Al entrar en la adolescencia, a principios de los 80, Geoff Farina descubrió a Minutemen al mismo tiempo que a Blind Blake, un músico de blues de cuya vida se sabe muy poco. Ni siquiera se conoce con seguridad su lugar y año de nacimiento. Se dice que fue en Jacksonville alrededor de 1893, pero ambos datos han sido muy discutidos. Nada se sabe tampoco de su muerte, aunque puede ser que bebiera mucho, e incluso se duda de su propio nombre. Tan solo se dan por ciertas las algo más de cien canciones que el guitarrista negro de Florida grabó antes de desaparecer en 1933, muy influyentes en la época. Son infinitas las horas que Farina pasó, incluso antes de formar Karate en 1993, aprendiendo a tocar estos y otros temas de los primeros guitarristas de jazz y blues. Nombres como Lonnie Johnson, Django Reinhard, Frank Hutchison o Robert Wilkins. A mediados de los 80 comenzó a formar sus primeras bandas de punk y a moverse por la escena hardcore de Pensilvania, donde la habilidad sobre el instrumento era menos importante que las ganas de hacer cosas, pero él, sin embargo, disfrutaba dando clases de guitarra «con dos profesores muy buenos». Debía ser un rara avis dentro del circuito en el que se movía, comprando discos de Beefeater, una de las bandas pioneras del post-hardcore de Dischord, al tiempo que otros de Norman Blake o «Mississipi» John Hurt, dos de sus ídolos.
Una desubicación parecida vivió con Karate, el grupo con el que grabó siete discos (uno en directo) y varios epes para Southern Records, sumando elogios y pequeñas legiones de seguidores en medio mundo, pero que pasó desapercibido incluso para el público de la (generalmente mal llamada) «música independiente». Demasiado ruidoso para el jazz, demasiado jazzero para el emocore, el post-rock, el post-hardcore o cualquiera de estas dichosas etiquetas que le solían atribuir. Pero él siguió a su aire, abriendo otros caminos con proyectos de todo tipo, tales como The Secret Stars, Glorytellers, Ardecore, Bando, Exit Verse, grabando con Chris Brokaw (ex-Come) o en solitario.
Mañana comienza su gira por España, con una primera cita en la sala Costello de Madrid, que le llevará los días siguientes a Úbeda, Alicante, Deusto, Durango, San Sebastián, Sant Feliu de Guíxols y Barcelona. Los tres primeros conciertos estará acompañado por Isasa, que el año pasado sacó su primer disco en solitario, «Las cosas», compartiendo referentes con Geoff Farina. Un reencuentro el de ambos músicos muchos años después de que compartieran escenario con sus anteriores bandas, Karate y A Room With A View, en un concierto que nos dejó a varias decenas en la calle porque la sala Siroco reventó de gente.
Responde a la llamada desde Chicago, a donde se mudó después de veinte años viviendo en Boston:
—¿De joven entonces no aprendiste a tocar la guitarra por tu cuenta?
—No. Al comienzo de mi adolescencia estudié con dos profesores muy buenos. Luego fui a una escuela de música en Brooklyn y, a lo largo de los años, he seguido aprendiendo con diferentes maestros. Hace unos seis o siete meses me dio clase un guitarrista muy bueno de rock clásico de Nueva York. Me gusta mucho coger ideas de otros, pero también practico mucho por mi cuenta, unas cuatro horas al día. Eso es algo que he hecho siempre. Pero es genial recibir clases si encuentras a alguien capaz de abrirte puertas a otros sonidos.
—No era lo habitual en la escena punk o hardcore en la que te movías…
—Creo que no (ríe), pero siempre he estado muy interesado en bandas que estaban conectadas con el punk, pero que quizá también tenían alguna influencia del jazz o la música africana. Cuando era joven, por ejemplo, escuchaba a grupos como Minutemen o Beefeater, que eran punk, pero que tenían influencias de otros tipos de música.
