uzbekistán, cena durante la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shangái (SCO), 16 de septiembre de 2022.

Así es como habría que interpretar la voluntad expresada por Erdogan de adherirse a la Organización de Cooperación de ShangháiShanghai Cooperation Organization (SCO), en inglés-, tras su Cumbre de jefes de Estado, en Samarcanda, Uzbekistán, de septiembre de 2022, a la que Erdogan fue invitado, o el espacio de protagonismo que Putin está permitiendo a Erdogan que asuma en la creación de los corredores para la salida del grano ruso a los mercados internacionales, en la propia mediación del conflicto entre Rusia y Ucrania o en el Mar Negro.

 

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