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Transcaucasia, fisuras y oportunidades

Transcaucasia, fisuras y oportunidades
Jorge Cachinero el

Todo país con ambiciones globales se siente atraído por la región meridional del Cáucaso.

No en balde el 70% de las reservas naturales de gas y de petróleo del mundo se encuentran localizadas en el Golfo Pérsico y en el territorio del Mar Caspio.

TranscaucasiaЗакавказье, en ruso, o Zakavkazye, en su grafía en alfabeto latino- es una región pequeña, de unos 186.100 kilómetros cuadrados, aunque con una alta densidad de población, situada al sur de las montañas del Cáucaso, que limita al norte con la Federación Rusa, al este, con el Mar Caspio, al sur, con Irán y con Turquía y al oeste, con el Mar Negro.

El Cáucaso meridional incluye tres estados independientes: Georgia, en el noroeste, Azerbaiyán, en el este, y Armenia, situada, en gran parte, en una alta meseta montañosa al sur de Georgia y al oeste de Azerbaiyán.

Desde un punto de vista geográfico, por lo tanto, la Transcaucasia es una región transcontinental, ya que es intersección de dos continentes -Europa Oriental y Asia Occidental-, y, por ello, en ella se solapan los intereses estratégicos, políticos o económicos de Estados como Rusia, como Irán, como las repúblicas de Asia Central o como Turquía.

En definitiva, la geografía es el destino de las naciones, el núcleo central que define su política exterior y de seguridad, si ésta está definida correctamente, y, por lo tanto, de acuerdo con la estructura que forman, conjuntamente, las distintas capas de su geografía, de su historia, de sus intereses y de sus valores.

De hecho, en la historia de Transcaucasia se pueden encontrar escondidas las semillas de la inestabilidad actual de la región.

Debido a su ubicación geográfica, entre dos continentes, y al ser territorio tradicional de tránsito para pueblos y para civilizaciones, el Cáucaso meridional ha sido, a lo largo de la historia, sujeto de invasiones de procedencia diversa y de orígenes variados, que han marcado la conformación social y cultural de su presente.

En el siglo IX antes de Cristo (a.C.), el Caspio occidental fue ocupado por el Estado armenio de Urartu -nombre procedente de urashtu, palabra asiria que significa “lugar alto“- y por dos reinos georgianos –Iberia, en el este y Colchis, en el oeste-, divididos en dos partes, cada uno de ellos.

En el siglo V a.C., el antiguo Estado armenio fue dividido en dos, uno, que acabó integrado en el Imperio Bizantino y otro, en el Imperio Sasánida persa.

Desde la ocupación de Transcaucasia por el Imperio Romano, en el año 66 a.C., aquel territorio cambió de manos en múltiples ocasiones, entre los imperios romano y persa, y, en aquel período, el zoroastrismo -religión monoteísta persa preislámica- era la creencia más extendida entre la población del Cáucaso meridional.

Después de que, en los primeros tres siglos de nuestra era, el cristianismo se extendiera por la península de Anatolia, a finales del siglo III después de Cristo (d.C.), el cristianismo llegó al Caspio: Armenia fue el primer Estado de la región en adoptar el cristianismo como religión oficial, en el año 301, y el rey georgiano Mirian III de Iberia hizo lo propio en el suyo, en el año 331.

La pluralidad y la profundidad de las raíces religiosas de los pueblos de la región es una de las razones de las fracturas políticas actuales en Transcaucasia.

Desde el siglo IX d.C., el Cáucaso meridional fue sometido por abasidas, por mongoles, por bizantinos y por otomanos.

En concreto, la Georgia oriental fue un protectorado iraní, durante los siglos XVI al XVIII, y toda la Georgia, desde 1783, lo fue de Rusia y permaneció bajo la órbita de Rusia hasta la desaparición de la Unión Soviética.

La fragmentación política de Transcaucasia, a lo largo de la historia, es otra de las causas de la inestabilidad política presente en el Cáucaso meridional.

Hoy en día, existe un interés compartido por todas las partes afectadas para poner coto a las fuentes de desequilibrio regional.

En el terreno de la seguridad, el papel desempeñado por Rusia y por la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) para poner fin al intento de desestabilización política de Kazajistán, en enero de 2022, o, de nuevo, el rol de Rusia para forzar un cese del fuego entre Armenia y Azerbaiyán, tras nuevos brotes de confrontación militar entre ambas, de mayo de 2021 a enero de 2022 y en julio y en agosto de 2022, en su conflicto histórico sobre la soberanía del territorio fronterizo de Nagorno Karabaj, son muestras de esa aspiración por limitar la escalada de las fricciones en la zona.

Nagorno Karabaj

El ámbito de la cooperación económica, por otro lado, es en el que se están desarrollando ideas y proyectos que dan razones para la esperanza y para el optimismo a los países de la zona.

En materia energética, el proyecto del gaseoducto transcaspianoTrans-Caspian Pipeline (TCP) project, en inglés- para trasladar gas natural desde Turkmenistán -país que cuenta con 13.950 bcm (billions cubic metres, en inglés, la unidad de medida estándar en el mercado internacional de la energía), o 13,95 millardos de metros cúbicos, de reservas probadas de gas natural, las sextas más grandes del mundo- a Azerbaiyán es, sin duda, de importancias geopolítica y estratégica enormes para toda la región y, por ello, el acuerdo de 2018 para construir un gaseoducto en el fondo del Mar Caspio fue una gran señal.

Proyecto del gaseoducto transcaspiano

Asimismo, la exploración conjunta de petróleo entre Armenia y Turkmenistán puede ser otra gran contribución a la prosperidad económica de ambos países y, con ella, al reforzamiento de la estabilidad política en el área.

Por último, en el campo de la logística, Rusia está patrocinando el desbloqueo de las rutas de transporte, ferroviario o por carretera, en la región de Transcaucasia para facilitar una conexión expedita de mercancías a través de un eje norte-sur, entre Rusia, Georgia, Armenia e Irán, y de un eje oeste-este, entre Turquía, Armenia, Azerbaiyán y las repúblicas de Asia Central.

Las oportunidades existen y deben ser aprovechadas para superar las grietas que podrían perpetuar conflictos de orígenes ancestrales.

 

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