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¿Dracarys en la SGAE?

Una nueva salida de un directivo puede fraguarse hoy en una Junta Directiva: es el turno de Miguel Ángel Recio, el gran fichaje de Pilar Jurado

¿Dracarys en la SGAE?
Jesús García Calero el

La vuelta al cole en la SGAE no puede ser más problemática. No es que no estén habituados en la entidad a los “juegos de tronos”, pero hay quien ve ya un paralelismo entre Daenerys de la Tormenta y la presidenta, Pilar Jurado. Fuentes de la entidad comentan que la inspira en este inicio de curso un “impulso justiciero”, y está a punto de nombrar tener un tercer director general en seis meses de mandato. Después de las ya conocidas destituciones en el equipo directivo , es el turno de Miguel Ángel Recio, el fichaje que ella misma trajo nada más tomar el poder -había sido director general del INAEM- y tras la expulsión del director general de entonces, Gerardo Rodríguez, y el secretario general, Carlos López.

En una Junta Directiva que se celebra este jueves, y no a las horas habituales de estas reuni0nes, por cierto, se va a nombrar un nuevo director general (se da a Recio por finiquitado). Hace tiempo ya que se dice que Recio perdió la confianza y que otro empleado de la SGAE, Clifton Williams -contratado para un cargo de más de 100.000 euros cuando era miembro de la directiva, en concreto del Consejo de Dirección- es quien pasa más tiempo en el despacho de la presidenta y podría estar en el origen de la toma de decisiones en este septiembre.

Williams, editor de Alabama Music, primero llegó a la Junta Directiva y al Consejo, luego fue nombrado vicepresidente del Colegio de Editores, de ahí a director de Reclamaciones -el cargo citado- y ahora podría estar entre los candidatos a ser nombrado director general en sustitución de Recio que hoy tratará la Junta Directiva. Tal es la habilidad con la que ha fraguado esa meteórica carrera y su actual influencia en la presidencia que muchos se refieren a él como el nuevo Rasputín de la entidad, porque recuerdan que estuvo detrás de la moción de censura al expresidente Hevia. Pero lo cierto es que no ha sido director general de una gran empresa anteriormente, menos de una del tamaño de la SGAE que factura algunos cientos de millones.

La reunión de hoy no se limitará a lo ya dicho, porque las mismas fuentes confirman que también hay en marcha una reforma de los Estatutos que será presentada a la Asamblea, cuya fecha final -como la hora de la Junta, también ha estado sujeta a cambios- se decidirá hoy. En efecto fue anunciada para el día 3 de octubre, pero ha tenido que cambiarse de fecha, sin que haya trascendido el motivo.

El texto estatutario está en plena transformación pero ya se sabe alguno de los cambios que presenta: el artículo 27 que regula las bajas de los socios ha recibido un refuerzo para que aquellos que quieran dejar la entidad tengan asegurado un trato “no estatutario”, el que sus intenciones han despertado en los miembros de la Junta Directiva que acude desde hace meses a las reuniones con un talante que causa asombro entre los observadores más independientes de la vida interna de SGAE. El propio expresidente José Miguel Fernández Sastrón bromeaba anoche recordando que él tenía una amenaza de moción de censura en cada Junta y sin embargo ahora los junteros no juntan motivos suficientes para mostrar críticas a la deriva de la entidad de la que “se convierten en cómplices”. Sin que haya explicación para la falta de grietas ante tantos bandazos como la entidad lleva dando desde marzo, muchos apuntan a las dietas que los miembros de los órganos directivos cobran como causa de esa prudencia. “Siempre las han cobrado, pero con todo el follón que hay ahora, algunos ganan más de 7.000 euros al mes en ese concepto”, nos dice un antiguo juntero.

Ya todo causa desconfianza ante el clima enrarecido que se respira en la entidad. Recordemos que la internacional de las entidades, la CISAC, ha expulsado a la SGAE durante un año, como medida correctiva. Recordemos que el Ministerio ha declarado por activa y por pasiva que SGAE está fuera de la legalidad desde hace más de un año.

Recordemos que los socios están solicitando la baja en desbandada por carta (centenares de ellos, en junio, y ahora en septiembre una segunda oleada). Pero esto ya no parece importar a la presidenta. Aquellos que han solicitado por carta la salida -los más críticos- no podrán votar en la Asamblea, pensada para aquellos que se encuentran más cómodos con una entidad que no vive un día tranquilo desde hace años y que desde el pasado noviembre está en una deriva autodestructiva de la que casi nadie cree ya que pueda salir nada bueno. Salvo, se dice, los miembros asociados a la “Rueda de las TV” que mantienen un “estatus dominante”. Pues bien, el artículo 27 aprobado en 2006 y que nació para controlar los daños de la escisión de los cineastas que se fueron a DAMA ahora podría ser reforzado con nuevas medidas punitivas: si se arrepienten de su “error” y deciden solicitar otra vez el ingreso en SGAE los “traidores” o “migrantes” -depende de con quién hables- podrían ser castigados con otros seis meses de muerte estatutaria, no podrían ejercer sus derechos ni recibir el beneplácito de ser admitidos como socios. “Eso hará que se lo piensen mejor algunos”, dicen fuentes de la Junta. “Y permitirá aprobar los nuevos estatutos con menos votos, eliminando del censo a tanta gente”, añaden desde las sensibilidades contrarias.

Hay muchos rumores, numerosos casos concretos que se cuentan como ejemplo de despotismo, de miedo, de silencio y de mala praxis, pero la suma de todos solo da un diagnóstico: la entidad profundiza en su propio infierno, el que cruza desde hace años sin una luz al final del túnel. ¿Podrán los estatutos aprobados en estas condiciones salvar a la SGAE? En ellos, por cierto, se plantea la posibilidad de que la E deje de referirse a editores y vuelva a ser E de España. Olé. Como si con una letra cambiara la música.

Quienes estaban en 2006 en la SGAE, y significativamente Teddy Bautista, que la presidía, ya han indicado que esta intención punitiva sería un exceso y que el artículo 27 no fue pensado para usarse a modo de látigo contra los críticos.

¿Dracarys estatutario?

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