Adrián Díaz «Jarri» (Santiago de Compostela, 1987) tiene «grabado a fuego» en la memoria el primer concierto que dio Novedades Carminha en 2008. «Acabábamos de grabar nuestra primera maqueta en casete, “Grandes éxitos” (autoeditada) y fuimos a tocar a una especie de sala de fiestas de un pueblo de la ría de Pontevedra, Bueu. Una de esas que tenía focos antiguos de colores y neones rarísimos. Teloneamos a dos grupos punkis y fue como un bodorrio, porque fuimos hasta allí con todos los colegas. Bajamos del escenario con una ansiedad tremenda… ¡fue increíble! Y, de hecho, creo que formamos la banda para calmar esa ansiedad», reconoce el bajista.
Desde entonces, el grupo ha publicado cinco discos y ha recorrido muchas veces la península entre salas de conciertos, fiestas de pueblos y festivales indies como el Warm Up de Murcia, por el que pasarán este fin de semana: 3 y 4 de mayo. Sobre todo, desde que presentaran su anterior álbum, «Campeones del Mundo» (Ernie Records, 2016) y dieran ese giro desde el garaje y punk hacia esa mezcla de hip-hop, funk de los años 70, rock and roll y pop con el que han recupera el espíritu de los discos pensados para bailar en los clubes. «Cuando empezábamos con 19 años en ese registro más punk de 1979, ya teníamos claro que no queríamos hacer las cosas siguiendo un libro. Es decir, esto de ser los más punkis de los punkis no nos apetecía realmente y pensábamos en cómo darle la vuelta. Es lo que nos ha gustado siempre en nuestra trayectoria. Nunca nos hemos cerrado a nada y creo que, a pesar del cambio, los nervios, la energía y esa ansiedad de contar cosas son mayores», explica Jarri a través del teléfono.
Ajenos ahora a toda limitación estilística o, como ellos lo llaman, a las «militancias», Novedades Carminha ha vuelto a dar un sorprendente giro con «Ultraligero», en el que los riff de guitarra bailongos y el autotune conviven con inusual armonía en unos conciertos donde la gente, asegura, no para de bailar.
–¿Nunca levantáis la vista y veis a la gente quieta?
–La verdad es que hace mucho que no pasa [risas]. Cada vez vienen a nuestros conciertos con una actitud más festiva. Supongo que tiene que ver con que las entradas se han agotado casi siempre y se convierte en una especie de día especial para todos, pero lo cierto es que esta energía yo hacía tiempo que no la sentía. Es un baile continuo desde el primero hasta el último tema. Y a mí me gusta mucho ir a bailar cuando salgo por la noche, más ir a una barra de un bar a beber y a comer orejas».
–¿Erais amigos del instituto o de la infancia?
–Los tres que formamos Novedades [Carlos Pereiro «Carlangas», Xavi G. Pereiro y él; ahora son un cuarteto que completa Anxo Rodríguez] somos de tres barrios diferentes de Santiago de Compostela, pero formamos la banda en Madrid, donde fuimos a estudiar con 18 años. Carlos y yo nos habíamos conocido en la Brigadas Radicales de la SD de Compostela [ultras del equipo de fútbol]. Y a Xavi lo conocimos porque tocaba la batería y no había muchos en la ciudad. En Madrid fue donde decidimos que era el momento de enfocar todo ese nervio y tensión hacia algo más productivo.
–¿Dónde teníais aquel primer local de ensayo en Madrid?
–En Carabanchel, a muy pocos metros de donde lo tenemos hoy también.
–Ahora parece que no los tenéis, pero ¿cuáles eran los prejuicios entonces con respecto a vuestra música?
–Pensábamos que una canción tenía que salirnos rápida y fresca. Si tardaba demasiado tiempo ya no nos valía. Teníamos urgencia en escribirla y tocarla. Y si duraba más de dos minutos nunca era bienvenida. Todo tenía que ser contado con pocas palabras y pocos acordes. Y, no sé, también teníamos prohibido usar algunas palabras en las letras, como «nena». Ahora también somos incapaces de usarla, aunque sea muy del rock and roll. Está literalmente prohibido en el seno del grupo.
