Europa contra Rusia, la guerra de los 30 minutos

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

Los enemigos de que los presidentes de Estados Unidos (EE. UU.), Donald J. Trump (DJT), y de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, firmen un acuerdo que incluya el fin de la guerra en Ucrania son numerosos.

El Partido Demócrata y el Estado profundo estadounidenses torpedean la paz porque el proyecto Ucrania ha sido, desde el primer gobierno de Obama, una de sus prioridades para cercar, acorralar, debilitar y derrotar estratégicamente a Rusia.

Europa teme que el entendimiento entre DJT y Putin sancione el resquebrajamiento de la relación transatlántica y que EE. UU. se desentienda del continente europeo y de su defensa para hacer frente a su prioridad más acuciante, Asia.

Europa debe aceptar que la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el este no continuará y que no desplegará sus tropas en Ucrania al concluir la guerra.

Los dirigentes ucranianos deben reconciliarse con la idea de que Kiev será derrotada militarmente por Rusia, no ingresará en la OTAN, no recibirá garantías de seguridad de esta y no habrá despliegue de ejércitos de la OTAN en lo que quede de Ucrania.

Asimismo, Zelensky ha de asumir que la comunidad internacional reconocerá la adhesión de las regiones de Crimea, del Dombás, de Novorossiya a la Federación de Rusia y, quizás, de otras en el norte como en el sur de Ucrania.

En definitiva, ni EE. UU. irá a una guerra contra Rusia para proteger al régimen de Kiev, ni Europa podrá financiar la reconstrucción y el mantenimiento de unas Fuerzas Armadas de Ucrania de unos 600.000 u 800.000 soldados.

El modelo de negocio de la guerra contra Rusia no tiene futuro, ya que los beneficios que ha generado para las compañías de defensa en ambos lados del Atlántico y para políticos estadounidenses, ucranianos y europeos se esfumarán.

Los objetivos de Rusia en esta guerra existencial para su nación fueron expresados en Múnich por Putin en 2007, en las cartas enviadas por Moscú a Washington y a Bruselas en diciembre de 2021 y en el discurso de Putin ante diplomáticos rusos en junio de 2024.

Moscú no permitirá una pausa en los combates sin un tratado de paz, es decir, no errará con un tercer remedo de los acuerdos Minsk I y Minsk II, ya que sería otro engaño que permitiría a Occidente salvar la situación actual y rearmar a Kiev para volver a atacar a Rusia.

Rusia es el vencedor en este conflicto.

Una paz aceptable para Moscú debería reconocer de jure, no de facto, la nueva realidad territorial, la imposibilidad de Kiev de incorporarse a la OTAN, la reducción al mínimo de sus Fuerzas Armadas y la ausencia de tropas de la Alianza en Ucrania.

Por último, la OTAN tendrá que retirar instalaciones y armamento táctico y estratégico que ha situado más allá de donde se encontraban en 1997.

A pesar de lo anterior, Ucrania sigue dando brazadas agónicas para evitar su destino, con una Europa que la anima a aceptar su sacrificio hasta el final, mientras que esta continúa con su juego infantil de boicotear los esfuerzos diplomáticos del equipo de DJT.

EE. UU. abrió la “caja de Pandora” del dossier Ucrania al diseminar la información que tiene sobre quiénes han participado en el pillaje masivo de $48 mil millones de los $300 mil millones de ayuda enviada por EE. UU. y por Europa a Ucrania.

Miembros del gobierno de Kiev, incluido el jefe de gabinete de Zelensky, fueron cesados y, en algunos casos, abandonaron Ucrania y han comenzado a aparecer nombres de dirigentes de la Unión Europea que estarían involucrados en dicho desfalco.

DJT conoce perfectamente quiénes son los dirigentes europeos que no querían que fuera reelegido en 2020 y en 2024, a quienes desprecia profundamente, y no hará nada para proteger a Europa en caso de que lo necesite.

La demanda multimillonaria de DJT contra la BBC por manipular sus palabras e imágenes durante los incidentes del 6 de enero de 2021 en Washington, D.C. y el aislamiento de Europa durante la negociación de EE. UU. con Moscú son ejemplos de lo anterior.

Europa ha quedado apartada, mientras intenta adivinar qué pasa, y anda varios pasos por detrás de los acontecimientos porque el equipo de DJT sabe que no puede negociar un asunto tan complejo como este con tantos interlocutores tan poco fiables en la mesa.

Macron, Merz y Starmer quieren revestir de victoria lo que será una derrota sin paliativos, que solo se agravará si los países europeos recurren al terrorismo contra los petroleros que navegan en el Mar Negro.

Europa se quedará boquiabierta cuando EE. UU. y Rusia sellen su acuerdo, estará obligada a aceptar la capitulación de Ucrania, que firmarán Washington y Moscú, y despertará ante el desmantelamiento parcial o total de la OTAN por parte de EE. UU.

La opción de que Europa se prepare para un enfrentamiento militar contra Rusia, sin contar con el apoyo de EE. UU., es suicida, ya que Moscú no desplegaría una contienda de desgaste como la que está finalizando contra Ucrania.

Una conflagración entre Europa y Rusia sería la guerra de los 30 minutos, dado que Moscú utilizaría brevemente armas nucleares tácticas, tras lo cual no quedarían interlocutores europeos para aceptar su rendición ante el gobierno de Putin.

Los países de Europa están perdiendo su tiempo y sus recursos en la reconstrucción de sus Fuerzas Armadas porque, en un choque de ese tipo, los carros y los aviones de combate no serán necesarios frente a un golpe de gracia como el descrito.