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La conjuración de las palabras

La conjuración de las palabras
Jesús García Calero el

Las palabras son indómitas y maleables. Podemos deformarlas, especiarlas o silenciarlas y ahí siguen, mecanografiando nuestros pensamientos, dejando su impronta en nuestra imagen del mundo. Evolucionando. Pero hay quien quiere gobernarlas y las tuerce. Es en vano porque tienen su leyes en la punta de la lengua.

El mes de enero pasará a la historia de la (política) lingüística por la temperatura del (templado) informe de la Real Academia Española sobre el lenguaje inclusivo en la Constitución y por un cabreo fahrenheit raspando el 415 de la vicepresidenta Carmen Calvo, que incendiaba las razones académicas con la mirada y el adagio: «El lenguaje inclusivo no hay quien lo pare».

Resulta que la Academia ha publicado este mes también, con ocasión del centenario, una fábula de Galdós titulada La conjuración de las palabras. Apareció en La Nación el 12 de abril de 1868 y relata el día que las voces abandonaron el diccionario con paso militar, decididas a imponerse a los escritores que las cambian por extranjerismos y «nos hacen decir lo que no decimos». Qué soberbio desfile de sustantivos, adjetivos, verbos y adláteres, artículos, preposiciones… ¡Qué guirigay! Se disponen a hablar y se quitan la palabra. Sentido se pega con Común («perro, follón, sucio vocablo», le espeta), y Mal toma como lacayo a Necesario. Muchas voces acabaron en el hospital aquel 1868.

En La Moncloa ha debido pasar algo parecido, hoy las palabras se salen de los lomos coaligadas, hartas de que los aviones aterricen en el limbo, las tesis doctorales se escriban solas, se repliquen las vicepresidencias como genes… Y el género… ¡Ay, el género! Si estos días vieran salir palabras del diccionario no se asusten. No habrá conjura galdosiana en 2020. Sentido se divorció de Común y ha sufrido un Sin.

Quienes abogan por torcer las palabras hoy lo hacen por puro progresismo, para que signifiquen exactamente lo que ya significan, en género y en derechos, dichas de otro modo. Es todo para nada.

La Nación, 12 de abril de 1868. Hemeroteca Nacional BNE
La Nación, 12 de abril de 1868. Hemeroteca Nacional BNE
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