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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

Chonis y poligoneras

Rafael Cerro Merinero el

No puedo cometer errores científicos trabajando con un material tan sensible porque no quiero que las aludidas exijan mi emasculación, de modo que aún necesitaré unos meses de investigación para definir exhaustivamente poligonera y choni. De momento, y como primer postulado sociológico, un avance: “Toda poligonera es choni, pero no toda choni es necesariamente una poligonera”. La choni puede ocupar otros hábitats.

 

Suele exhibir grandes aros en las orejas, vestir deaf-mute trousers, lucir tatuaje de mariposa o ninfa en los lumbares, pronunciar con tronío el ejque y acompañarse de macarra con riñonera y coche tuneado. Cuando digo macarra no me refiero al significado tradicional de proxeneta o rufián, sino al de individuo chulesco que entre un Mondeo de serie y un Kadett  antiguo personalizado con doce mil euros prefiere lo segundo. En lugar de un coche grande igual que los de todos, Ruben (sin tilde) elige uno más pequeño a cambio de saber que no hay otro auto igual sobre la faz del planeta. Cuando Ruben cruza victorioso el polígono industrial de Leganés, todos saben que quien pasa es él por el alerón, el ruido y las dos soberbias rayas negras del costado. Dentro de tan mayestático automóvil, nadie se le resiste y las lunas del coche mágico siempre terminan empañadas.

 

 

El fenómeno choni es universal: Sally Hawkins borda una en Blue Jasmine aunque Cate Blanchett la eclipse haciendo de hermana pija. Pija está en el Diccionario de la Academia como persona que manifiesta gustos propios de una clase social acomodada y un día quizá también aparezca choni en ese libro. Todo Ruben anhela una choni. No sólo para lo que piensan, sino también para lucirla, bailar aires latinos o escuchar con los de las ventanillas bajados música que no siempre es de Brahms. Los altavoces del coche tuneado tienen vatios de sobra para sonorizar la catedral de Burgos, pero cubren algunos metros cúbicos menos.

La primera definición científica de poligonera es “princesa de periferia”. Desarrolla su actividad social en el área industrial del extrarradio y, más que como tal princesa, viste como una faraona que ilumina la disco con un sujetador de tirantes de fosforescencia que ella, paradójicamente, denomina “invisibles”. La fosforescencia es una luminiscencia que permanece algún tiempo al cesar la causa que la produce y los etólogos creen que la poligonera la utiliza para atraer al macho de calcetines blancos como los peces abisales la emplean para cazar y para comunicarse. Sexualmente…

(Continuará)

 

Dedicado a @mariam_colomina, que inspiró este artículo por femenino contraste de opuestos.

Agradecimiento y amistad cálida a @javiergalvezm, estudioso de estos fenómenos sin cuya epistemología no habría sido posible esta serie de artículos sociológicos.

 

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