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Las entrevistas de Nüremberg (y 2)

Emilio de Miguel Calabia el

Igual que durante la existencia del régimen nazi, sus jerarcas se caracterizaron por sus divisiones y las zancadillas que se ponían los unos a los otros. En Nürenberg ese mal rollo resurgió. Frank dice que si Göring se hubiera dedicado menos a expoliar obras de arte extranjeras y más a la fuerza aérea alemana de la que era responsable, a lo mejor las cosas habrían sido un poco diferentes. Fritzshe carga contra Rosenberg, porque sus ideas racistas y expansionistas influyeron mucho sobre Hitler en el período 1923-1928, que fue el único en el que tuvo tiempo y ganas de teorizar. Göring ironiza que Schirach afirmará que se ha convertido en un amante de los judíos (lo cierto es que Schirach evolucionó hacia una postura algo más humana con respecto a los judíos) y afirma que Rudolf Hess siempre había estado un poco desequilibrado. Esto más que una crítica, es una realidad inapelable.

Dönitz reflexionó sobre cómo sería el mundo de después y con una claridad meridiana habló de “crear unos Estados Unidos de Europa bajo la dirección de Gran Bretaña (…) Una Commonwealth de naciones europeas que actúe de manera conjunta y compense el peso de Rusia en el Este.” Efectivamente, el temor a que el comunismo barriera el continente fue uno de los acicates para la creación de la OTAN y para el Plan Marshall, que puso las primeras semillas de la UE. Me llama la atención lo que dice sobre la dirección de Gran Bretaña. Tal vez no fuese consciente de lo debilitada que había salido de la II Guerra Mundial.

Algunos de los entrevistados destacan lo suficiente como para que merezca la pena referirnos a ellos más in extenso.

El primero es Göring, un morfinómano incompetente que se pasó la guerra arramblando obras de arte por toda Europa y no supo gestionar la Luttwaffe (sí, las acusaciones de Frank eran ciertas). La pérdida de peso y el final de la adicción a la morfina le devolvieron la energía y la arrogancia. Göring había quedado desolado cuando descubrió que Hitler no le había designado como su heredero. En Nüremberg pretendió resarcirse ejerciendo un cierto liderazgo entre los procesados y reclamando que sólo a él se le considerase responsable. Trató de que formaran un frente común en sus respuestas, pero, como en los buenos días del pasado, fueron incapaces de unirse. “Yo era el sucesor de Hitler y como tal quiero actuar ante el pueblo alemán” (adviértase que parece que no entienda que el régimen nazi se terminó). Después de repasar a otros jerarcas concluye: “Los únicos personajes populares de Alemania éramos Hitler y yo, y al final, sólo yo”. La idea de que él estaba más cerca del corazón de la gente que el propio Hitler le reconforta. No comparto esas ideas sobre la popularidad de Göring, sobre todo en el período de la II Guerra Mundial. Se mantuvo arrogante hasta el final: “Lo más extraño de todo es que no me siento como un criminal y que si yo me hubiera encontrado en Estados Unidos, en Sudamérica o en cualquier otro lugar, sería probablemente una figura política eminente. Soy un capitalista y un hombre cultivado.”

Alfred Rosenberg, cuyos diarios comenté aquí en agosto de 2018, trataba de dar la imagen de un auténtico filósofo que “mira a todo lo que transpira con una objetividad crítica, aunque no amarga”. El ideólogo terco que era no se quiere apear del burro de sus opiniones pasadas, aunque se esté jugando la vida en ello. Esquiva la pregunta de si sigue suscribiendo lo que dijo en su libro “Los protocolos de los sabios de Sión”, aunque para 1946 ya se había demostrado su falsedad. Afirma que “la cuestión judía requería tener conocimientos sobre historia, filosofía, los griegos, estudiar las razas, la música el arte y todas esas cosas” (es una paráfrasis que hace Goldensohn y en la que Rosenberg parece implicar que sólo él y unos pocos más están en condiciones de hablar de la cuestión judía.

Rosenberg presume de ser un experto en historia y filosofía, porque las ha estudiado desde la adolescencia. Se siente vanidosamente halagado con que Goldensohn tome notas durante sus entrevistas, “pero quiero que las tome fielmente y que no malinterprete mis complejas teorías y razonamientos. Después de todo, soy un filósofo y un estudioso, y mis pensamientos pueden ser complejos. Si en algún momento usted no puede seguirme, por favor, interrúmpame y le daré más explicaciones.” Podemos ver que su arrogancia intelectual era infinita; por cierto que Dante ubicaba a los arrogantes en uno de los círculos más bajos del infierno.

Albert Speer era el nazi más inteligente de todos con diferencia. De 1942 a 1945 fue Ministro Encargado del Armamento y la Producción y consiguió aumentar extraordinariamente la producción a pesar de una condiciones bélicas cada vez más adversas. La postura de Speer en Nüremberg fue reconocer su culpabilidad y mostrar arrepentimiento. Eso más la circunstancia de que había hecho lo posible para incumplir las órdenes finales de Hitler de que se destruyera toda la industria alemana como forma de castigo al pueblo alemán que no había sabido estar a la altura de su misión histórica, le salvaron de la pena de muerte. Speer en su trabajo recurrió a la mano de obra esclava y me cuesta creer que no estuviera al tanto de los campos de exterminio. Por su puesto, hubiera debido conocer más detalles que otros jerarcas.

Julius Streicher, el fundador y director de la revista rabiosamente antisemita “Der Stürmer” vivía consumido por una monomanía, los judíos, y llegó a afirmar que “Sé más sobre los judíos que los propios judíos”. Goldensohn le considera cómo una persona limitada e ignorante en general, que utiliza su manía antisemita como válvula de escape de sus conflictos sexuales y sus carencias. Goldensohn nota su renuencia a hablar de su infancia. Sin darse cuenta de la ironía de su comentario, dice: “… cuando a nosotros los nacionalsocialistas se nos acusa de crímenes de guerra y de asesinar a cinco millones de judíos y a otras personas inocentes como partisanos, rehenes y prisioneros de guerra (…) se me debería haber permitido incluir en el juicio lo mal que me trataron en Freising, recuerde, una vez finalizada la guerra.” Sencillamente, grotesco.

 

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