Esta entrevista se produce a sugerencia del propio Ken Stringfellow (Hollywood, 1968) a través de un mensaje privado de Facebook. No porque el que escribe estas líneas tenga alguna relación con el músico. De hecho, ninguna. Tampoco porque tenga miles de seguidores en las redes sociales o porque sus artículos sean muy leídos. Nada de eso, todo lo contrario, pero el guitarrista de The Posies da a conocer sus conciertos él mismo, desde hace tiempo, escribiendo mensajes directos a los seguidores (y a los periodistas) de cada ciudad para que vayan a verle tocar, para que avisen a sus amigos y para que le ayuden a difundirlo como si del boca a boca de toda la vida se tratara. Para que sepan, incluso, que puede plantarse con la guitarra en el salón de tu casa y tocar para ti y tus amigos, como ha ocurrido en alguna de sus giras recientes.
«¡Felices fiestas! Solo quería hacerte saber que estaré en Madrid tocando mi álbum “Touched” y muchas canciones más con la guitarra y el piano. Espero que puedas pasarte. ¡Y compártelo, por favor! El concierto es el 23 de enero. ¡Te veo pronto!», decía el mensaje privado. Y añadía unos minutos después: «Por cierto, ¿crees que ABC podría estar interesado en escribir algo sobre este concierto o sobre mi gira completa por España? Las fechas son el 22 en Bilbao, 23 en Madrid, 25 en Castellón de la Plana, 26 en Barcelona, 9 de febrero en Valencia y 10 de febrero en Alicante».
Cuando le comento que esa forma tan directa de mover los conciertos, sin la ayuda de promotoras, me parece tan poco habitual como sorprendente para un músico con un currículo como el suyo, el que se extraña es él: «Pues para mí no es tan sorprendente», apunta. Hablamos del fundador de The Posies, la banda que revolucionó el power pop allá por los años 90, del músico que fue miembro de R.E.M. durante más de una década y que, a lo largo de su carrera, ha sido requerido por nombres de la talla de Neil Young, Ringo Starr, Big Star o Marky Ramone, por citar solo algunos. «No me sorprende porque los Posies tuvieron un gran éxito y construimos nuestra base de seguidores actuando de esa misma forma. Sé que es un cliché decir que el negocio de la música está basado en las “relaciones”, pero es verdad. Si sigues el camino que han recorrido las bandas que hoy son cabezas de cartel en el Primavera Sound, ves a un grupo de amigos empujando en la misma dirección. Y a mí me gusta sentirme como una especie de político no dañino que viaja por ahí conociendo gente. No me gusta que alguien hable en mi nombre. De hecho, creo que gravité hacia la música porque era el único río que me permitiría navegar fuera de la mentalidad cerrada de mi pequeño pueblo e ir hacia un océano más amplio de personas con las que pudiera relacionarme», explica.
La excusa de esta última visita a España no es la presentación de un disco nuevo de The Posies, ni el aniversario de los míticos «Frosting On The Beater» y «Amazing Disgrace» que les encumbraron en los 90. Tampoco una gira en versión acústica con su compañero Jon Auer por la razón que sea. La excusa que se ha sacado de la manga este trovador incansable esta vez es interpretar su álbum «Touched» (Manifesto, 2001) él solo con piano y guitarra y celebrar sus 30 años como músico. Por eso también tocará muchas de las canciones que le han acompañado a lo largo de su vida en los mil proyectos que ha participado y contará algunas batallitas de sus andanzas con Big Star, R.E.M., Neil Young, Mercury Rev, Ringo Starr, Lagwagon o Robyn Hitchcock.
–Me contó un amigo que, después de un concierto en Madrid en 2004, se acercó a hablar contigo unos minutos. No se conocían de nada y esa fue la única vez que hablaron en su vida. En esa pequeña conversación salieron The Replacement. En un momento dado, usted le pidió su dirección. Mi amigo se olvidó de aquello y, un año después, para su sorpresa, recibió en su casa una copia de la maqueta original del compositor de aquella banda, Paul Westerberg, del álbum «Let It Be» (Twin/Tone, 1984).
–Me suena… pero ese era el tipo de cosas que hacía en aquellos años, porque estaba tan emocionado que quería que la gente escuchara aquellas maquetas que yo había conseguido. Seguro que ahora están en internet, pero entonces, ¡en 2004!, todavía tenías que buscar esas cosas.
–Ese intercambio personal con sus seguidores, que realmente no son amigos, tampoco es muy común entre músicos de tu nivel. ¿Por qué es importante para ti esa conexión?