–Cuando os lanzasteis a ese espíritu funk enfocado a las pistas de baile, ¿os preocupó cómo ibais a ser recibidos?
–Nunca hemos tenido preocupaciones en ese sentido. Es cierto que algunos de nuestros seguidores lo criticaron, pero se quejaron diez y vinieron diez mil, así que quedamos muy contentos a ese nivel. Hay que tener en cuenta que cuando lanzamos «Campeones del mundo», en 2016, no vivíamos de esto todavía. Fue después cuando nos empezó a dar para ir tirando de la música, por lo que antes no teníamos ese tipo de preocupaciones.
–¿Recuerdas alguna de las críticas?
–Hay un DJ de Santiago de Compostela muy rockero que siempre emite sus opiniones por las redes y ya sabemos que, cuando sacamos algo que a él no le gusta, siempre triunfamos. Lo que pasa es que este DJ representa a ese tipo de personas que digiere la música de una forma que a nosotros no nos interesa. Nosotros pensamos que hay que estar más abiertos a las cosas.
–¿Y dices que desde «Campeones del Mundo» habéis conseguido vivir de la música exclusivamente?
–Bueno, hacemos otras cosas relacionadas con el cine, la música, la cultura y el periodismo, tal y como hemos hecho toda nuestra vida. Cosas que nos gustan y que no hemos dejado de hacer, aunque la ocupación principal es Novedades Carminha… en cuanto a tiempo y esfuerzo.
–¿Pero conseguís que el dinero que sacáis de los conciertos sea también vuestro ingreso principal?
–No sé de dónde sacan los demás todo su dinero, pero que creo que sí, que lo principal es el grupo. Piensa que, para poder irte a América a tocar, cogerte una semana para grabar un vídeoclip o irte de gira muchos fines de semana, no puedes tener un trabajo que sea muy fijo de horarios, como una oficina. Pero cuando ves que la cosa tira y que puedes vivir de esto, tienes que renunciar a otras muchas cosas. ¡Y encantados, oye! Hemos tomado esta decisión y aquí estamos, aunque dentro de dos años pueda haberse acabado.
–Dijo Carlangas hace tres años en «Mondosonoro», hablando de las escenas: «Yo toco donde nos paguen bien». ¿Os pagan bien?
–Nosotros vamos a festivales indie, pero también vamos a las fiestas de los pueblos y a salas de conciertos. No movemos en diferentes escenas, tenemos un público muy transversal. Vienen chavalas de 15 años hasta gente de 50 con el traje después del trabajo. ¿Qué si nos pagan bien? Bueno, hoy en día está complicado esto. El IVA estaba al 21% hace poco, aunque ha bajado, pero es muy difícil sobrevivir de la música en España. Al final vivimos en una economía de libre mercado y te pagan, ni más ni menos, lo que eres capaz de generar. En este país se protege muy poco la música. Estamos en una especie de tierra de nadie en la que ni el estado ni la gente del espectáculo la cuida como debería. ¿Qué si no pagan bien?
–Sí, eso pregunto. Y no hablo de la cantidad, sino de si crees que cobráis lo que mereceríais…
–Creo que ahora somos capaces de traer más gente a los conciertos y los promotores eso lo ven. No hemos sido capaces de construirnos una piscina en casa, pero vivimos desahogadamente.
–¿Alguna vez habéis firmado un contrato por un concierto en alguna sala o festival?
–Firmamos contratos en cada concierto, creo. Lo que pasa es que eso lo lleva nuestra oficina, pero creo que siempre. Cada vez eso está más profesionalizado.
–Cuándo publicasteis «Campeones del mundo» o «Ultraligero», vuestros discos más comerciales, ¿teníais algún tipo de expectativas extramusicales?
