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Blogs Un poco de silencio, por favor... por Israel Viana

Nueva Vulcano: las estrellas del rock no brillan por aquí

Nueva Vulcano: las estrellas del rock no brillan por aquí
Los Nueva Vulcano, durmiendo en la furgoneta camino de uno de sus conciertos / ALBERTO POLO
Israel Viana el

El titular no es de cosecha propia, lo reconozco. Se encuentra en la introducción del libro de fotografías que Alberto Polo publicó a finales de 2013 sobre Nueva Vulcano: «Esto es el día a día de una banda de amigos en la carretera por amor. Las estrellas del rock no brillan por aquí, pero Artur, Albert y Wences lucen principios e integridad punk, no olvidan de donde vienen». Una descripción muy acertada de la banda barcelonesa, que este viernes presenta su último disco, «Novelería», en la Sala caracol de Madrid.

Con motivo de la gira, que también les llevará a Santiago de Compostela (25 de abril), Valencia (30 de abril), Granada (15 de mayo) y Sevilla (16 de mayo), recupero aquí la conversación que mantuve hace unos meses con el fotógrafo barcelonés, que, entre noviembre de 2009 y abril de 2011, se metió en la furgoneta para convertirse en un integrante más de Nueva Vulcano… con cámara de fotos en vez de instrumento. De esa experiencia con los que eran sus amigos desde la época en que los tres músicos sudaban la camiseta con otras bandas míticas de B-Core, como Aina o Shanty Rd., salieron las imágenes que forman «Hasta la boya y volver» (La Castanya). Un libro lleno de vida, donde la normalidad de una banda cualquiera se torna especial y excitante, con una presentación elegante y cuidada muy poco habitual en España para este tipo de obras, más habituales en Estados Unidos, donde se encuentran joyas como «Keep Your Eyes Open» sobre Fugazi, realizado por uno de los fotógrafos que influenció a Polo: Glen E. Friedman.

Y Nueva Vulcano no son Fugazi, pero en el escenario se dejan la piel con las mismas ganas que gastaban en sus primeras bandas hace veinte años. Y parece que se lo pasan igual de bien, porque las giras de Artur Estrada, Albert Guàrdia y Wences Aparicio son la excusa perfecta para, además de tocar y no ganar el suficiente dinero como para vivir, visitar a los viejos amigos, disfrutar de la comida y, según escribe el cantante y guitarrista en las primeras páginas, «contribuir a la consolidación de un circuito de salas de pequeño-mediano aforo en las que se pueda tocar música rock» y «visitar los mejores bares del Estado».

Y Alberto Polo siempre ha estado ahí, cámara en mano, siendo espectador y actor al mismo tiempo: «Pensad que el amigo tiene un archivo maravilloso de todos los grupos que nos cambiaron la vida a finales de los 90. No faltaba nunca en el Garatge o en el Sidecar y después se marchaba mientras nosotros nos quedábamos en el bar», recuerda Artur.

Hoy responde el fotógrafo…

–En la introducción de tu libro sobre Nueva Vulcano aseguras que «los mejores pasos adelante son los que se dan por amor».

–Me refiero al amor que ponen en todo el proceso de crear canciones y tocarlas. Y cuando estás encima de ellos yendo de un lado a otro, lo percibes en como disfrutan y como les acogen. Todo es por amor a la música y a la amistad. Yo siempre les digo que salir de gira con ellos es una excusa para ir a ver a amigos y, desde luego, comer. Con Aina [el anterior grupo de Artur Estrada] sí que lo mismo perdían peso, pero ahora creo que no. No hacen esto por dinero. Ninguno de los tres viven de Nueva Vulcano, en absoluto. Sacan para darnos una buena comida cuando vamos por ahí algún día e invitar a algún amigo.

–¿Y a qué se dedican?

–Wences es diseñador gráfico. Artur trabaja en un bar pequeño, el Heliogabal, encargándose un poco de la programación, organizando tres o cuatro conciertos a la semana, también con muchísima pasión y muy pocos recursos. Y Albert trabaja también allí de vez en cuando y, a la vez, se encarga de dirigir su propio proyecto, que es la discográfica de La Castanya.

