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Blogs Un poco de silencio, por favor... por Israel Viana

Dean Wareham: no hay glamour en la música indie

Dean Wareham: no hay glamour en la música indie
Dean Wareham, el exlíder de Galaxie 500 y Luna, durante una actuación en 2007
Israel Viana el

«Gary Gersh de Geffen se puso en contacto con Grabel. “Gersh quiere veros tocar. ¿Podéis montar un concierto? “. Lo montamos en Nueva York para Gersh, pero nos llamó en el último momento: estaba ocupado con Peter Gabriel en el estudio, dando los últimos toques a una mezcla. Gersh vino a vernos un mes después a Boston, pero le dijo a Damon que no tenía tiempo para hablar en aquel momento. ¿Y si quedásemos para desayunar al día siguiente? Y cuando Damon llegó a casa por la noche, se encontró un mensaje en su contestador. Gersh no podía quedar para desayunar con nosotros. No le habíamos gustado tanto. Decidió fichar a otro trío: Nirvana».

 

«Postales negras», por Dean Wareham

Así describe Dean Wareham en su autobiografía «Postales negras» uno de los episodios de Galaxie 500, la banda con la que empezó su carrera musical a finales de los 80 y que le llevó a deambular por el no siempre glamuroso (y a veces duro) mundo de la música «indie». Más de 25 años de carrera que no siempre fueron  fáciles, de mucho curro y furgoneta, sobreviviendo en algunas ocasiones y acumulando, en otras, deudas con discográficas de más de un millón de dólares. Años en los que el cantante y guitarrista de voz de pito se ha convertido en una especie de proletario de «ese» rock independiente donde siempre, más allá de las ventas, ha gozado de buenas críticas y admiradores de la talla de Lou Reed.

Desde que leí y disfruté de la autobiografía de Wareham hace unos meses, tenía pendiente este post. Su actuación esta noche en la sala El Sol me lo ha puesto en bandeja. Un concierto organizado por Everlasting Records para la presentación de su disco homónimo, como continuación del camino emprendido con el mini álbum «Emancipated Hearts».

«Postales Negras» es algo así como la historia de un fracaso. O de un relativo éxito, como tú lo prefieras. Pero el caso es que en su obra, Wareham describe a la perfección y desmitifica a toda esa generación de músicos que surgieron a principios de los 90, primero desde su propia experiencia en los increíbles Galaxie 500, después con la formación de Luna –de quien «Rolling Stone» decía que era la mejor banda de la que nunca habías escuchado hablar– y, en estos últimos años, junto a la que también es su esposa, Britta Phillips, en Dean & Britta.

Y no hay desperdicio en esta auténtica crónica generacional vacía de todo el narcisismo que suele rodear a las autobiografías del rock. Se trata de un testimonio sincero y honesto de sus andanzas como el simple miembro de una banda («Ojalá me hubiese quedado en el hotel. Así no le habría puesto los cuernos a mi esposa, que es justo lo que había hecho. ¿O no? ¿Pagar a una prostituta alemana, que ni siquiera me dijo su nombre, para que me hiciese una paja era poner los cuernos?») y de todo el entramado de esa música independiente que casi siempre parece no serlo («A día de hoy todavía recibo informes de royalties de Elektra, en los que figura que Luna sigue debiendo 1,2 millones de dólares al sello. Que no está nada mal si tenemos en cuenta que grabamos cinco álbumes para ellos. ¿Quiere decir eso que perdieron 1,2 millones de dólares con nosotros? Por supuesto que no. En esa cifra no se refleja el dinero que Elektra ganó por la venta nuestros discos, algo así como seis dólares por unidad (aunque nosotros solo recibíamos la parte que se considera royalty del artista: un 14%, alrededor de dos dólares por CD»).

Con sarcasmo y mucho sentido del humor, Wareham hace una verdadera radiografía con poco glamour de un mundo a menudo divinizado por sus «heroicos» seguidores, que tienden a ver en la música «indie» una lucha inquebrantable contra la despiadada industria musical global, sin darse cuenta de que todas aquellas discográficas surgidas en la década de los 90 eran, en realidad, otro negocio más cuyo principal objetivo era, también, el dinero. «Una de las cosas que “Postales negras” logra es hacer pedazos la ilusión de que el rock and roll consiste únicamente en jugar y divertirse», dijo «The New York Times» sobre la obra del que fuera cantante y guitarrista de Luna.