—¿Y qué guitarristas te influenciaron a ti entonces?
—Muchos grandes guitarristas que todo el mundo conoce, como Jimmy Hendrix o el guitarrista de jazz Jim Hall. También «Mississippi» John Hurt, una especie de bluesman que tocaba un tipo de «fingerpicking» muy delicado. O Frank Zappa y Jimmy Page, rockeros que realmente me encantaban. Realmente había muchos y muy diferentes.
—¿Así que escuchabas más jazz o blues que hardcore o punk?
—Realmente oía a ambos en aquella época, pero en los últimos 12 años he escuchado mucha música americana anterior a la Segunda Guerra Mundial o guitarristas de la década de los años 20 y principios de los 30 que realmente me encantan, como Blind Blake o Robert Johnston. Los he estudiado mucho. Toco todo el tiempo.
—Además eres profesor de universidad. ¿Puedes contarme cuales son las asignaturas que enseñas?
—Cuando vivía en la costa Este enseñaba en el Colby College, en la Universidad de Maine y en la Universidad de Massachusetts. Hoy en día imparto clases en la Universidad DePaul de Chicago, en concreto de un par de asignaturas de historia de la música, «What Were The Blues? 1920-1960» y «That High Lonesome Sound: Bluegrass 1936-1972», además del curso «Introduction to Songwriting», que es más sobre análisis y estudio de grandes escritores que de composición. Es de literatura.
—¿Son clases teóricas o en ocasiones coges la guitarra para explicar algo?
—Depende de la asignatura, son todas diferentes. En las clases de historia de la música, por ejemplo, hacemos diferentes lecturas y, en ocasiones, yo mismo o algún músico que traigo de Chicago tocamos para mostrar a los alumnos diferentes estilos de guitarra o de otros instrumentos. Hace no mucho, en historia del blues toqué con gran guitarrista que conoce muchos de los estilos de los que hablamos, para que se los enseñara a los estudiantes. La universidad libera mucho la forma de enseñar, así que escuchamos música, la analizamos, aprendemos la teoría y hablamos sobre ella.
—¿Cómo es la educación musical de Estados Unidos en general y cómo ha cambiado en estos últimos años?
—Para mí es difícil contestarte a eso, porque yo únicamente enseño en una universidad muy tradicional centrada en el jazz o la música clásica y, actualmente, imparto las asignaturas menos tradicionales. Creo que no ha cambiado mucho en comparación a la educación musical que yo recibí, por lo menos en mi centro. Una cosa que sí ha cambiado, aunque no tanto en las universidades, y que es muy interesante, es el acceso que tiene la gente ahora a todos los estilos. Si quieres estudiar un tipo de música, puedes encontrar cientos de vídeos para ver exactamente cómo lo tocaba un músico determinado. En mi época teníamos casetes que reproducíamos y parábamos con el dedo para descubrir cosas. Eso era desesperante..
—¿Cómo te sentaba cuando la prensa definía a Karate como una banda «indie» o emocore y enumeraban a un montón de bandas que supuestamente os habían influenciado?
—Me parece bien cuando me preguntan por mis influencias y supongo que Karate las tuvo de otras bandas de los 90 que escuchábamos, como Come. O de grupos que, de alguna manera, estaban a nuestro alrededor. Pero muchas veces la gente decía y dice nombres de bandas que nos influenciaron, pero que nunca he escuchado. No se me ocurre ningún ejemplo ahora. A veces leo cosas de ese tipo, pero otras prefiero no leer nada. Creo que se debería reflexionar más sobre el que escribe que sobre mí, porque no me molesta mucho.
—¿Podrías decirme otro tipo de influencias que no sean musicales?
