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Blogs Un poco de silencio, por favor... por Israel Viana

Ian Williams (Battles): «Vivir en Malawi coloreó mi visión de la música»

Ian Williams (Battles): «Vivir en Malawi coloreó mi visión de la música»
Ian Williams, durante un concierto de Battles este año / FLICKR
Israel Viana el

Los primeros recuerdos musicales de Ian Williams (Pensilvania, 1970) tienen que ver con los Beatles. Hasta ahí, ninguna novedad. Un punto de partida común a millones de personas en todo el mundo que, sin embargo, a él le llevó a formar algunas de las bandas más extrañas, innovadoras e interesantes del rock de los últimos 25 años. «Mis padres me ponían sus discos desde que tenía dos o tres años. También los de Barry Manilow, una especie de ‘crooner’ de mediados de los 70 que no era especialmente ‘cool’», recuerda el guitarrista en una complicada llamada que se entrecorta tanto como su música.

Aún tendría que atravesar toda su infancia y preadolescencia para entrar en Don Caballero y formar después Battles, con los que este sábado aterriza en Madrid. Hasta ese momento, Williams llevó una vida errante que le llevó, a causa del trabajo de su padre, a vivir en Malawi durante un largo periodo de tiempo. Allí recibió sus primeros impulsos musicales, alternando desde muy joven los discos de rock con los ritmos y melodías tradicionales del país africano. «Estoy seguro de que aquella experiencia coloreó mi visión de la música», asegura. A su regreso a Pittsburgh, sus padres le apuntaron a clases de música, pero no le interesaron demasiado: «Realmente no quería ir y no pusieron pegas por que las dejara con 12 o 13 años. Pero inmediatamente después empecé a componer por mi cuenta con amigos, primero con el teclado», recuerda.

De los discos de Black Sabbath, Kiss y AC/DC, con 14 años, pasó al punk rock. A los 16 cogió el bajo y empezó a aprenderse canciones de los Descendents y Black Flag. La curiosidad iba en aumento y cambió a la guitarra. Del «¡oh, puedo tocar esto, qué bien!», pronto pasó al «¿Podré hacer esto? ¿Y esto otro?». La cosa se fue complicando al mismo tiempo descubría nuevas bandas que, a finales de los 80 y principios de los 90, ya tenían «un lenguaje diferente». «Ese tipo de música que te hace ser más aventurero y en el que me concentré desde entonces». A los 18 formó Sludgehammer, su primera banda, en la que tocaba la batería y cantaba, sorprendido por el hecho de que pudiera acabar una canción entera. Después vino Rocco Raco, con los que dio solo unos pocos conciertos, algunos con los recién formados, aún sin él, Don Caballero, «que eran más serios y mejores». Así que cuando le dijeron en 1992 que si quería ser el cuarto miembro y segundo guitarrista de ese grupo, aceptó y su vida cambió para siempre.

Wiliams, junto a Mike Bandfield (guitarra), Pat Morris (bajo) y Damon Che (batería), siguieron sus propias reglas y establecieron un nuevo lenguaje dentro del punk y el rock de principios de los 90, siguiendo la senda abierta por bandas como Blind Idiot God y Breadwinner. Y hasta su separación ocho años y cuatro discos después, Don Caballero se convirtió en una de las propuestas instrumentales más respetadas e interesantes de la época, dando con la clave de eso que llamarán «math rock» y que ellos, siempre recelosos con la etiqueta, traducían en ritmos enrevesados, cambios inesperados, incursiones en el free jazz y punzantes descargas eléctricas con las que se ganaron una buena legión de fans por medio mundo. Ahí estaba Ian Williams, introduciendo diferentes pedales de Loop, repitiendo patrones grabados hasta llevar la música a un siguiente nivel, a un plano diferente, y convirtiendo ese sonido en seña de identidad de toda su carrera hasta los actuales Battles.

«Empecé a usar el pedal de loop en Don caballero, cuando Mike Bandfield dejó el grupo y pensé que, quizá, podría hacer más de una línea de guitarra. Cuando realizas esas repeticiones mecánicas, la sensación con respecto a la música se transforma, la despersonaliza un poco y crea cambios de ritmo interesantes. En Battles sigo utilizando los loops para intentar encontrar sonidos nuevos que nos resulten excitantes», explica el guitarrista sobre la banda a la que él mismo dio vida en 2002 y que este sábado actúan en el Teatro Barceló de Madrid (20.30 horas).

¿Y sabes cuándo parar de añadir capas y capas cuando compones antes de que el oyente se vuelva loco? ¿Cuándo dar por acabada una canción? «No lo sé, esa siempre es una cuestión difícil. Puedes poner un loop y otro hasta el infinito. Y este puede mejorar la canción o estropearla por completo. En el último disco, lo creas o no, intentamos que los temas no estuvieran muy llenos. Solo dejamos que las cosas fluyan. En este sentido siempre hago una broma. Si alguien de nosotros muere encima del escenario y el loop sigue sonando, nos diremos: ‘No lo apagues, es la última expresión de su vida’», bromea.

Con ese espíritu comenzó Battles como cuarteto, trabajando con el ruido y la experimentación como era habitual en Williams, que no se quitó la etiqueta de gurú del «math-rock» de encima y continuó intentando llevar más allá el difícil arte de manipular loops infinitos junto a John Stanier, Dave Konopka y Tyondai Braxton, hijo de una de las leyendas vivas del free jazz y la improvisación, Anthony Braxton. «Nunca me gustó esa etiqueta, aunque siempre dijeran que éramos math-rock. Pero bueno, esa fue la sentencia de la gente y desistimos, ya nos da igual. Me he dado cuenta de que cuando dicen que somos math-rock, probablemente quieran decir algo que es conceptualmente complicado, aunque no creo que la gente sepa realmente lo que quiere decir con usa esa etiqueta», se defiende.

Después de publicar varios epés, grabaron «Mirrored» (Warp Records, 2007), un debut largo que les puso en el punto de mira de publicaciones como «Time», «NME», «The Guardian» o «Pitchfork», donde colocaron el disco en los primeros puestos de lo mejor del año. La prensa comenzó a preguntarse quién eran aquellos chicos y de dónde venían, mientras algunas de sus canciones eran utilizados para juegos de la PlayStation 3 o aparecían en series de televisión como «Skins», «Top Gear» y «Torchwood». Esto les dio algunos ingresos extra para poder seguir haciendo música con total libertad.

Cuando Braxton dejó la banda antes de terminar su segundo álbum, «Gloss Drop» (Warp Records, 2011), el trío reclutó a varios vocalistas invitados para terminar de grabarlo y seguir jugando con nuevas vías de expresión. Entre ellos estaban Gary Numan, Kazu Makino (Blonde Redhead), Yamatsuka Eye (Boredorms) y Matías Aguayo. Todos aquellos cambios en el estilo entre disco y disco, que volvieron a llevar a cabo con «La Di Da Di» (Warp Records, 2015) volviendo al formato trío y la música instrumental, hacen que ahora resulte imposible etiquetar qué tipo de banda es. «¡Eso es verdad y está bien! (ríe). Siento que los sonidos que hacemos ahora mismo se basan en un lenguaje propio que hemos ido desarrollando a lo largo de estos 14 años».

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