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Blogs Un poco de silencio, por favor... por Israel Viana

Alan Sparhawk: «Todos los ingresos de Low son de tocar en directo»

Alan Sparhawk: «Todos los ingresos de Low son de tocar en directo»
Alan Sparhawk, durante un concierto de Low en el Museo de Arte Contemporáneo de Massachusetts / Laura Lakeway
Israel Viana el

«El primer concierto de Low fue en 1993, en nuestra ciudad, Duluth. Era una especie de local de hippies donde hacían conciertos los fines de semana. Éramos tres o cuatro grupos. Una se llamaba 18 Dimensions Of Love, otra Anchor y había otro grupo de chicos como nosotros. Tocamos los primeros. Había muy poca gente sentada y escuchando. El resto del aforo, la mayoría, hacía ruido y pasaba de largo para subir a la otra habitación de la sala». La voz de Alan Sparhawk al otro lado del teléfono suena como su música. Tranquila, pausada, imprecisa y titubeante, tratando de recordar el principio de todo.

Era la época en la que unas pocas bandas alternativas comenzaron su asalto a eso que llaman «mainstream» (corriente principal). El año en el que Guns N’ Roses daba su último concierto con Slash, que la banda sonora de «El guardaespaldas» se convertía en el primer disco de la historia en vender un millón de copias en una semana, que los miembros de Rage Against The Machine salían desnudos al escenario del Lollapalooza para protestar por la censura, y el mismo año que Nirvana grababa su acústico para la MTV. El grunge lo rodeaba todo y los grandes sellos se apresuraban a fichar (y dejar luego caer desde lo más alto) a cualquiera que sonara como Kurt Cobain… pero eso al matrimonio formado por Alan y Mimi Parker (batería y voz) no le importó lo más mínimo.

Desde aquel primer concierto, Low marcaron un camino distinto al de esa «corriente principal». Un camino quizá abierto un poco antes por otras bandas como Galaxie 500 o Codeine, pero que ellos no han abandonado jamás en sus 22 años de carrera. La idea de estos dos músicos, que se conocían desde los 9 años, era la el de transmitir más con menos y disfrutar de la lentitud como vehículo de transmisión de una especie de tensión dramática. Cuando la mayoría aceleraba, ellos se atrevieron a frenar, salpicando su música por algunas distorsiones «in crescendo»… para mi propio deleite. «No sé por qué hago esta música y no otra. Es la que me sale. Me gusta jugar con muchas cosas diferentes cuando compongo, pero cuando escribo una canción no puedo planear nada antes de que me llegue y tampoco puedo cambiar demasiadas cosas conscientemente», me explica.

Aquella sala de su bautizo musical se llamaba «Recyclabell» y ocupaba un viejo edificio de tres plantas construido en 1804. En esa época era la antigua central telefónica de aquella ciudad de Minnesota de 80.000 habitantes que, a principios del siglo XIX, era tan prospera que decían que tenía más millonarios per cápita que cualquier otra población del mundo. No se estrujaron el coco mucho con el nombre. «Lo pusimos para ser lo más descriptivos posible», cuenta. Allí se escucharon por primera vez los acordes delicados, austeros e hipnóticos de Alan y las sencillísimas y minimalistas baterías de Mimi, mientras la gente pasaba de largo hacia el piso de arriba y abajo captaban a los tres o cuatro primeros adeptos de un grupo que puede considerarse, hoy, casi como una pequeña religión. Sobre todo desde que, poco después de ser rechazados amablemente por Ian Mckaye y Dischord, grabaran su primer EP homónimo y su primer álbum, «I Could Live In Hope» (1994), en Vernon Yard Recordings. Se habían puesto en el mapa.

Desde entonces, las cosas han cambiado mucho en la música y en la forma de ganarse la vida con ella. «Ahora es diferente y siempre estamos buscando otras vías de seguir en esto. Desde hace tiempo tenemos que hacerlo todo nosotros y todos nuestros ingresos los conseguimos tocando en directo. Antes ganabas un poco haciendo discos, pero ahora la gente no compra muchos y, además, tenemos que gastar más dinero en promocionarlos. Sin embargo, creo que la vida para nosotros ha mejorado, ya que, poco a poco, en los últimos años, cada vez viene a vernos más gente en directo, así que está bien. Es suficiente para que nos podamos seguir ganando la vida y alimentando a nuestros hijos. Es cierto que algunas cosas se hacen más difíciles a medida que envejeces, como viajar tanto y salir de casa. Ya es más que una simple aventura como lo era cuando éramos jóvenes [risas], pero es todo lo que hacemos y somos muy afortunados de poder seguir haciéndolo. Aún tenemos unos pocos fans como para continuar», confiesa agradecido.

Y aun así, este año han publicado su álbum número once, «Ones and Sixes» (Sub Pop). Y vuelven a España, encantados con la rutina de disco y gira cada dos años. Y con la garantía de que, si vas a verles hoy al Teatro Lara de Madrid (21.00 horas),  es probable que la experiencia te deja huella. Eso es marca de la casa. «Anoche tocamos en… ¡oh, mierda!… ¿Barcelona? Fue uno de los mejores conciertos de lejos», advierte despistado al otro lado del hilo telefónico desde Valencia. «En España hay una forma diferente de sentir la música en directo. Es igual que cuando tocamos en Escocia y un poco como en Canadá. Todo el mundo siente la música con mucha pasión y sin ninguna pretensión. La aman y se sienten cómodos expresando sus sentimientos al respecto. Creo que en América o en Inglaterra la audiencia está un poco más pendiente de intentar ser ‘cool’», asegura.

«Ones and Sixes» fue grabado en los estudios de Justin Vernon (Bon Iver) en Wisconsin. Un disco que, como ocurre en los restantes, los silencios entre las notas son tan importantes como la música en sí. Y aunque yo pongo en cuarentena el tópico que se repite en muchos de los nuevos trabajos de la mayoría de los grupos, algunos ya dicen que éste es el mejor que Low ha grabado en la última década. Alan Sparhawk está de acuerdo: «Lo creo, sí. Me gustan los otros, pero éste nos ha sorprendido especialmente. Siempre intentamos ir lo más lejos que podemos, pero esta vez, por alguna razón, hemos llegado mucho más allá de lo que pensábamos».

Lo que no estoy seguro es que a los seguidores les vaya a sorprender tanto como al propio Alan, teniendo en cuenta que siguen, de alguna forma, fieles a ese  personal y reconocible estilo que les ha traído hasta aquí. Y no les va mal, porque al igual que compañeros como Yo La Tengo, es difícil encontrarles un disco verdaderamente malo. Quizá les desconcierte más, tanto como a mí, lo que Sparhawk escucha cuando no tiene la guitarra encima: «Nuestros amigos saben que oímos mucho reggae y cosas así. Y no paro de escuchar hip hop, que es realmente atractivo y un estilo muy valiente ahora. Supongo que eso sorprenderá a alguns personas. Y también creo que hay muy buenos discos de R&B, de gente como Di Angelo o Kendrick Lamar», comenta sin dejar de insistir en lo que hace como músico… y muy bien: «Siempre experimentamos. En 1997, ‘Songs For A Dead Pilot’ fue un EP donde grabamos diferentes sonidos y usamos teclados y máquinas raras. ‘Drums and Guns’ (2007) fue muy experimental. A veces simplemente escuchamos las canciones y otras tratamos de llevarlas a un lugar nuevo. En ‘Ones and Sixes’ intentamos encontrar un nuevo territorio, nuevos sonidos».

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