–Siempre piensas en el público que está por venir y quieres que te escuche el mayor número de gente posible. Y eso se va cumpliendo. Cada vez viene más gente a nuestros conciertos. Hace poco llenamos La Riviera de Madrid con cuatro meses de antelación. El pasado fin de semana tocamos gratis en Granada y vinieron más de 4.000 personas. Fue una locura, con todo el mundo cantando las canciones. Pero no hay un objetivo específico, porque no puedes contralar la gente que vaya a seguirte.
–Desde «Campeones del mundo» (Ernie Records), ¿habéis tenido ofertas de multinacionales? ¿Cuál?
–Siempre las hay cuando las cosas funcionan, pero ahora estamos mejor en Ernie Records. Hemos sacado puntualmente algún tema con alguna multinacional y es probable que en el futuro editemos algo más, porque son sellos que tienen una infraestructura más grande y pueden ayudarte a conseguir algún objetivo más rápido.
–¿Y qué no lo habéis hecho ya?
–Porque no es algo que nos ciegue, por el simple hecho de sean más grande. Ahora estamos haciendo las cosas de una manera y no creo que firmar con una multinacional sea ninguna bicoca. Tiene que haber un proyecto muy claro para hacerlo y, si no lo hemos hecho ya, es porque a lo mejor no lo ha habido.
–No son pocos los músicos que salen frustrados de su paso por multinacionales, tanto de España como de fuera. Y a otros les va estupendamente.
–Yo no creo que esté bien o mal firmar por norma. Creo que puede ayudarte en un momento dado. Está claro que las multinacionales si firman contigo es para ganar dinero, pero lo suyo es que ganemos todos… y no digo solo dinero, sino los objetivos que tenga cada uno. Los nuestros son hacer canciones y hacer lo que nos dé la gana, pasarlo bien y comunicar con nuestro público.
–Ese cambio hacia la música de baile, ¿fue natural o premeditado?
–Ha sido una evolución muy natural. En el tercer disco ya pusimos una base, pero en «Campeones del mundo», el cuarto, quien nos empujó a librarnos de todos los prejuicios de ser una banda de garaje, como todo el mundo decía, y pasar a ser lo que nos diera la puta gana, fue el productor, Hevi, un rapero de Santiago. Él nos abrió la mente, acostumbrado como estaba a samplear todo tipo de músicas. Con él no fuimos a la música latina, al rap de Nueva York de los 80, al Afrobeat de Nigeria y al pop yanqui de los años 70… Con todo eso nos dio por experimentar, pero haciendo esos sonidos nuestros. Un ejemplo que me mola poner es The Clash, que hacían punk y rock y, a partir de «Sandinista», se dejaron llevar por el ska y el reggae, pero sin dejar de ser una banda de rock and roll.
–¿Recuerdas algunos de los grupos o discos que os descubrió Hevi?
–Desde Public Enemy hasta Fleetwood Mac, pasando por un disco de William Onyeabor que nos voló la cabeza hace cuatro años, con esas melodías de sintetizadores muy bailables.
–¿Sabéis ya cuál va a ser vuestro siguiente paso? Me refería a si últimamente estáis escuchando, por ejemplo, bachata y puede que las cosas vayan por ahí….
–¿Bachata? [risas]… pues justamente eso es cierto. Últimamente estamos escuchando bachata y mucha música latina. También ritmos africanos y música brasileña, que los habíamos dejado un poco de lado. Y no hemos dejado de escuchar rap ni rock and roll, claro. Es una mezcla muy interesante. Creo que la onda bailable y funk de este último disco la seguiremos experimentando para ver hasta dónde puede dar de sí. Habrá alguna sorpresita más pronto que tarde.
–Esa mezcla tan fiestera dará para alguna anécdota loca en los conciertos…
–¡Hay muchas! Justo antes de presentar «Campeones del Mundo», por ejemplo, fuimos a tocar a Valencia, a la sala Wah Wah, que se llenó hasta los topes. Nos acabamos lanzando al público por primera vez. Yo me lancé con el instrumento y fue a dar a la nariz de una chica, que empezó a sangrar mogollón por la nariz y manchó a todo el mundo. La cubrimos de merchandising para que no nos denunciase [risas]… y a día de hoy somos muy amigos.
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