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Blogs Un poco de silencio, por favor... por Israel Viana

Lisabö: «La sensación de vaciarnos en el escenario y juntarnos al bajar… ¡buah,es lo mejor!»

Tras siete años de silencio, la banda de Irún publicó en diciembre su quinto disco sin avisar ni publicitarlo. Este sábado lo presentan en Madrid acompañados de Anari, la compositora vasca con la que decidieron montar en 2007 el colectivo Bidehuts, para publicar sus discos al margen de la industria

Lisabö: «La sensación de vaciarnos en el escenario y juntarnos al bajar… ¡buah,es lo mejor!»
Formación actual de Lisabö
Israel Viana el

Eneko Aranzasti (Irún, 1981) estuvo en el primer concierto de Lisabö a principios 1998. Tenía 17 años. Fue a verles tocar sus tres primeras canciones en un homenaje al recientemente fallecido cantante de Lif en un gaztetxe de Hondarribia (Guipúzcoa). La banda ni siquiera tenía nombre aún y él no había empezado a tocar la batería. En julio de ese mismo año tocaron junto a Aina en la que fue su primera actuación completa. «Y nunca olvidaré poco después, cuando sacaron su primera maqueta, que tocaron en una pequeña esquina de la playa de Hondarribia. Fui con Ionyu, el amigo con el que entré precisamente en Lisabö años después. Y recuerdo pensar: “¡Hostias! ¡Qué guay es esto, tío!”. Es como si hubiéramos visto algo que no habíamos visto antes. Seguramente existiría, pero yo no lo había visto. Y la verdad es que fue como un chute de energía. De… ¡joder!», cuenta.

Sergio González (Irún, 1981) tampoco estuvo desde el principio. Ha entrado en Lisabö hace un año y medio –«igual otro de la banda te podría contestar mejor a algunas cosas», se disculpa–, pero todos se conocen desde que eran «unos críos». «Les había visto en mil conciertos antes y nos habíamos ido de parranda otras mil veces –explica–. Todos los de Irún que estamos metidos en la música andamos por el barrio de Mosku [barrio Ama Xantalen] y somos una especie de cuadrilla. Desde Fermin [Muguruza] a la gente de Dut, pasando por Lips o la asociación Psilocybe».

–¿Y cómo veíais a un grupo como Lisabö desde fuera?

Sergio: Para nosotros siempre fue un referente… ¡siempre! Una especie de ejemplo a seguir por su manera de entender la música y su filosofía a la hora de hacer los discos y tener el control de todo el proceso. Por eso estoy muy contento de haber entrado en Lisabö… mucho.

Muy poco después de autoproducirse aquella primera maqueta y de aquel concierto en la playa de Hondarribia les llegó la oferta de Esan Ozenki. El sello fundado por Fermin Muguruza para publicar los discos de Negu Gorriak les echó el lazo, con un ojo puesto en la filosofía de Dischord, Minor Threat y Ian Mackaye, y el otro en Alternative Tentacles Records, Dead Kennedys y Jello Biafra. De hecho, en las mismas fechas surge la oportunidad de telonear a Fugazi en Bergara y cumplen demasiado rápido lo que habría sido el sueño de otros muchos grupos. «Esa quizás haya sido la experiencia más emocionante para quienes formamos Lisabö», aseguraba el guitarrista Javi Manterola poco después de publicar aquel debut: «Ezarian» (Esan Ozenki, 2000).

Póster del concierto de Lisabö y Anari en la sala Caracol (Madrid)

Imanol Urizar (guitarra) dejó el grupo poco antes por motivos de trabajo. Era el primero de los muchos cambios que ha sufrido el grupo en veinte años sin que estos hayan conseguido matar a la bestia. El trío decidió entonces dar entrada a Aida Torres como segunda batería, tras haber estado probando y jugueteando con la idea en las improvisaciones de los ensayos. Fue allí donde se fraguó el cambio que ha marcado el ADN de Lisabö y del que ahora se encargan precisamente Eneko y Sergio. «Siempre había escuchado las dos baterías desde el público y nunca había percibido los matices hasta que empecé a tocar con Eneko. Lo que más me llamó la atención el primer día en el local fue que casi nunca tocamos el bombo a la vez. Fue una sorpresa. Aunque lo parezca, nunca hacemos lo mismo», subraya el último fichaje.

