Con las cosas que se escuchan sobre las marquesas en el Congreso últimamente resulta llamativo que nadie haya puesto el grito en el cielo por el tratamiento singular recibido por la baronesa Carmen Thyssen durante su pugna con el Gobierno a cuenta de un acuerdo de alquiler de su colección. Diez ministros de Cultura han negociado consecutivas prórrogas de la cesión gratuita de la colección de la baronesa. Es lo único que tenemos en España más prorrogado que los presupuestos de Montoro.
Pero la palabra prórroga no expresa lo que ha ocurrido. La baronesa ha sabido convertir cada renovación en una negociación de raíz sobre los términos y condiciones de su cesión. Raca raca, negociando que es gerundio, se llegó a incluir una cláusula de autodestrucción: permitía a cualquiera de las partes dinamitar el acuerdo. Es como el órdago del mus y el farol de una partida de hard póker.
Y si hablásemos del dinero previsto para cerrar el alquiler de la colección, la cifra sube de ministro en ministro, de los 2 millones con González-Sinde, pasando por los 3 y pico de Méndez de Vigo a los 7 flamantes millones que le ofreció el complejo Carmen Calvo/ José Guirao. Se entiende que la baronesa cambie de opinión y dé marcha atrás ante cada nuevo ministro en el último minuto. Los trata como novatos a todos.
Todos lo eran en su negociación con ella menos Carmen Calvo, ya exministra. A su vuelta como vicepresidenta pidió el mando único sobre una negociación en la que se veía muy charmant y que intuía que podría ser amistosa. Y Guirao cedió, claro. Sabemos por su tribuna de exministro a la defensiva en El País el precio de esa confianza falaz. Carmen Thyssen pedía el año pasado ni más ni menos que 8.342.465 euros y le aceptaron la oferta, sólo descontaron un millón y pico, lo que cuesta el seguro, almacenaje y conservación de su magnífica colección en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
Redondeando, unos generosos 7 millones, siete kilos anuales del Gobierno que iba a poner impuestos a los ricos, he ahí la paradoja del complejo Calvo/Guirao. Mientras, por debajo de la cifra se negociaba la salida de tres obras, las de Monet, Degas y Hopper. Y también dicen que querían poner a salvo el “Mata Mua” de Gauguin. ¡Qué talento!
Ahora la baronesa ya está dispuesta a renegociar con Rodríguez Uribes, con las cuatro obras como cuatro ases en la manga, fuera del acuerdo, y hay que saber que esas cuatro obras suponen casi un tercio de todo el valor en seguros de la colección completa de Carmen Thyssen. Mata Mua, raca raca.
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