–Supongo que es así como estoy conectado con el mundo. De niño me dejaron fuera de muchas cosas y ese sentimiento me atrapó. Por eso trato de incluir a las personas tanto como sea posible en las cosas que hago y que me apasionan. Quiero escuchar sus historias y, simplemente, recordarles que no están solos.
–¿Qué otras cosas enviabas a la gente que conocías cuando estabas de gira?
–¡Oh cielos! No puedo recordar todos los regalos que hice, pero me acuerdo, por ejemplo, de contestar por escrito a todas las personas que nos escribieron antes de que existiera el correo electrónico. Es decir, hasta el año 2000, aproximadamente, cuando cerramos nuestro apartado de correos. Fueron innumerables cartas. Todos los días que estaba de gira escribía postales. Hay mucha correspondencia mías por ahí, cientos y cientos de conversaciones escritas a mano.
–The Posies te abrió más puertas de las que jamás imaginaste. Cuando tenías 15 o 16 años y estabas en tu habitación tocando versiones de los Beatles, Husker Du o R.E.M., nunca pensaste que algún día te unirías a esta última banda, que tocarías con Ringo Starr y que Grant Hart te telonearía. a ti Son cosas que no le suceden a la mayoría de las personas…
–¡No le sucede a casi nadie! También toqué con John Paul Jones, de Led Zeppelin. Muchos de los músicos que admiré desde la distancia de joven han ido entrando en mi vida en diferentes momentos. Creo que soy un gran ejemplo de lo que te puede pasar si no dejas de seguir tus sueños, porque si me pasa a mí, que no soy el músico más asombroso que has visto, te puede suceder a ti también. Toda la gente que dice «¡oh, eso no podría sucederme ni en un millón de años»… bueno, pues sí podría. ¡Y en mucho menos tiempo que un millón de años!
–También habrás tenido algo de suerte…
–También he tenido suerte, es cierto, pero nunca he dicho que no a una oportunidad que se me ha presentado, la verdad. Las puertas se están abriendo todo el tiempo y, por alguna razón, justo cuando se abren las más grandes y mejores, es cuando muchas personas que antes tenían hambre por conseguir ciertas cosas, es cuando creen que deben ponerse quisquillosas.
–Por eso tiene especial significado para usted aquella anécdota durante la grabación del segundo disco de Minus 5 [banda formada en 1993 por Scott McCaughey, de Young Fresh Fellows; Peter Buck, de R.E.M., y Jon Auer y Ken Stringfellow].
–Sí. Uno de los días bajé al estudio la primera guitarra eléctrica que tuve en mi vida por diversión: una Vox Super Meteor de los años 60 hecha en Italia. Era una guitarra muy mala con la que pasé innumerables horas aprendiendo canciones de R.E.M. cuando estaba en la escuela de secundaria. Cuando llegué, Peter la cogió y yo me quedé ahí quieto, simplemente viéndole tocar aquella vieja guitarra y pensando en cómo se cierran los círculos. Fue un momento que disfruté mucho… ¡y no le dije nada!
–El primer álbum de R.E.M., «Murmur», ¿fue importante para usted en 1983?
–Me cambió la vida. Vengo de un pueblo pequeño en el que era difícil que llegara la música contemporánea. En la radio solo ponían rock clásico, lo cual estaba bien, pero yo ya me había aprendido todos los clásicos y buscaba algo más. Un día, mientras arreglaba el jardín de un vecino para ganarme algo de dinero, en la radio que llevé se sintonizó una emisora de Seattle en la que pusieron una increíble canción que tenía un ambiente como de los 60, con una progresión de acordes 1-4-5 que me recordó a los Byrds acelerados. Me quedé perplejo, pero el locutor no dijo el grupo que era. Unas semanas después leí un pequeño artículo de dos párrafos sobre una nueva banda llamada R.E.M. y mencionaba la canción «Radio Free Europe». Yo estaba seguro de que esas eran las palabras de la canción que escuché, pero encontrar el disco en mi ciudad era imposible. Todos los días iba a las tiendas después de la escuela, hasta que, dos meses después, se me ocurrió ir a la tienda de música principal, una en la que también podías comprar todo tipo de parafernalia para la marihuana que vendían eufemísticamente como «accesorios para fumar tabaco». Allí tenían un estante con casetes y estaba «Murmur». ¡Por fin! Había encontrado una música más sutil que el punk, más poética y menos truculenta que la nueva ola. Una especie de rock and roll que no era inmaduro. Aquel disco me habló.
–¿Recuerdas el momento en el que empezaste a vivir solo de tu música?