Hasta el día de hoy, Lisabö ha publicado cinco discos y un epé, además de la mencionada maqueta. Siete referencias con las que los de Irún se han ido ganando el respeto de los medios independientes y de todo aquel que se ha acercado a verlos en directo. También han crecido en intensidad y complejidad, llegando a formar la banda dos baterías, dos bajistas, dos guitarristas y Martxel Mariskal, el poeta y novelista vasco que les lleva más de década escribiendo las letras. Una continua búsqueda con la que se ha ido sacudiéndose de encima las referencias más obvias de Sonic Youth, Swans, Shellac o Slint, para construir un edificio propio cuya última planta ha sido «Eta Edertasunaren Lorratzetan Biluztu Ginen» (Bidehuts, 2018).

El álbum llegó tras siete años de silencio, pero lo publicaron por sorpresa y sin avisar. Y este sábado lo traen a la sala Caracol de Madrid con la excusa de tocarlo en directo. Lo harán acompañados de Anari, la compositora vasca con la que decidieron montar en 2007 el colectivo Bidehuts. Un sello cuyo objetivo es publicar todos sus trabajos al margen del mercado y de la infraestructura de otras discográficas, para que «todo el proceso esté en nuestras manos».

–En 1999 fui a Bergara desde Madrid para ver el concierto de Fugazi con Lisabö [+Half Foot Outside] en la sala Jam. ¿También estabais entre el público?

Sergio: Sí, en ese concierto estuve. Para mí fue uno de esos conciertos que recordaré toda la vida.

Eneko: Ionyu sí que fue, pero a mí mis padres no me dejaron… era muy joven [risas]. Se me ha quedado clavado. Cuando tocamos en el Primavera Sound el pasado 31 de mayo, Javi y Txap [Karlos Osinaga, guitarrista y fundador de Lisabö] se quedaron un día más para ver a The Messthetics, el grupo de Joe Lally y Brendan Canty. Estuvieron hablando con ellos y todavía se acordaban de aquel concierto. ¡Pero eso con Fugazi debe ser normal, porque creo que se acuerdan de todo!

–Aún no estabais en la banda, pero os movíais en la misma órbita…

Eneko: Sí. Ionyu y yo montamos un grupo, Riddim. Conseguimos un local en Irún, una casa vieja y abandonada en la que ensayaban un montón de bandas. Dio la casualidad de que justo en la puerta de enfrente estaban Lisabö. Nunca grabamos nada, pero íbamos allí y nos poníamos a improvisar. Hablando con Txap años después, me confesó que cuando nosotros nos poníamos a tocar, ellos paraban para escucharnos. Y nosotros hacíamos lo mismo para escucharlos a ellos.

Sergio: Somos amigos de toda la vida. De hecho, Txap era técnico de sonido en un grupo en el que yo tocaba. Ahora rozamos los 40, pero entramos en el mundo de la música juntos. Yo estuve en Izaera y con Sorkun & Vice Presidentes. También hemos compartido locales. De hecho, cuando introdujeron la segunda batería, nuestras bandas ensayaban una al lado de la otra.

–Y aún así el rollo de las dos baterías os pilló por sorpresa a la hora de tocar.

Sergio: Sí… El primer día que ensayé con ellos fue un subidón. Una alegría enorme verme tocando las canciones nuevas y las que había escuchado doscientas mil veces… ¡Una sensación muy guapa y emocionante! Pero también una sorpresa, porque me di cuenta de que, aunque sea un ritmo básico, la línea del bombo la compartimos sin coincidir. Por ejemplo, uno mete el primero y el tercero y otro, el segundo, aunque luego sí que coincida algún redoble o un plato. Eso exige una coordinación muy grande, aunque desde el público no lo parezca.

Eneko: No es fácil entender el idioma de las dos baterías. Tú a un batería le pides que no meta bombo y te dice: «Coño, ¿me estás tomando el pelo?». Pues eso en Lisabö puede pasar. A mí también me costó. Recuerdo al principio, en 2004, que no entendía qué hacía Aida tocando un ritmo básico solo con la caja y el charles durante un minuto. Luego le pillas el tranquillo y… ¡hostias, mola mucho! Es como tocar con una pequeña orquesta. En alguna ocasión incluso me han dicho: «Para lo que hacéis, con una batería es suficiente». Y yo: «Joder, vale, pues hazte tú una banda y vete con solo una batería. ¡A mí que me cuentas!». El caso es que nuestra propuesta son dos baterías y punto. Para tocar con dos baterías tienes que ser bastante solidario. Si en una canción tienes que tocar sólo el charles… pues nada.

–¿Que otras bandas con dos baterías os marcaron?

Eneko: La primera con la que flipé fue con Tortoise. También con Fugazi cuando incluyeron la segunda. Y Action Beat, Boredoms o Him [de Doug Scharin], a los que vi hace años en una especie de salón de bodas.

