Echando un vistazo a la hemeroteca de ABC, descubro que la última vez que vi a Mark Kozelek fue el 21 de mayo de 2001. Asusta echar la vista atrás y descubrir lo rápido que pasa el tiempo. Provoca una sensación de nostalgia a la que bien podría ponerle banda sonora precisamente la música de este hombre, que por aquellos vivía los últimos coletazos de Red House Painters y presentaba en la pequeña Moby Dick su último disco, «Old Ramon».
Era una época en la que yo podía escuchar en bucle temas como «Take me out», «New Jersey», «Cruiser», «Michigan», «Rollercoster», «Katy song» o «Mistress» y ponerme tristón a gusto. Regocijarme en los problemas con cierto gustirrinín mientras salía de casa con la casete sonando en mi «walkman». Pero con Kozelek esto no era muy difícil, porque canciones como esas, con las que el músico se convirtió en representante de aquello a lo que a todo el mundo llama «sadcore», conformaron algunos de los discos más redondos de la década de los 90.
Kozelek ya no tiene 34 años. Ahora está cerca de los 50 y, para mi sorpresa, tiene una legión de seguidores lo suficientemente grande como para tocar hoy –en un concierto organizado por Cloudy Dog– en la sala Joy Eslava de Madrid. Tras perderle un poco la pista con los años, escuchar de soslayo sus discos en solitario, que arrancaron ese mismo 2001 con aquel sorprendente LP de versiones acústicas de AC/DC, y atisbar apenas el proyecto con el que nos visita hoy en Madrid, Sun Kil Moon, con el que ya ha publicado seis discos, descubro que el triste de Mark Kozelek ya no es tan triste («a los 47 no puedo escribir desde la perspectiva de un chico de 25 años, nunca más. Mi vida y mi entorno han cambiado demasiado», dijo recientemente en una entrevista a «Pitchfork») y que, a pesar de ello, no ha perdido la capacidad para hacer canciones mayúsculas.
Lo comprobé rápido hace unas semanas, cuando escuché su último trabajo, «Benji», y me sorprendí con temas como «Richard Ramirez died today of natural causes» (gran título), «Ben’s My Friend» o «Jim Wise», que vuelvo a escuchar en bucle como hacía con los antiguos discos de Red House Painters a finales de los 90. Y me confirma que, más allá de la máscara que se ponga Kozelek, del nombre que decida adoptar, de que grabe acompañado o viaje solo con su guitarra acústica o de que rinda tributo a John Denver, Simon & Garfunkel, Kiss, Yes, Paul McCartney o AC/CD, este tipo de Ohio siempre ha sabido hacer eso, buenas canciones.
Quizá no tendría que haberle perdido el rastro tanto tiempo, porque las canciones de «Benji» están sin duda entre las mejores que yo le haya escuchado en su carrera. Y si me hiciera falta un aval, solo tendría que echar manos a los créditos, porque en su último disco aparecen colaboradores de la talla de Steve Shelley (Sonic Youth) o Will Oldham. Ahí es nada.
El nuevo Kozelek ya no habla de relaciones acabadas ni tragedias personales, así que, no sé, lo mismo hasta salgo hoy de la Joy con una sonrisa en la cara, para dar la bienvenida a esta primavera que se nos está poniendo tontorrona con el frío.
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