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Blogs Un poco de silencio, por favor... por Israel Viana

Grandes Groundation

Grandes Groundation
Imagen de archivo de una actuación de Groundation en el Teatro Lino Ventura, en Niza (2009) / GROUNDATION
Israel Viana el

Hace mucho, mucho tiempo que no asistía a un concierto con tanta energía como el de Groundation en Madrid. Sencillamente, y sin más florituras, fue brutal. Suelo ver en directo a bandas de rock más o menos ruidosas, jazz, punk, pop de mayor o menor postureo, música instrumental y todos los post habidos y por haber tan cansinos desde hace tiempo. Puedo asegurar que con muchos de ellos salgo alucinado, pero lo de Harrison Stafford y compañía fue, sin duda, algo especial.

Algunos hablan de Groundation como la mejor banda de reggae del momento, pero yo creo que son algo más que eso. Stafford, guitarra y voz, creció escuchando a Thelonius Monk, Miles Davis y Duke Ellington en casa, influenciado por su padre, pianista de jazz. Y montó la banda en 1998 con Marcus Urani y Ryan Newman, dos compañeros de clase a los que conoció en el programa de jazz de la Universidad Estatal de Sonoma, en California, después de que quedara fascinado con los primeros discos de Burning Spear o el «Rastaman Vibration» de Bob Marley que le pasó su hermano.

El jazz y otras músicas como el rock, el funk o hasta el pop siempre estuvieron ahí, incluso mientras estudiaba su curso de dos años de «Historia del reggea» en dicha Universidad, al mismo tiempo que montaba el sello Young Tree para sacar por su cuenta el álbum de debut de Groundation, del mismo título que la discográfica.

«Somos libres con nuestros instrumentos, sin duda eso viene del jazz. Y las letras no son sobre el surf, la playa o fumar gañja [cannabis o marihuana]. Nuestra música es un permanente desafío al público. Hay muchas bandas que tienen letras de denuncia, pero la música es pobre. Lo nuestro es una espada con dos filos, palabra y sonido», ha declarado Stafford en alguna ocasión.

Es quizá por esa mentalidad abierta, sin prejuicios y alejada de los tópicos por la que Groundation, que creció hasta un total de nueve músicos, fue siempre un grupo diferente, alejado de la escena califoniana y capaz de hacer canciones de seis, siete y ocho minutos en los que dar rienda suelta a la improvisación. Verlos en directo –por primera vez en lo que a mí se refiere– es una especie de viaje musical en el que, utilizando el reggae como base, sus virtuosos y originales músicos se contagian de ese espíritu jazzero, se lanzan a increíbles solos y estiran las canciones hasta convertirlas en increíbles orgías que difícilmente podrían sonar en una radio comercial.

Según Stafford, «la mayoría de los aficionados están acostumbrados al reggae más clásico, pero lo nuestro es diferente. Es hermoso ver la reacción de la gente, quedan como hipnotizados con lo que hacemos». Y así fue desde que sonó «Weak Heart» para abrir el bolo, hasta que sonó hacia el final «Undivided», alargándose por encima de los 10 minutos entre los solos de Mingo Lewis Junior, los coros de Kim Pommell y Kerry Ann Morgan sobrevolando la sala (que a mí me parecían las mismísimas Aretha Franklin y Nina Simone reencarnadas) y el delirio desatado entre todos los allí presentes.

No recuerdo a nadie dejar de bailar ni sonreír durante las cerca de dos horas que duró la cita, mientras sonaban temas felizmente contagiosos como «Blues Away», «Music is The Most High» o la increíble «We Nah Forget Rome»; o la voz de Stafford y la trompeta de David Chachere haciéndose con todo en «Jah Jah Know»; y el bajo contundente de «Beating heart» golpeándote el pecho, o algún que otro tema de su último disco, como «Daniel», capaz de calmar a la peor fiera…

Quizá quiere Dios que me haga rastafari, y como siga mandándome señales como esta, juro que lo va a conseguir.

Set list del concierto de Groundation en la sala Arena el 22 de mayo de 2013 / ISRAEL VIANA
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