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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

Pelotas (II)

Pelotas (II)
Rafael Cerro Merinero el

Superadas las edades de Piedra y del Bronce, vivimos la Edad de las Miserias, en la que resulta muy difícil sobrevivir fuera del pesebre. Para que te hagan la pelota tienes que acumular poder,  o morirte, o bien deber mucho dinero: la perspectiva de que puedas liquidar la deuda desatará la adulación. Ésta forma parte de nuestra vida social y puede perjudicar al eminente asequible a los halagos, que terminará creyendo que es tan perfecto como los cobistas le dicen que es. Más que la idoneidad de una decisión nos importa su origen: el jefe. El peloteo se dirige al despacho más que al directivo y, si el sillón cambia de ocupante, las reverencias se dirigirán al nuevo. Lo peor es que, como líderes, tendemos a apartar a los subordinados más útiles: los críticos, cuya opinión sobre nosotros suele ser más cercana a la realidad.

Hacer la pelota es muy rentable aquí. No porque seamos genéticamente más zalameros que los ciudadanos del resto del mundo, sino porque lo fomenta nuestro sistema de contratación favorito: la designación a dedo. Como éste prevalece sobre los criterios de aptitud, la gente se entrega más a la práctica de la genuflexión que a hacer méritos laborales. Los partidos emergentes llegan y enchufan exactamente igual que los anteriores. Además, lo justifican diciendo que “lo he fichado porque es el más apto para el puesto de cincuenta mil pavos del Ayuntamiento, no porque duerma conmigo”. También nombran asesores, que son profesionales de la nada: cargos de confianza que normalmente no requieren cualificación. Alguien señala que se pueden suprimir las diputaciones provinciales y tiembla el planeta; descubrimos que en ellas trabaja un ejército de sesenta y dos mil personas. Ni las oposiciones son una garantía de elección neutral en algunos casos: a veces se filtran las preguntas, en ocasiones la misma oposición está diseñada siguiendo el perfil previo de uno de los candidatos. Si seleccionásemos a los trabajadores de acuerdo con los principios de mérito y capacidad, las prácticas de adulación menguarían y la Administración sería eficaz. Pero, en cuanto llegamos al poder, nos ponemos como locos a contratar a nuestros amigos, yernos y barraganas. Los contratados de lo público tiemblan cuando cambia el partido en el poder. Como hemos creado un infierno sin empleo, nos volvemos más incondicionales del que lo reparte y eso genera más genuflexiones.

Los pelotas tienen mala prensa. La calle ha generado mucho léxico sobre ellos, tanto para los que se arraciman en grupo como para los que trabajan en solitario. Zalameros, alabanceros de garrafón, coros de lagoteros convulsos, alfombras humanas, perruchos de compañía y patada, architrepas, fatuos fabricantes de ditirambos, recogedores de baba, hacedores de lisonjas de todo a cien…Todos forman la fauna que sonríe al prócer.

Mi agradecimiento a José Manuel García y a Jorge Ron.

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