–No viven de Nueva Vulcano pero se han ido haciendo con una buena legión de seguidores…

–Allá donde van, sin ser una banda de masas, la gente se entrega mucho. En sus conciertos, se corean las letras de principio a final y eso es como pagarles de otra manera. Para ellos supongo que ese es el motor principal, la pasión.

–Hablas de conceptos como el amor, la pasión o el sacrificio. ¿Cómo de difícil es capturar estas sensaciones con una cámara?

–Estoy continuamente observando y con la cámara encima en todo momento. Y también es un ejercicio de pasión por mi parte, de estar absolutamente involucrado. Tengo la suerte que ya, desde el primer día que me subí en la furgoneta, me consideraron un Nueva Vulcano más. Y así me lo dijeron. «Está Sergio, el técnico de sonido, y tú. Iniciamos una nueva etapa». Pero has de echarle horas. No iba a pasárselo bien e ir a comer.

–Da la sensación de que los conciertos son solo una parte de la historia, y no la principal, a pesar de lo que podría esperar el fan.

–Hay fotos de conciertos acústicos y eléctricos que, obviamente, tienen que estar, pero eso era lo de menos. Lo que me interesaba de esta historia es reflejar porque Nueva Vulcano hacen lo que hacen, con esa pasión de hacerlo ellos todo. Descargar, buscar los hoteles, encargarse de todos los conciertos, etc. Quería desmontar esa idea falsa de la gente se cree que, a lo mejor, las cuerdas siempre las cambias en un camerino y muy habitualmente no tienen camerino o, incluso, ni siquiera lo utilizan.

–Dices que «las estrellas del rock no brillan por aquí». ¿Es eso lo que te fascina de esta experiencia y de las bandas que llevas fotografiando todos estos años?

–A mí también me gustan algunas estrellas del rock, pero sí, eso define muy bien lo que estoy diciendo. Nueva Vulcano no van de estrellas del rock. El rock está a cuentagotas en el libro, porque yo quería evitar un poco todos esos tópicos de que solo es sudor y guitarrazos todo el rato. Pues no, hay muchas más cosas y es una historia mucho más bonita, de amistad, de amor, de pasión o de mucho esfuerzo, entre otras cosas.

–¿Y qué estrella del rock te gustaría fotografiar?

–No sé si es una de esas estrellas superrutilantes, pero a mí me gustaría fotografiar a Nick Cave. No es un referente de todos estos grupos que estamos hablando, pero me gusta mucho la presencia que tiene en el escenario él y toda su banda. Siempre y cuando pudiera fotografiarlo de cerca, que es cuando obtienes imágenes mucho más agradecidas y sacar mucho más de ti.

–¿Qué te atrajo de ese mundo del rock cuando empezaste a fotografiar?

–Empecé a fotografiar a bandas y a «skaters», hace unos 20 años, por pasión a ambos mundos. Iba a conciertos de los grupos que me gustaban y cpmencé a documentar algo que me atraía sin más intención que esa. Poco a poco me fui dando cuenta de que tenía un archivo bonito y de que hay grupos que están tocando en Barcelona que son más cercanos, como Aina en su momento, con los que puedo hacer cosas. Sin quererlo, evolucioné como fotógrafo y ellos como banda y terminé haciendo este libro de Nueva Vulcano.

–¿Te acuerdas del primer concierto al que llevaste la cámara?

–El primero no lo recuerdo. Seguro que fue alguna banda local. Seguramente Aina fue una de ellas y muchas bandas de punk que venían de Washington, que siempre fueron la referencia. Las primeras fueron, posiblemente, Down By Law, Make Up o Fugazi aquí en Barcelona y en Inglaterra muchas veces… no sé… muchas. Ahora me preguntas y me quedo en blanco.

–¿Y una banda con la que te gustaría irte de gira para sacar otro libro?

–Complicadísimo. Algunas de las que te podría decir ya ni existen. Sonic Youth, en algunas épocas, me habría hecho mucha gracia. Lungfish también. Y Fugazi, desde luego, si tocaran aún. Ahora mismo, por ejemplo, los Obits, porque me parecen unos tipos supersencillos, con una actitud que es un poco como la de Nueva Vulcano respecto a todo lo que hacen y estaría encantado.

 

Imagen de Nueva Vulcano incluída en «Hasta la boya y volver» / ALBERTO POLO

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