–Hace poco dijisteis en una entrevista para «Mondosonoro» que, «más allá de la propia la necesidad de crear algo, no esperamos o buscamos nada con ello». ¿Quiere decir eso que seríais igual de felices sin salir del local de ensayo?

Eneko: Quiere decir que, cuando empezamos a hacer algo, nunca hay una pretensión más allá que las ganas de ponernos a tocar juntos. Todo lo demás va viniendo poco a poco. La idea que nos mueve hacer un disco nunca es grabarlo para poder salir a tocar. Para nada. Nos vamos marcando pasitos hacia adelante según van surgiendo las cosas y vamos tirando. No sé cómo explicarlo… Si pasamos mucho tiempo sin ensayar o grabar, no tenemos la sensación de que la banda se haya acabado. Estamos ahí, ya empezaremos otra vez. No tiene gran misterio.

–¿Cómo ocurrió esta última vez, después de siete años parados?

Eneko: Yo estaba en Alemania y vine dos fines de semana porque decidimos quedar para tocar un poco. No estaban Iban ni Joseba Ponce, que nos había ayudado en la gira anterior. Aún así quedamos nosotros cuatro solos. Pusimos los micrófonos y nos grabamos improvisando. Aquello fue el germen de «vamos a hacer algo más», porque en esos dos fines de semana salieron la mayoría de las cosas que hay en el último disco.

–¿Y por qué no anunciasteis que habíais grabado un disco hasta un día antes de publicarlo? Desde fuera puede dar la sensación de que no queríais exponernos demasiado….

Sergio: Entiendo que se piense que no queríamos promocionarlo, pero no es para nada así. Cuando yo entré en el grupo decidieron mantenerlo en secreto porque no sabían qué plazos iban a poder cumplir. No querían sentir la presión de anunciar la salida en noviembre y no llegar a la fecha por temas de trabajo, familia u otras situaciones personales. Eso jode bastante.

Eneko: Entiendo que pueda llamar la atención, porque hoy en día se retransmite todo. Las bandas retransmiten hasta lo que no deberían retransmitir, pero nosotros decidimos hacerlo poco a poco y, cuando lo tuviéramos, ya lo diríamos. No es que quisiéramos escondernos ni saber nada del mundo, aunque lo cierto es que ha sido un poco incómodo a veces, porque hemos llegado a mentir a gente cercana cuando desaparecíamos para ensayar durante ocho horas.

–¿Qué tipo de mentiras?

Eneko: Pues mentiras para mantener en secreto que estábamos preparando el disco. Y ha merecido la pena, porque cuando anuncias estas cosas te empiezan a llegar propuestas de entrevistas, conciertos, presentaciones y demás. Y esta vez ha sido guay, porque mientras preparábamos el disco, estábamos solo pendientes del disco. Hoy en día, parece que en la música hay que contarlo todo en todo momento. A la gente… mmmm… ¡joder, no sé si esto que voy a decir debería decirlo! Bueno, pues que a la gente de la música le gusta hablar mucho. En los años que llevo tocando, he conocido a gente muy maja, pero también a gente a la que lo que le gusta es figurar y hacerse el importante.

–¿Quieres decir que ha sido para protegeros?

Eneko: Fue una decisión improvisada al principio que nos ha durado mucho tiempo. Cuando nos empezamos a juntar ni siquiera teníamos pretensión de hacer ningún disco. De hecho, sacarlo era un logro. Podíamos haberlo publicado sin que hubiera habido presentaciones en directo después, tranquilamente.

–¿Lo planteasteis alguna vez?

Eneko: Sí, sí… eso se planteó. Hacer el disco y luego no tocar. Porque, claro, no había banda. No teníamos al otro batería ni al segundo bajista, que lo dejaron nada más sacar el disco. De hecho, Sergio y Borja Toval han entrado para los directos.

Sergio: Una de las cosas que más me ha atraído de la banda es que intentan hacerlo todo a su manera. Aunque ya me lo podía esperar, al estar dentro me ha sorprendido aún más: la naturalidad con la que hacen las cosas, aceptando los ritmos que tiene cada uno con sus vidas. No es fácil cuadrar los horarios de seis personas para hacer cualquier cosa. No solo ensayar o salir a tocar, también hacer envíos de los discos de Bidehuts o cualquier cosas de la asociación.

–¿Fue casualidad que la publicación coincidiera con el aniversario de la muerte de Mikel Laboa?