–Un año después del lanzamiento de nuestro primer álbum: «Failure» (PopLlama, 1988). Ya había dejado la universidad y trabajaba para pagar mis gastos en un almacén, pero los Posies estaban cada vez más ocupados. Poco después nos ofrecieron telonear en Seattle y Vancouver a The Replacement, una de nuestras bandas favoritas de todos los tiempos. En ese momento, además, me di cuenta de que pedía demasiados permisos en el trabajo para poder dar conciertos, así que pensé: voy a ser más efectivo con la música que con este trabajo. Y me arriesgué, porque en ese momento Jon y yo no estábamos ganando mucho dinero, pero estaba claro que era hora de lanzarse y apostar por mí. Durante unos meses me morí de hambre, pero fue genial. Mi madre solo miraba las desventajas de mi decisión, como abandonar la universidad, entre otras cosas. Y tenía razón, porque no tenía un plan B, así que tuve que hacerlo funcionar a la fuerza.
–¿Qué trabajo dejaste?
–Trabajaba para Futon of North America, una empresa que fabricaba futones en Seattle. Yo estaba en el almacén descargando los armazones de estos y se los entregaba a los clientes en sus camiones. También tenía que supervisar a la hilarante y traviesa tripulación de camboyanos que fabricaban estos futones en el almacén. Fue mi empleo cuando dejé la Universidad de Washington en junio de 1988, tan solo dos meses después de lanzar «Failure» en una casete autoeditada. El dueño de la empresa era un hombre muy severo, pero en mi último día vino a despedirme con una cerveza y un pastel. Supongo que hice bien mi trabajo, aunque no fuera mi pasión. No era fácil manejar a los camboyanos, ya que no querían recibir órdenes de un niño de 19 años.
–Tengo la sensación de que estás continuamente de gira y de que pasas muy poco tiempo en tu casa de Tours, en Francia. Y aunque la música es tu trabajo, obviamente, también parece que dar conciertos es lo más importante de tu vida desde un punto de vista emocional. ¿Cuánto tiene esa hiperactividad musical de necesidad económica?
–Es necesario desde ese punto de vista, claro, pero también es maravilloso. ¡Tan necesario para mí como comer, precisamente! Viajar es una vitamina sin la que no podría vivir, me marchitaría. Pero también me marchito si no paso tiempo en casa, ya ese espacio y esos periodos para componer son importante para mí, así que los incluyo en mi calendario. Si realizo una gira intensa como esta, que empecé en solitario el año pasado y que continúa ahora en España, es un tiempo en el que gano más de lo que necesito y no gasto casi nada. En teoría, si hago conciertos durante dos, tres o cuatro meses, eso me da dinero suficiente como para tener un margen que me permita estar un tiempo sin ganarme la vida de manera activa y hacer el trabajo real: componer. Para que te hagas una idea, es como si trabajara las 24 horas del día durante un mes entero, como si hubiera hecho el trabajo del mes siguiente por adelantado también.
–Una de esas giras fue la que hiciste con «Touched», el álbum que vas a tocar en España y que publicaste nada menos que el 11 de septiembre de 2001, el mismo día que los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York. ¿Adquirieron las canciones una nueva dimensión cuando las tocaste en los días posteriores?
–Por supuesto. Todo se interrumpió el 11-S. El mundo entero cambió, pero yo estaba decidido a salir de gira por varias razones: por volver a la normalidad, por defender la idea de que no toda la música es una fiesta, porque es curativa y porque aparecer cuando le has dicho a la gente que vas a tocar es importante para mí. Una cuestión de respeto. Comencé el 15 de septiembre en Filadelfia y toqué en Nueva York el 20 de septiembre. Y fue una gira poderosa, tumultuosa, misteriosa y algo confusa. Hubo mucha belleza, pero, al mismo tiempo, algunas personas se enojaron conmigo porque no estaban listas para escuchar las letras tan crudas de «Touch». Pero cuando conectamos con el público, fue como una pequeña llama en una caverna de oscuridad. Los que vivimos aquellos conciertos nunca los olvidaremos.
–¿Por qué se separó The Posies en 1998 y cómo afectó aquello a tu carrera?
–La ruptura fue un proceso largo en el que traté de convencer a Jon Auer de que no renunciara. Se había desilusionado y tenía otros asuntos emocionales y mentales que resolver. Él estaba pensando en su retirada y yo, en mi futuro. En 1997 había hecho mi primer álbum en solitario ¡gracias a una invitación de Munster Records en España! Y me había unido a Lagwagon para ir de gira. Terminé coproduciendo su disco de mayor éxito: «Double Plaidinum» (Fat Wreck Chords, 1997). Y cuando Jon finalmente me dijo que lo dejaba, algo que en ese momento pensé que era una decisión definitiva, me llamó R.E.M. Así que tuve mucha suerte, fue como un aterrizaje muy suave para esa caída.