Aquí os dejó unos extractos, a ver si consigo que os leáis el que ha sido para mí una de las crónicas más entretenidas que haya leído en mucho tiempo. Recomendable para amantes de la música, lo sean o no de Luna o Galaxie 500. Y si encima lo sois, no os olvidéis esta noche de pasaros por la madrileña sala El Sol a escuchar a Wareham y la historia de sus fracasos en un puñado de canciones. No os arrepentiréis.

 

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«Postales negras», Dean Wareham (391 páginas)
Editorial Libros de ruido

En la etapa de Galaxia 500

–«Por una vez habíamos reservado habitaciones de hotel en Manchester. Damon y Naomi dormían en una y Kramer (el manager/técnico de sonido que apareció en el escenario en Glastonbury sin avisar) y yo compartíamos la otra. Después de pasar varias noches durmiendo en el suelo, me moría de ganas de dormir en una cama de verdad. Pero Kramer se volvió corriendo al hotel nada más terminar el concierto, y cuando llegué estaba con una chica. Se había encargado de que me pusiesen una cama plegable en la habitación de Damon y Naomi. Qué cabrón».

– «De vuelta en Londres al día siguiente, quedamos con Craig en su despacho para hacer cuentas. Damon había guardado todo el dinero de los conciertos, una media de 500 libras por actuación. Damon tenía un montón de billetes al comenzar la reunión. Pero había que pagarle a Craig la furgoneta y el equipo de The Chills. Si a eso descontamos el porcentaje de Craig como manager y las comisiones de los agentes de contratación, tras una hora de cálculos, todo el dinero había pasado a manos de Craig: volvimos a casa sin un céntimo. Craig era un buen tipo, totalmente honrado. Pero en el vuelo de regreso decidimos que no nos podíamos permitir el lujo de tener mánager».

– «En Glastonbury, todos los grupos andaban por la impresionante zona de camerinos, disfrutando de la barbacoa, el sol y las vistas. Todos menos los Ramones, que se quedaron en su trailer y pidieron que les trajesen pizzas de la ciudad. Una actitud muy punk por su parte. Estaban en contra de la montaña, el acantilado, el sol, la barbacoa. El punk es una celebración de lo feo, así que ¿cómo iban unos punks a disfrutar del hermoso Valle del Rin?».

– «La primera parte del concierto de Dylan fue espantosa. Llevaba al idiota de G. E. Smith a la guitarra solista. G. E. Smith era el líder de la banda que tocaba en Saturday Night Live, y sus muecas rockeras le había hecho muy popular. Su forma de tocar resultaría tolerable si se pusiese una bolsa en la cabeza. Estoy en contra de los guitarristas que ponen muecas rockeras. No me gusta nada que saquen la lengua y babeen durante los solos de guitarra. Prefiero que la guitarra hable por sí sola. No necesito vender mi solo con expresiones faciales tan evidentes».
– «Los cuatro volamos a Atlanta, y en la recepción del hotel nos encontramos con Peter Back. El concierto era en el Point. Invitamos a Peter Back a pasarse y tocar con nosotros. Se subió en el bis a hacer “Don´t Let Our Youth Go To Waste” y creó unos sonidos muy chulos acoplando la guitarra. También puso un par de muescas rockeras; nada especialmente atroz, pero un chico del público se metió con él: “¡Estrella del rock!”. A los chicos indies no les gustan las estrellas de rock. Pero seguro que a Peter Back le dio igual».

De la etapa de Luna

– «Las cosas cambian rápidamente en el negocio de la música. Cuando eres joven y formas un grupo no lo sabes. Te piensas que estás en primavera, y en realidad está a punto de comenzar tu invierno […]. La prensa te eleva y te hunde. Una semana, The Clash son el grupo más importante del mundo, el único grupo que cuenta; pero pocos meses más tarde son unos vendidos del sistema, unos irrelevantes. Una semana, The Strokes e Interpol son los mejores grupos del mundo, y poco después se desprecia cualquier cosa que venga de Nueva York».

– «Muchos de los que publicamos discos de rock underground en sellos pequeños a finales de los 80 no lo hicimos siguiendo ninguna mística indie. No veíamos ningún motivo de orgullo en ser indies. Sencillamente, era la única opción que había en aquel momento. Era una época dura, la del heavy metal de peluquería y John Cougar Mellencamp. Los sellos grandes no fichaban a grupos como Galaxia 500, y lo sabíamos. Ni se nos habría ocurrido mandar una maqueta a Columbia Records».