Eneko: Eso no fue casualidad. Nos hizo ilusión que coincidiera con esa fecha, aunque no podíamos anunciarlo hasta que no tuviésemos las copias. Es una fecha especial en el calendario de Lisabö.

–La colaboración con él surgió justo cuando tú, Eneko, entraste en Lisabö, ¿no?

Eneko: En el primer disco que yo participé de Lisabö, «Izkiriaturik Aurkitu Ditudan Gurak» (Metak, 2005), iba a colaborar Mikel Laboa, pero al final no fue posible porque él estaba preparando su propio disco de colaboraciones: «Xoriek». Y fue precisamente él quien al final nos propuso participar en él.

–¿Qué significó para vosotros?

Eneko: La oportunidad de conocer a una persona genial como él. No se, tengo la sensación de que pocas personas conoceré como Mikel Laboa en mi vida. Tenía un aura muy especial, pero una forma de ser muy sencilla. Te hacía sentir que Lisabö era tan importante como él en su propio proyecto. Nos marcó mucho a todos.

–¿Cómo le recuerdas en el estudio?

Eneko: Un día entramos en la sala de control para escuchar lo que Lisabö había grabado. Nosotros estábamos escuchándolo por los monitores y él, en una esquina solo, lo hacía por unos cascos a un volumen atronador [risas]. Más tarde dio su último concierto en la playa de la Zurriola de San Sebastián con Bob Dylan. Nos dijo que su intención era que tocáramos con él en directo la canción que habíamos grabado de su disco, pero los de producción se debieron echar las manos a la cabeza. No quisieron montar todo nuestro equipo solo para una canción. Así que, al final, no se pudo hacer. Él tocó la canción y nuestra parte se lanzó grabada y su banda tocó por encima.

–Que pena…

Eneko: Sí, la verdad es que habría sido bonito. Porque, además, fue su último concierto antes de fallecer.

–¿Cómo os sentisteis escuchando vuestra música grabada cuando fuisteis al concierto?

Eneko: La verdad es que a mí se me pusieron los pelos de punta, pero a la vez era un poco extraño, porque era Mikel Laboa tocando delante de miles de personas en un escenario gigante de Heineken… no sé, estábamos disfrutando del concierto, pero a la vez estábamos un poco fuera de lugar.

–¿De dónde surge la idea de crear Bidehuts?

–Eneko: Lisabö ha sido cien por cien autónomo siempre, aunque los discos salieran en Esan Ozenki, Metak o Acuarela. Bidehuts fue, por lo tanto, el paso natural. En un principio lo creamos solo para hacer un single compartido entre la banda Inoren Ero Ni y nosotros, ya que creíamos que no encajaba en el catálogo de Metak. Pero como Metak desapareció en ese momento, nos volcamos en Bidehuts. De hecho, el single iba a ser la primera referencia y acabó siendo la quinta.

–¿Cómo funcionáis a la hora de financiar los discos de cada banda?

Eneko: Los grupos se trabajan y pagan cada uno sus discos. Todo son autoproducciones. Luego Bidehuts hace un pequeño trabajo de promoción que compartimos entre todos, rotándonos. Tenemos un pequeño local donde guardamos el stock y donde hacemos los envíos de las ventas por internet. Nadie cobra por este trabajo, todo es voluntario. Somos una asamblea y el que trabaja lo hace porque en ese momento puede. Cuando empieza a tener menos tiempo, da un paso atrás y otra persona coge el trabajo que estaba haciendo el compañero. ¿Qué tiene eso de malo? Pues que no podemos ir a un ritmo muy rápido, pero es lo que hay y lo que queremos. En 10 u 11 años nunca hemos necesitado, ni creo que necesitemos, contratar a alguien para llegar a más sitios.

–¿Y el dinero para hacer todo eso?

Eneko: La financiación de Bidehuts viene de algún concierto que hacemos de vez en cuando y de la venta de los discos por correo. A esta venta le ponemos un porcentaje que va para el colectivo. Y también sacamos dinero de una feria de discos que se hace en diciembre en Durango. Y eso para enfrentar los gastos de Bidehuts del siguiente año viene muy bien.

–¿Qué porcentajes exacto aportáis?

Eneko: De las fiestas normalmente el 100% va para Bidehuts, de manera que los grupos nos involucramos y tocamos gratis. Y no importa, porque si va para Bidehuts, Lisabö también está ganando dinero. De los discos que vendemos por la página web, Bidehuts se queda un 20%. De lo que vendemos en la feria de Durango, un 40%. Pero son porcentajes que van variando dependiendo de la necesidades que tiene la asociación y que todos decidimos en una asamblea. Si un año la cosa está jodida, podemos subir el porcentaje. Y si va bien, lo podemos mantener o bajar para que las bandas se queden más. Lo vamos hablando y decidiendo.