—Pienso muy a menudo que lo que hago es un tipo de proceso artístico. Disfruto leyendo y aprendiendo sobre otros músicos o artistas. Me encanta la pintura del siglo XX y pasó mucho tiempo en los museos. Cuando era joven leía mucho sobre la pintura abstracta y sobre diferentes pintores. La pintura me recuerda mucho a la música, porque el medio es distinto pero el proceso es similar. Pero también me influencian muchas cosas que me pasan a diario y escribo canciones sobre ellos. Quizás no sea una gran respuesta, pero es la verdad. Me influencia mi propia vida y las vidas de la gente que me rodea.
—¿Escribes las canciones de manera consciente y dirigida hacia un sonido o coges la guitarra y lo que salga?
—Últimamente es más difícil, porque ya no me interesa tanto escribir canciones como aprender otras músicas antiguas para interpretarlas de una manera nueva y personal. Eso es lo que realmente me ha interesado en estos últimos años en los que he dado muchos conciertos solo y he interpretado a muchos guitarristas de Chicago. Ahora no puedo escribir canciones, porque realmente muchas de las cosas que compongo salen de una forma diferente al estilo que yo intento marcar y es un poco frustrante. Siendo honesto, a veces no me gusta la música que escribo. Por lo general, el proceso de componer me gusta más que el resultado final. Soy muy crítico con mi música. No escucho muchos de mis álbumes, ya que ahora mismo me interesa más la música de otros.
—He leído que tocas en un bar de Chicago una vez a la semana…
—Ahora mismo no lo hago tanto, pero durante tres años estuve tocando todos los viernes. En julio, cuando vuelva de esta gira, empezaré otra vez, en «The Whistler», un bar muy chulo y con cierto aire hipster en el que se exponen obras de diseñadores. Estaré allí durante dos horas cada viernes tocando todo tipo de solos con la guitarra, desde blues a música irlandesa y celta. Me encanta la experiencia y es un reto practicar en directo lo que estoy aprendiendo, la manera de trabajar en nuevas ideas y de intentar mantener el interés público.
—Estamos hablando de música de finales de los años 20 y principios de los 30, pero tu música suena contemporánea.
—Bueno, hago mucha música de los dos tipos. Incluso algunas de las canciones nuevas que compongo están influenciadas por lo antiguo. Cuando escribo canciones para mí, para Exit Verse o para Glorytellers supongo que tiene mucho que ver con la música antigua. La razón por la que la estudio y está muy presente en mi vida es porque también la enseño en las clases de historia del Blues y del Country.
—¿Y recuerdas cuál es el disco más antiguo que has escuchado en tu vida?
—Las primeras grabaciones son de finales de siglo XIX, así que habré oído piezas sueltas muy antiguas pero no lo sé, no puedo decirte una.
—¿Has pensado alguna vez en cuántos seguidores de Karate habrán conectado con lo que haces ahora?
—Ahora tengo una banda de rock nueva, Exit Verse, con la que he grabado un segundo disco que saldrá pronto y creo que a mucha gente a la que le gustaba karate les interesará también este proyecto. De todas formas, hice mi primer disco en solitario en 1997, hace mucho ya. De hecho lo compaginé con Karate durante 15 o 20 años, así que no es algo nuevo. A mucha gente le gusta Karate porque es una banda al completo, algo totalmente diferente. De hecho, a mí a veces también me apetece ver a una formación al completo y no a alguien tocando solo. Yo intento no tocar canciones de Karate cuando actúo en solitario. Pero también hay gente a la que le interesa mi música en solitario y no quieren escuchar a la banda. Hay mucha gente que viene a mis conciertos que nunca ha oído a Karate, gente joven que me sigue desde 2005 y que ni siquiera los vio tocar.
—Compartes escenario con Isasa, al que ya conocías de antes, ¿verdad?
—Sí, claro. Vamos a hacer tres conciertos y recuerdo su banda [A Room With A View] con la que tocamos hace mucho tiempo en Madrid. Es muy bonito lo que hace, un estilo americano con slide guitar y guitarra acústica. No le he visto tocar en persona, pero he visto vídeos suyos y estoy deseando escucharle en directo.
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