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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Egoismo colectivo y solidaridad individual

José Manuel Otero Lastres el

Hay asuntos que siendo sustancialmente idénticos tienen distinta presentación según cuál sea la perspectiva desde la que se planteen. Una misma propuesta pasa bastante inadvertida si se proyecta desde un ámbito colectivo, como puede ser una nación o una región y, en cambio, es de todo punto rechazable si la hace un individuo. Dos ejemplos reales me permitirán aclarar mi pensamiento.

 

Como es sabido, en fecha muy reciente los suizos en referéndum nacional han decido por mayoría, tanto de los cantones como de los electores (50,3 de los votos), limitar la entrada de ciudadanos europeos a su mercado laboral. Uno de los argumentos que más influyó en los votantes fue que los inmigrantes no solo aportaban mano de obra, sino un número creciente de desempleados que acababan viviendo de las subvenciones públicas.

 

Suiza, que tiene una de las economías más saneadas del mundo, ante la eventualidad de que los trabajadores extranjeros del resto de Europa se beneficiasen de las mismas prestaciones sociales que los demás trabajadores suizos, ha optado por regular su entrada mediante el sistema de cuotas. La ciudadanía suiza, en lugar de inclinarse por la solidaridad, ha elegido el egoísmo.

 

Algo parecido está sucediendo con las justificaciones que aducen los secesionistas catalanes para separarse de España. Sin que se les caiga la cara de vergüenza, proclaman una y otra vez que desean independizarse porque “España les roba”, o, lo que es lo mismo, porque contribuyen al sostenimiento del resto de España con más que lo que ésta devuelve a Cataluña.

 

Pues bien, estos dos casos de egoísmo colectivo son juzgados por la ciudadanía con mucha menos severidad que si, por ejemplo, dos de los más ricos de España pregonaran que hay que rebajarles los impuestos porque contribuyen demasiado a sufragar el elevadísimo desempleo que soportamos; o que como son los que más pagan tienen derecho a un tratamiento inmediato y privilegiado cuando acudan ante cualquier servicio público, como por ejemplo, la sanidad, etc.

 

Estoy seguro de que si esos millonarios hicieran tan disparatadas declaraciones, la ciudadanía se indignaría y, como poco, les reprocharían su egoísmo y su falta de solidaridad con los más necesitados. Por eso, sorprende que los ciudadanos apenas reaccionemos cuando una nación privilegiada ve en la inmigración, no una importante fuerza de trabajo, sino un colectivo que se aprovecha de las prestaciones sociales a las que tiene derecho; o cuando una región de las más ricas de España aduce como justificación para separarse que no soporta el principio de solidaridad interterritorial proclamado en los artículos 2 y 138 de la Constitución.

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