Si Beethoven, Mozart o el maestro Rodrigo levantaran la cabeza y vieran a un tipo con cara de pupila dilatada, acercándose a un portátil para pulsar una tecla, dar un paso hacia atrás y ponerse a bailar a modo de tic nervioso mientras se bebe una cerveza; y a otro a su lado con cara de pocos amigos, rascándose la cabeza como un perro pulgoso y escupiendo palabras a un micrófono, pensarían que, sin duda, en algo se han equivocado. Sobre todo cuando se percataran de que, en medio de aquel concierto escuálido, simplón y macarra, cerca de 400 personas bailan pletóricas mientras sudan la gota gorda.
Eso ocurrió el pasado viernes en la madrileña sala El sol. Al que suscribe no le hizo falta componer el «Concierto de Aranjuez» para quedarse igualmente impactado. Pero no se confundan, la propuesta de Sleaford Mods es tan simple como efectiva y muy satisfactoria. Andrew Fearn –que ha hecho de su pasividad, su sonrisa y el botellín de cerveza perenne en su mano símbolos de distinción– enchufa su ordenador y lanza sus bases de bajos martilleantes, sobre ritmos de batería programada, en una mezcla de hip hop y punk que exalta con facilidad los ánimos de los presentes. Mientras, Jason Williamson expulsa su bilis en una especie de rap macarra y socarrón, con letras tan contundentes e iracundas, como inteligentes y mordaces.
No hace falta nada más. Con tan poco, la noche fue toda una fiesta. El más soso de la sala era incapaz de dejar de mover la cabeza y los pies, mirando con cierta cara de asombro a lo que pasaba en el escenario y la respuesta que producía en el público. El resto bailaba, saltaba y se empujaba en el centro de la pista, mientras un par de fotógrafos se metían en el torbellino central para intentar captar lo mejor posible el espíritu de la velada. Quizá para eso hicieran falta cuatro cervezas, como las que Fearn repartía entre los asistentes, o las que Williamson compartía con los «colegas» de las primeras filas, al tiempo que pedía tranquilidad: «Recordad que habéis venido a verme a mi, así que un poco de calma. No son los putos años setenta». Misión imposible, por supuesto.
Entre docenas de «fuck» y «shit», fueron cayendo temas como «Jolly Fucker», «Tied Up IN Nottz», «McFlurry», «Jobseeker» o «Tweet, Tweet, Tweet». Los dardos del cantante suelen disparan en todas las direcciones. Conocidas son sus peleas verbales con el guitarrista de Oasis: «Creativamente hablando, Noel Gallagher tiene las manos manchadas de sangre». Su blanco preferido es la estupidez, ya sea en la música, la política o en el modo de vida de los ingleses. Y ellos lo son hasta la médula. Por eso fue de extrañar que, durante el concierto, Williamson no tuviera palabras contra la reelección inesperada, y por mayoría absoluta, de David Cameron como primer ministro británico. Es público el odio que tiene este dúo perteneciente a la clase obrera londinense por los tories y el UKIP. Pero la noche iba de otra cosa.
Sleaford Mods no son precisamente unos chavales. Ambos sobrepasan los 40 con creces, aunque empezaran «en algún momento de 2006», tal y como explican en su web. En este tiempo han publicado siete discos y dos epes, pero no fue hasta su penúltimo álbum, «Austerity dogs» (2013), cuando empezaron a llamar la atención del público. El último, «Divide and Exit», se colocó entre los primeros puestos de muchas de las ridículas listas que se hacen a final de año.
En todos sus discos, sin embargo, siguen la misma formula, cada vez más refinada, en la que parten del rap, para convertirse en uno de los grupos más punk que hemos visto últimamente… incluso aceptando esa tendencia al «postureo» que esperamos que no acabe transformándose en una caricatura de ellos mismos.
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