La primera vez que Buffalo Tom apareció en ABC fue en 1992. «Let Me Come Over» había sido escogido entre los mejores discos del año junto a nada menos que R.E.M. («Automatic For The People»), Bob Dylan («Good As I Been To You»), PJ Harvey («Dry»), The Ramones («Mondo Bizarro»), Matthew Sweet («Girlfriend») y Suzanne Vega («99.9 f»). Hacía un año que Nirvana lo había revolucionado todo con «Nevermind» y los directores artísticos de las multinacionales andaban desesperados en busca del nuevo Kurt Cobain. «De repente, parecía que ya no tendríamos que trabajar más», recordaba hace poco el cantante y guitarrista Bill Janovitz en un reportaje de «Boston Globo». «Era simplemente una cuestión de los sellos discográficos, que se preguntaban: “¿Cómo podemos gastar dinero de manera estúpida?”», aclaraba después.
Entre estos ejecutivos se corrió la voz de que Boston estaba repleta de estrellas de rock esperando ser descubiertas. Podrían haber sido los Pixies, si no se hubieran separado ese mismo año mediante un fax de Frank Black, nada menos. Al fin y al cabo, eran la banda a la que Cobain había intentado copiar, según sus propias palabras, cuando compuso «Smell Like Teen Spirit»: «Quería escribir la mejor canción de pop, pero tengo que reconocer que, básicamente, intentaba imitar a los Pixies». David Bowie también había hecho dos versiones de ellos antes de conocer su ruptura: «Me sentí muy deprimido el día que me enteré de su separación. Vaya desperdicio. Los veía llegando a ser gigantescos», reconoció el autor de «Space Oddity».
Buffalo Tom nació el mismo año que los Pixies, en la misma ciudad y en la misma Universidad de Massachusetts Amherst en la que se conocieron Frank Black y Joey Santiago. Por allí andaban estudiando Janovitz, el bajista Chris Colbourn y el batería Tom Maginnis, que prestó su nombre al grupo combinándolo con el de Buffalo Springfield. En su gestación tuvo mucho que ver J Mascis, el alma mater de Dinosaur Jr., que impulsó la grabación de su debut homónimo en 1988, produjo sus dos primeros álbumes y tocó la guitarra en el tema «Impossible». «Conocí a J a los 17 años, cuando visité el campus por primera vez en 1983. Tom, Chris y yo formamos Buffalo Tom a finales de 1986, cuando él ya habían publicado su segundo disco con Dinosaur Jr. y lo estaban presentan por Estados Unidos. Lo cierto es que detrás de su aparente apatía, J nos fue de mucha ayuda», cuenta Janovitz a ABC un día antes de que la banda regrese a España para presentar «Quiet and Peace» (Schoolkids, 2018), el noveno disco carrera: miércoles, en el Teatro Barceló de Madrid; jueves, en La 2 de Apolo de Barcelona, y viernes, en el Visor Fest de Benidorm.
Después de sus primeros trabajos –con referentes como Hüsker Dü, Mission of Burma o The Replacements muy presentes– decidieron cambiar a su amigo Mascis por Paul Q. Kolderie y Sean Slade en la producción, que en aquellos momentos grababan con Radiohead el «Pablo Honey». El resultado fue «Let Me Come Over». Europa comenzamos a hablar de ellos «como parte de un nuevo resurgir del rock americano», tal y como decía de ellos este periódico al relacionarlos con bandas como Lemonheads, American Music Club o Grant Lee Buffalo.
Un reconocimiento que siguió después con «Big Red Letter Day» (1993) y «Sleepy Eyed» (1995), dos discos que contenían canciones de rock cercanas al hit, como «Late at Night», que fue incluida en la popular serie televisiva «Es mi vida», y «Sodajerk», que fue utilizada por Nike para uno de sus famosos anuncios de televisión.
–Cuando recibisteis la llamada Nike, ¿tuvisteis algún tipo de reparo o discusión entre vosotros acerca de si debías aceptar la oferta y si queríais que vuestra música se asociara a esa marca mundialmente famosa?
–Sí, por supuesto que hubo discusión, pero ese fue el tipo de cosas que nos permitió pagar las facturas. Nos permitió ser una banda a tiempo completo, comprar nuestras casas. El hecho de no tener un trabajo a tiempo completo durante el día fue y sigue siendo un éxito lo mires por donde lo mires.
–¿Cómo vivió Buffalo Tom toda aquella fiebre post «Nevermind», con todos aquellos cazatalentos de la industria buscando al nuevo Nirvana en Boston y otras ciudades, entre todas aquellas bandas de rock que nacisteis a mediados de los 80 y principios de los 90?
–Creo que estuvimos protegidos de esa fiebre porque siempre fichamos con sellos independientes. Primero fueron SST y Megadisc, que licenciaron nuestras canciones con varias indies. Y Beggars Banquet, que nos otorgó las licencias para otras discográficas de las principales.
–Ese fue el sello en el que decidisteis permanecer casi toda vuestra carrera, pero ¿nunca recibisteis ofertas directas de alguna multinacional?
–No, hasta que llegó alguna a finales de la década de los 90…
–¿Os resultó difícil vivir de la música?