– «Es totalmente cierto que una multinacional puede exprimirte. Se invierte mucho dinero en hacer y promocionar tu disco, y en ocasiones eso significa endeudarte hasta las cejas con tu casa de discos. Puede que consigas un royalty del 14%, pero primero tienen que cubrirse todos los gastos, por lo que es posible que nunca llegues a ver esos royalties».

– «Los que surgimos del indie rock de finales de los 80 no soñábamos con convertirnos en estrellas o con ser muy famosos. No podíamos aspirar a eso. No es que no nos hubiese gustado ser estrellas del rock. Pero todos sabíamos que los grupos de rock importantes eran horribles y que los sellos grandes eran una enorme tierra de nadie. Las radios universitarias y los fanzines eran los únicos mundos que podíamos soñar con conquistar».

– «”Bonnie and Clyde” no fue un éxito en la radio. Estoy seguro de que Elektra se preguntarían qué diablos estaba haciendo Ferry. ¿Cómo puede un cazatalentos recomendar a un grupo que grabe una canción en francés? Pero, diez años más tarde, nuestra versión de “Bonnie and Clyde” se licenció para un anuncio de Cadillac, por el que Warner Music se embolsó 120.000 dólares rápidamente. Las ganancias por licenciar una canción para una película o anuncio de televisión se reparten a un 50% con el grupo, pero el artista no recibe su parte hasta que la compañía discográfica haya recuperado todo el dinero invertido. Como todavía debíamos dinero al sello, se quedaron con todas las ganancias. Restaron 60.000 dólares a la deuda de Luna, por lo que en lugar de deberles 1,2 millones, pasamos a deber 1,14. Si consiguiésemos diecinueve anuncios de Cadillac más, algún día llegaríamos a cobrar royalties».

– «Pat McCarthy era un quinceañero cuando empezó a trabajar de ayudante en discos de U2; había participado en “The Joshua Tree”. U2 salían pasarse un año en el estudio. No sé si una vez allí jugaban al Scrabble o al ping-pomg, pero eran millonarios: podían permitirse experimentar a su antojo mientras los días iban pasando. Básicamente escribían el disco en el estudio con la ayuda de Daniel Lanois, Brian Eno y Steve Lillywhite. Tengo una teoría: si encierras a cuatro monos en el estudio durante un año con Lanois, Eno y Lillywhite, también harán un disco bastante decente.

– El buen rollo se esfumó rápidamente el primer día de gira. El avión sufrió un fallo mecánico y nos cambiaron el vuelo a las seis de la tarde.

  • ¿Cuánto vamos a cobrar por este viaje?– preguntó Sean.
  • ¿No te ha dicho nada Renèe?
  • No.

Nadie iba a cobrar nada, salvo 25 dólares por día y miembro del grupo y lo que ganásemos con la venta de camisetas. El técnico de sonido, el de las guitarras y el conductor cobrarían un sueldo, pero los miembros del grupo no».

– «Diez personas pagaron por vernos en el Paradiso de Ámsterdam. Tocábamos en una sala pequeña de arriba como teloneros del trío escocés de Stereophonics. Aunque aquella noche no lo pareciese, tocaron para unas 20 personas. El promotor nos dijo que en la tele ponían un partido de fútbol muy importante […]. Me volví taciturno. Por alguna razón me entristecía pensar en la vida que jamás iba a tener. Supongo que todo era fruto del cansancio. Una semana de conciertos con poco público es suficiente para que te replantees la vida que estás llevando. Pero a mi vida no le pasaba nada malo, ¿o sí?»

– «Se arrodilló en la cama junto a mí y me puso el condón. Lo que vino después ocurrió muy rápido: yo estaba muy excitado, y el movimiento de sus manos mientras me ponía el condón fue suficiente para que me corriese al instante. Eyaculación precoz. “Schade”, dijo ella. Que viene a significar: “Qué pena”. Y eso fue todo. Me vestí rápidamente. Fue una experiencia muy decepcionante. El sexo no es tan divertido cuando pagas por él».

– «Metimos la versión de “Sweet Chile O´Mine” en el disco únicamente porque a Nancy Jeffries le gustaba mucho. Me comentó que nunca me había escuchado cantar tan bien en una grabación. No me pareció mal: pensé que era bueno que a alguien de Elektra le entusiasmase el tema. Justin se negó en redondo: odiaba a Gun´s N´ Roses. A mí tampoco me gustaba pero la canción era buena. Soy de la opinión de que una panda de cerdos les puede salir un tema bueno de vez en cuando. Es lo que les pasó a Oasis con “Wonderwall”».