–¿Os habréis visto muchas veces empaquetando discos de Anari para enviarlos aunque no toquéis en su banda?

Eneko: ¡Sí! Y esa también es la magia de Bidehuts, poder involucrarte en otros proyectos. Hay discos que los he sentido como míos, porque en ese momento estaba metido en la venta por correo. Y es que… ¡hostias, un disco de Anari mueve mucho! Y si no te dedicas a ello ocho horas al día, nada. Te exige mucha intensidad y mucho curro fuera de tu verdadero trabajo. Y horas de sueño. Eso a mí me gusta mucho, porque te hace sentir parte de los otros discos.

–Es curioso, porque el punto de unión de las bandas que formáis Bidehuts no es el estilo de música.

Sergio: Eso es. Al entrar me he dado cuenta de que el estilo de la música pasa a un tercer o cuarto plano. Son estilos muy diferentes, pero les une la actitud, la filosofía del proyecto, el amor a la música y las ganas de hacer las cosas de una manera fuera de lo establecido. El interés por mantener todo el control del proceso. Eso hace que la relación entre los grupos de Bidehuts sea estupenda. He visto cómo hacen las cosas manualmente ellos mismos, desde las cajas de los discos, pegar las pegatinas y hacer los envíos. Me he dado cuenta de que somos un grupo de amigos que compartimos la pasión por hacer las cosas de una determinada manera.

Eneko: Sí… en todas la bandas había un vínculo de amistad. Y luego también hay ganas de currar. No es fácil ser parte de Bidehuts, porque das mucho. Autoproducirse dentro de un colectivo en el que hay diez bandas más y donde las decisiones son comunes es difícil. Lisabö a lo mejor no saca disco hasta dentro de cinco años. Y el año que lo hace, nos pilla en un momento en el que Bidehuts cambia todo el sistema de distribución. ¡Hostias, es como echarme piedras en mi tejado! ¡Justo cuando vengo con mi disco! Pero eso es parte del juego… es lo que hay. En Bidehuts hay un ejercicio de solidaridad de unas bandas con otras, porque lo que más le conviene a Lisabö en un momento, no tiene porque ser lo que le convenga a Anari, a Jupiter Jon o a Sacco.

–¿Ha tentado a Lisabö alguna discográfica desde que estáis en Bidehuts?

Eneko: Alguna ha intentado echar el anzuelo [risas], pero es que ni nos lo hemos planteado. Estamos en Bidehuts porque queremos. De hecho, ni siquiera hay contratos, pero lo sentimos como nuestro proyecto, igual que es el proyecto de Anari, Audience, Joseba Irazoki, Jupiter Jon y el resto. Eso es lo que más ilusión me hace, que es el proyecto de todos. El hecho de que algunas discográficas hayan venido ofreciendo a algunas bandas hacer sus discos y que hayan dicho que no… ¡hostias, hace ilusión!

–¿Lisabö ha decidido no estar en Spotify como parte de la misma filosofía?

Sergio: Sabemos que no estar en Spotify nos limita a la hora de llegar a más público, pero no se trata de querer llegar a más o menos gente. Si te paras a pensar, estaría guay, pero no nos gusta entrar en el juego de esas plataformas digitales y no tomamos las decisiones en base a tener más o menos público. Si a alguien le gusta Lisabö realmente, tiene maneras de llegar a nuestra música y escucharnos sin tener que comprar el disco. Y nosotros, además, somos de esa filosofía, porque lo hemos hecho así toda la vida: si me gusta un grupo, me compro su disco.

–Tú has entrado en Lisabö hace un año y medio, Sergio, así que supongo que quieres que el periodo de hibernación llegue lo más tarde posible…

Sergio: ¡Sí, claro! Pero creo que es una sensación compartida, lo hablamos el otro día entre nosotros. El hecho de tocar menos conciertos, supone disfrutar más de cada uno, como si fueran más especiales. No sé cómo lo vivirían ellos antes, pero surge una energía, una química y unas ganas de tocar tremendas, se nota en los conciertos. Nos vaciamos allí arriba, nos dejamos todo. Lo disfrutamos un montón. Y el hecho bajar del escenario después y juntarnos… ¡buah, tío! ¡Tener esa sensación de «¡qué guay!» es lo mejor! Ver a mis compañeros salir contentos y emocionado del escenario, después de veinte, no tiene precio.

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