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Pivote hacia Asia de Rusia

Pivote hacia Asia de Rusia
Putin (i), Modi (c), Xi (d), Cumbre G20, Osaka, Japón, 28 de junio de 2019.
Jorge Cachinero el

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

El Economista, 21 de octubre de 2024, p. 29.

Barack Obama, presidente de Estados Unidos (EE. UU.) de 2009 a 2017, diseñó una estrategia para Asia que se anunció en noviembre de 2011 bajo la expresión de “Pivote hacia Asia”.

Su misión era que EE. UU. desempeñara el liderazgo en Asia gracias a un proyecto integrado de diplomacia, defensa y economía desde el subcontinente indio hasta el noreste de Asia.

EE. UU. quería moldear profundamente su relación con China con ese designio.

A Obama se le denominó el primer presidente estadounidense “Pacífico”, por el océano y no, por el Premio Nobel de la Paz que se le entregó en 2009 por méritos aún hoy desconocidos.

La realidad es que los años pasados de EE. UU. en Asia han constituido una “década pérdida”, como se reconoce hoy en Washington.

Rusia está aprovechando, en cambio, las circunstancias derivadas de la crisis en Ucrania para actualizar su acercamiento al continente asiático.

El enfrentamiento entre EE. UU. y Rusia en Europa está provocando un cambio tectónico del que está emergiendo un nuevo orden mundial distinto a los anteriores.

Asia es un continente diverso, con múltiples subregiones, que está floreciendo a medida que el centro de gravedad del planeta se inclina desde el Oeste hacia el Este.

Rusia es una nación euroasiática en lo geográfico, en lo histórico y en lo cultural y está fortaleciendo su perfil de potencia asiática oriental.

Moscú ha tomado ese rumbo apalancándose en sus capacidades militares globales, ya que la arquitectura de seguridad del Este de Asia se refuerza mientras que la europea colapsa.

Rusia tiene identificados los países prioritarios de su diplomacia en Asia y con los que quiere establecer un nivel enriquecido de relaciones futuras.

Rusia y China no han tenido nunca una conexión tan estrecha.

El encuentro entre rusos y chinos es el resultado de una serie de coincidencias afortunadas en un tiempo plagado de tendencias globales y regionales compartidas por ambos países.

Moscú y Pekín combinan sus esfuerzos dentro de las organizaciones internacionales a las que ambos pertenecen porque se reconocen como socios estratégicos que coordinan sus políticas exteriores, ya que hacen frente a retos que identifican e interpretan de forma similar.

Asimismo, la balanza comercial entre los dos países ha superado los $240 millardos de valor.

Este círculo virtuoso se cierra con una interlocución personal excelente entre Putin y Xi.

La relación de negocios de Rusia y la India es la piedra angular de su interacción, ya que el comercio entre aquella y la tercera economía más grande del mundo se ha disparado desde los $15 millardos de hace años a los $65 millardos actuales.

Rusia y la India cooperan en el terreno de la defensa y de la energía, dado que las compañías rusas son grandes suministradores de sistemas de armas y la India es uno de los importadores más importantes de crudo, de gas y de gas natural licuado rusos.

El gobierno ruso ha abierto vías de cooperación nuevas con Irán y con Corea del Norte.

Teherán se está convirtiendo en un socio crítico de Moscú.

El presidente Putin dio el visto el bueno el 18 de septiembre pasado para la firma futura entre ambas capitales de un acuerdo de asociación estratégica, que plasmará el papel decisivo que Irán jugará en el futuro como vía logística entre el norte y el sur del continente asiático.

Pyongyang es una de las sorpresas de la diplomacia rusa en los últimos meses porque los acuerdos a los que llegaron ambos países durante la visita de Putin al país en junio de 2024 colocan su cooperación a un nivel de alianza estratégica.

Putin (i), Kim Yong Un (d), Pyongyang, Corea del Norte, 19 de junio de 2024.

La conexión entre Rusia y Corea del Norte podría cambiar el equilibrio de poder en aquella región y ha hecho que EE. UU. entre en estado de pánico.

Por último, Rusia está aprovechando el hecho de que Vietnam define su política exterior como de vectores múltiples, es decir, sin sacrificio de su colaboración con China o con Rusia en favor de la existente con EE. UU.

Moscú aspira a hacer crecer su balanza comercial con Hanoi más allá de los $4 millardos actuales, que palidecen ante los $120 millardos de la chino-vietnamita.

Rusia no quiere dejar a nadie fuera de su estrategia.

Por ello, la diplomacia rusa persigue multiplicar el carácter de socio comercial crítico de los países miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), incluyendo aquellos que no están muy cerca de Moscú, como es el caso de Singapur.

Asimismo, Moscú apoya la expansión de la Organización de Cooperación de Shanghái, de la que Bielorrusia es ya miembro, a pesar de no ser un país asiático.

Este despliegue de Moscú no está exento de riesgos y de retos.

En primer lugar, la competición creciente entre EE. UU. y China está condicionando a toda la región asiática, dado que la escalada de la crisis en torno a Taiwán se agrava.

La política estadounidense sigue empeñada en achicar los espacios de seguridad con la proliferación de embriones de una OTAN asiática, como son AUKUS -con Australia y Reino Unido- o el grupo trilateral con Japón y Corea del Sur.

Por último, las tensiones en la península de Corea o las disputas territoriales en el sudeste asiático entre China, Filipinas, Malasia o Vietnam son fuentes de inestabilidad en Asia.

El Pivote hacia Asia de Obama fracasó.

La ironía del destino es que la guerra que EE. UU. provocó contra Rusia en Ucrania ha empujado a que Moscú robustezca su naturaleza de gran potencia euroasiática y esquive el intento de aislamiento internacional que iba parejo a aquel desafío en suelo europeo.

 

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