–No. Tuvimos la suerte de estar ocupados todo el rato en la carretera, girando. También obtuvimos el suficiente apoyo de nuestro sello para poder hacerlo y algo de dinero de la publicación de los discos, lo que nos permitió llevar una buena vida de clase media hasta que dejamos de salir de gira.
–A finales de los 80 y principios de los 90, Boston nacieron un montón de bandas míticas como Throwing Muses, Pixies, Lemonheads, Come, Belly, Juliana Hatfield, Breeders y Buffalo Tom, entre otras . Aún hoy se habla de aquella escena de rock independiente. ¿Teníais vosotros ese sentimiento de pertenencia o fue una etiqueta más inventada por los medios y los sellos para vender más discos?
–Como con la mayoría de las cosas, la verdad está en el medio. Conocimos a algunas de esas bandas cuando empezamos y con varias de ellas, incluso, hicimos giras. Con muchas también tocamos en Boston antes de empezar a salir fuera de la ciudad, pero no necesariamente éramos todos un grupo de amigos antes de empezar a hacer música. A algunas de estos grupos que mencionas ni siquiera los conocimos hasta que empezamos a girar. Y a algunos, incluso, coincidimos por primera vez en el extranjero.
–¿No hubo entonces un sentimiento de comunidad entre todos vosotros?
–Bueno, a raíz de esos encuentros nos hicimos amigos de casi todos en diferentes grados. Una de los centros gravitatorios de la ciudad en ese momento fueron los estudios de Fort Apache, donde muchos de nosotros empezamos a grabar. Pero Galaxie 500, por ejemplo [que se formaron en la Universidad de Cambridge, a 5 kilómetros de Boston], se marcharon a propósito a Nueva York para distanciarse precisamente del ambiente de la ciudad. Y Dinosaur Jr. [que empezaron a tocar en un instituto de Amherst], nunca vivieron en Boston y comenzaron a grabar en otros lugares. Sin embargo, una vez que todos empezamos a rodar, fue un honor que nos asociaran con todas esas bandas.
–¿Fue tan emocionante como se cuenta en «Nuestro grupo podría ser tu vida», el libro de Michael Azerrad que tiene una mirada casi romántica de bandas como Buffalo Tom, y en cuyas páginas convierte a la Universidad de Massachusetts Amherst en una especie de centro creativo a finales de los 80?
–Sí. ¡Fue extremadamente emocionante! Incluso sin saber que todas esas bandas de Boston de las que hablamos se volverían legendarias. ¡Era claramente nuevo, original y avanzado!
–Sin embargo, siempre has reconocido que tu principal influencia fueron los Rolling Stone, una banda sobre la que has escrito ya dos libros («Rocks Off: 50 Tracks That Tell the Story of the Rolling Stones» y «Exile on Main Street»). Y que tus guitarristas favoritos fueron y son Keith Richards, Pete Townshend, Neil Young y todos los que pasaron por Lynyrd Skynyrd. ¿Por qué crees que el sonido de estos es tan especial comparado con el de bandas de tu época como Hüsker Dü, Replacements o Dinosaur Jr?
–Porque, a decir verdad, la época definitoria del rock impulsado por guitarras, o mejor dicho, la cumbre absoluta de este, se produjo desde finales de los 60 hasta mediados de los setenta. En cambio, las tres bandas que mencionas de nuestra época solo variaban las influencias que compartían de manera relativamente marginal en comparación con todos esos íconos anteriores.
–En vuestro último disco incluís una versión de una canción que Simon & Garfunkel grabó precisamente a finales de los 60: «The Only Living Boy in New York». ¿Cómo surgió?
–Volviendo a la época en la que sentíamos más esa presión del negocio de la música en general, entre 1996 y 97, intentábamos también expandir nuestro repertorio musical para no repetirnos demasiado. En aquel momento contamos con la ayuda de Tom Gorman, el guitarrista de Belly, cuya banda se acababa de separar. Así que se vino con nosotros a la isla Chappaquiddick, en la costa de Massachusetts. Alquilamos allí una casa en noviembre, durante la temporada baja, así que el entorno era bastante desolador. Nos llevamos un montón de equipos de grabación digital, instrumentos y vino para grabar nuevas canciones y un montón de versiones, incluída «The Only Living Boy in New York», en la que, por cierto, Tom cantaba la parte principal.
–¿La incluída en «Quiet And Peace» es la grabación de entonces?
–No. Hace dos años, cuando estábamos terminando de grabar el disco, me topé con la maqueta en la que Tom cantaba esa canción. Se lo envié a los chicos de la banda y al mismo Tom Gorman. Incluso a Tanya Donelly (Throwing Muses, The Breeders, Belly). A todos nos encantó y Chris sugirió que la grabáramos de nuevo como Buffalo Tom. Y así hicimos.
–¿Cómo surgió la idea de que la hija de Tom Maginnis y la suya colaboraran en este último disco de Buffalo Tom?
–Nosotros se lo pedimos. Mi hija, Lucy Janovitz, cantó conmigo en alguna canción. Y Marley Maginnis trabajó en los videos, las fotos y las imágenes que llevaremos en las presentaciones en vivo.
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