–¿Recuerdas cómo se produjo exactamente aquella llamada de R.E.M.?
–Minus 5 era un proyecto en solitario de Scott McCaughey que se convirtió en un dúo conmigo y al que Peter Buck se unió después, cuando se mudó a Seattle. Eso quiere decir que tocaba habitualmente con Peter y luego, casi todas las noches, acabábamos en el Crocodile Cafe, un club del que Scott era programador y la esposa de Peter, dueña. Un día Peter soltó como si nada: «Estamos pensando en hacer una gira promocional por televisiones y cosas así. Si quieres hacer una audición, sería genial». ¿Estaba hablando de… qué? ¿R.E.M.? Él no lo especificó en ningún momento y yo entré en pánico dentro de mi cabeza. No le hice ninguna pregunta y, una semana después, me repitió: «Mejor olvídate de la audición y, simplemente, apréndete estas canciones y ven a San Francisco». Mmmmmm… ¿que me aprendiera qué? Me dio una lista de canciones de R.E.M. impresas, pero no me dijo que instrumento. Yo pensaba: «Oh, no sé, ¿la guitarra, el bajo, los teclados?» Jajajaja, así que, bueno, ¡me las aprendí todas con todos los instrumentos! Poco después ya recibí una llamada de la oficina de R.E.M. con más detalles.
–¿Fue algo inesperado?
–Bueno, también había recibido una llamada de Barrett Martin, el batería de Screaming Trees que había tocado en el álbum que R.E.M. iba a promocionar –«Up» (Warner, 1998)–. Me contó que al final no le habían pedido que tocara la batería, sino que fuera multiinstrumentista. Él les dijo que no era el músico ideal para los teclados y les sugirió mi nombre. Cuando me lo dijo fue desconcertante, ¡nunca pensé que pudiera salir algo así!
–¿Es cierto que ya pensaron en ti para la gira de «Monster» (Warner, 1995)?
–Hay algo de verdad en eso, pero según tengo entendido, R.E.M. tenía una regla según la cual no le ofrecerían el trabajo a nadie que estuviera en una banda activa, ya que pensaban que podían matar a dicho grupo y no sería justo. Y los Posies estábamos muy activos en 1994 y 1995.
–¿Recuerdas tu primer concierto con R.E.M.? ¿Cometiste algún fallo?
–¡Claro que me acuerdo! Fue en el Bridge School Show, un concierto benéfico organizado anualmente por Neil Young. Tocamos nuestro set y luego hicimos de banda de acompañamiento de Neil Young en varias canciones. ¿Que si cometí algún error? ¿Me estás tomando el pelo? Jajajaja… no había posibilidad de que cometerlo y correr el riesgo de que me mandaran a casa. De alguna manera logré la perfección aquel día. Más tarde sí que cometí errores, por supuesto, pero a Michael, Peter y Mike no les importó. Se centraban en el espíritu y la energía y no lo enfocaban todo en un error entre un millón de grandes momentos, lo cual está muy bien, ya que la audiencia siente lo mismo.
–Supongo que tendrías una idea preconcebida de cómo podrían ser tres estrellas de la música que han vendido más de 100 millones de discos como es el caso de Michael Stipe, Peter Buck y Mike Mills con R.E.M. ¿Qué fue lo que más te sorprendió de ellos cuando los conociste?
–Que eran bastante sensatos, debo decir. Michael está, por supuesto, un poco más… en su mundo. Es encantador, pero no lo llamaría un «chico normal». Él ve las cosas con una óptica diferente a la de la mayoría de la gente. Eso es precisamente lo que le convierte en el artista que es. Pero todos fueron muy amables: Mike era el más gregario, Michael el más tímido y Peter el más… ¡obsesionado con la música! Fueron como los hermanos mayores que nunca tuve. Fue grandioso.
–Por curiosidad, ¿cuál era la canción que más te gustaba tocar con ellos?
–Insistí en que resucitaran «Camera», mi canción favorita de «Reckoning» (IRS, 1984). Un tema introspectivo a medio tempo que no habían tocado en casi 20 años. Solo lo hicimos una vez, pero… ¡fue genial! Las canciones en las que podía estirar el piano también eran geniales, como «Man On The Moon», «It’s The End Of The World» o «Don’t Go Back To Rockville».
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