– «La primera aparición de Britta con Luna fue en el debut del grupo en la televisión nacional, después de ocho años en activo, en el programa de Cynthia Garret. Dimos una entrevista un poco torpe. Que te entrevisten en la tele es una experiencia bastante extreña. No quieres parecer soso. “¿Por qué seguís tocando?”, nos preguntó. No tenía una respuesta para eso. Lo encontré un tanto ofensivo. ¿Por qué sigue tocando Bo Diddley? ¿Por qué sigue tocando Jonathan Richman? Era como si en realidad quisiese decir: “¿Por qué no tiráis la toalla de una vez, perdedores? No tenéis ni un solo disco de oro. ¡Buscaos un trabajo de verdad!”».
–  «”¿Qué consejo le daríais a los jóvenes que quieran tener una larga carrera?”, me preguntaron. “Que estudien derecho”, contesté».

– «El médico me había dicho que tenía que ganar peso […] Allí estaba yo, en el gimnasio del hotel, levantando aquellas mancuernas de cinco kilos, cuando hizo acto de aparición Anthony Kiedis de Red Hot Chili Peppers, acompañado de su novia. Anthony llevaba una cresta mohicana y era mucho más bajito de lo que imaginaba. Siempre había tenido la impresión de que era un tipo gigante y musculoso, totalmente cuadrado. Y era así, pero bajito. Solo estábamos nosotros tres, en silencio. Hasta que Anthony empezó a hablar.

  • Cariño, ¿y si compramos máquinas de estas para la casa de invitados?
  • Quería poner una máquina de coser en la casa de invitados, cielo.
  • A mí me gustaría poner unas máquinas, cariño.
  • Lo que tú digas, cariño.

Después vinieron varios minutos de silencio.

  • ¿Por qué dices eso, cariño?
  • ¿Mmm?
  • ¿Por qué dices “Lo que tú digas, cariño”? Yo siempre te escucho. Escucho todo lo que tengas que decirme».

– «Nos encontramos a Grasshopper en la sala Howlin´ Wolf; había venido por el jazz. Nos contó que dos días antes lo habían atracado a punta de pistola, mientras charlaba a las puertas de un club con uno de los de Counting Crows. Que la próxima vez elija mejor a sus compañías».

– «Mi vida se descompuso durante el verano de 2001. Ya no vivía en la calle Bleecker con Claudia y Jack. Repartía mi tiempo entre el los de mis padres en la calle 21 (se habían ido de vacaciones) y mi diminuto estudio de nueve metros cuadrados en el 373 de Broadway, en el que guardaba mi equipo de grabación y mis guitarras de repuesto».

– «Cuanto más tiempo se mantiene un grupo en activo, mayor presión recibe para que obtenga un gran éxito. Si no te marcas un tanto en la industria del disco, antes o después llegará un día en el que tu sueño tocará a su fin. Yo pensaba que ya habíamos superado esa fase. Tener un hit era casi imposible sin el apoyo de una multinacional. En aquel momento grabábamos para un sello independiente, así que no nos planteábamos sonar en las radios comerciales o que la MTV pusiese mucho un vídeo nuestro. Éramos un grupo de culto. No vivíamos como estrellas del rock. Sí podíamos sentirnos estrellas cuando agotábamos las entradas en el Fillmore o en el Cabaret Metro, o nos metíamos cocaína en los baños de un bar flamenco en Madrid. Pero después regresábamos a casa y seguíamos teniendo que pagar las facturas. ¿Cuántos grupos sobrevivían en nuestra posición? Por ejemplo, Mudhoney seguían como grupo pero a tiempo parcial. Hacían discos y giras pequeñas, pero por las mañanas tenían empleos normales».

– «Las malas noticias no dejaban de llegar. Shelley Maple, directora de Jet Set, nos dijo que el sello no podría pagarnos el avance estipulado en nuestro contrato en una situación como la de aquel entonces, con las ventas de CDs desplomándose (un 15% menos en los últimos dos años, y seguían en descenso) y las distribuidoras quebrando […]. Hoy en día se me escapa una sonrisa, o una mueca de dolor, cuando leo que un grupo acaba de fichar por dos millones dólares. La gente piensa que todo ese dinero va directamente a los músicos».

– «Al final decidimos que era mejor anunciar nuestra separación antes de que empezase la gira. Así la prensa tendría más cosas sobre las que hablar, y es probable que ayudase a vender más entradas. No iba a ser una gira más de Luna: podríamos anunciarla como la “gira de despedida” o alguna gilipollez por el estilo».

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