La carta de Lluís Pasqual al ministro Rodríguez Uribes no solo es el exponente del más grave episodio que ha vivido en los últimos cuarenta años el sector de la Cultura, con cientos de empresas y miles de trabajadores con su futuro comprometido y en peligro, sino que unida a otras iniciativas y a voces que ya no callan sus críticas a la mala gestión del Ejecutivo de Pedro Sánchez ha ayudado a formar un espacio cívico de neutralidad. No por ser de izquierdas el gobierno merece que un sector cuya simpatía casi siempre fue visible ahorre las críticas. En esa neutralidad nos encontramos todos para apoyar las justas reivindicaciones de liderazgo y “justicia” como bien dice Pasqual, con el sector cultural. Incluso Echanove citaba en su vídeo de ayer a ministros del PP como contraejemplo. Debemos reivindicar que se pueda hablar con claridad y sin prejuicios ideológicos también en este ámbito. Ni el que critica es traidor a causa alguna ni el error del afín debe ser tratado con condescendencia.
Ya está bien de dar por sentado que la cultura aguanta, o más bien que tiene que aguantarse porque es mayoritariamente de izquierdas y el gobierno es “amigo”. Ya está bien de que el Ministerio de Cultura parezca menor de edad en el gobierno de la nación (en todos los que han sido, de izquierdas y derechas, desde hace 40 años). Nada más declararse la crisis del coronavirus en Europa hemos visto a ministros de Alemania y a Francia ponerse al frente de sus sectores culturales y defenderlos con contundentes argumentos como vitales, estratégicos, reivindicando su importancia para la recuperación social, económica y emocional. Eso da sana envidia, visto desde la España actual. Pero además, ninguno de esos dos países, motores de la UE, tiene tanto potencial creativo o de mercado cultural (impacto del sector en el PIB) como España, gracias a la pujanza del idioma español en el mundo. Eso sí, allí sí valoran lo esencial. Por eso la carta de Pasqual y las demás críticas se entienden, porque la situación ya lleva siendo crítica durante muchos años. Y es responsabilidad de todos que eso cambie para bien ahora.
Desde aquel día en el que habló la ministra alemana para decir que con el energético, químico y financiero, el cultural era el sector más importante y tendría acceso a la liquidez ilimitada, además de dedicarle espacio en ABC a esos ejemplos que debíamos imitar, hemos preguntado al ministro de Cultura: ¿Y en España, cuándo se sabrán los planes? ¿Harán declaraciones sobre la importancia del sector? Y Uribes siempre dijo lo mismo, y lo reiteró en la entrevista que publicamos hace una semana, también citando a Orson Welles: “Estoy de acuerdo con la ministra alemana, pero creo que no es el momento”, porque ahora solo importan las urgencias sanitarias y la disciplina social -más o menos- que de la cultura ya se hablará más tarde y nos pedía a todos que tuviésemos confianza en que el sector recibirá las ayudas que merezca. Miedo daba más que tranquilidad.
El ministro lo reiteró en el atril de las ruedas de prensa “never ending tour” gubernamentales. Así que comprendemos el miedo de los creadores, los intérpretes, los técnicos, los empresarios, los publicistas, los vendedores de entradas y los editores y ayudantes ante una sinceridad tan tosca o una declaración tan obscena del subtexto: “la cultura puede esperar, es secundaria” (o tal vez “estos están controlados”, que no sé qué es peor). Si tenía que salir al atril, mejor haber anunciado un plan. Si no, no haber salido.
Como ha causado tal rebelión en las filas culturales, y esa rebelión es bien sensible para un gobierno progresista -perdón: para El Gobierno Progresista- se desataron los nervios, se cruzaron mensajes oficiales y hoy, 24 horas después, resulta que ya hay cita agendada con las ministras de la pasta, Calviño y Montero, a pesar de la urgencia sanitaria y la disciplina social. Si tan importante era, ¿por qué no hablar del plan, dar confianza, hace unos pocos días, que llevamos casi un mes de encierro? Hasta en esto, hasta en la sensibilidad va este gobierno por detrás del destrozo del tejido socioeconómico de lo que era conocido como cultura española. Juegan al escondite con la ejemplaridad, rompen las cuarentenas porque sí, hacen cálculos ideológicos y electorales y en lugar de asumir sus fallos o realizar al menos una autocrítica concreta se dan el lujo de criticar a otros para que la sociedad vea culpables sobre los que ellos puedan escurrir el bulto.
La indignación que producen en la cultura es ya la misma que muchas capas de la sociedad sienten. Un gobierno lejano, frío, que no decreta luto para achicar la tragedia a la que ya casi todos ponemos nombres concretos de amigos y familiares, que no es capaz de realizar bien su trabajo y que cada paso que da lo da con una mano en el selfi y otra en la calculadora de escaños y coaliciones.
Sería frívolo pensar en una obra que refleje tanta torpeza e incompetencia. Prefiero recordar la frase de un importante socialista como fue Rubalcaba, en momentos graves, para que se la apliquen con cierta vergüenza: merecemos un gobierno que no mienta. Porque aquí no sabemos ni quién era el intermediario de las pruebas rápidas chapuceras que se compraron, ni siquiera el número verdadero de muertos. Hay más esfuerzo en tapar errores que en gestionar la crisis como es debido. Y las familias cuya existencia depende de la industria cultural no pueden ser cómplices de esos cálculos.
Esperemos que quienes amamos la cultura podamos seguir alzando la voz para defender su importancia, como hace un mes dentro de un año. Los creadores han dado muestra de su solidaridad y responsabilidad durante las últimas semanas. Y todos en nuestro confinamiento hemos podido pensar en la importancia de los libros y las músicas, las películas, las obras de teatro y hasta los videojuegos que compartimos, que nos explican como somos y que nos hacen mucho más llevadero el encierro.
Sabemos por los últimos mensajes oficiales que Uribes “ha propuesto impulsar una campaña europea de sensibilización y educación, de respeto y reconocimiento a la cultura. También ha solicitado reforzar los fondos estructurales y Europa Creativa”. Y que ahora se estudiarán los estímulos.
Llega tan tarde y ha sido presentado con tan poca convicción que casi da la impresión de que han esperado a que hubiera mascarillas antes de hablar de la cultura…
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