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Sí, hay un Madrid secreto: la ruta de los molinos del río Perales, en Navalagamella

Paseo entre encinas y jara, a menos de una hora en coche (47 km) de la capital

Sí, hay un Madrid secreto: la ruta de los molinos del río Perales, en Navalagamella
Río Perales, en Navalagamella. Ruta de los molinos hidráulicos. Foto: @jfalonso
J. F. Alonso el

Al hacer salir el sonido entre los labios, Navalagamella suena a trabalenguas, a prueba de dificultad: ¿a que no no eres capaz de decirlo sin dudar? En realidad, Nava (tierra llana) -la- gamella (cajón donde beben o comen los animales) es un pequeño pueblo de la España poco conocida, aunque está en la Comunidad de Madrid, en la esquina que forman San Lorenzo de El Escorial, Robledo de Chavela y Colmenar del Arroyo. En este lugar difícil de pronunciar pero fácil de descubrir arranca un camino hermoso y habitualmente solitario, como pensado para escaparse un día de la oficina y caminar con el perro entre encinas y jaras, rocas y agua.

La ruta de los molinos del río Perales la empezamos esta vez en el mirador del Hondillo, a las afueras del pueblo, un aparcamiento cómodo para dejar el coche. Antes de empezar a andar no viene mal escrutar la línea del horizonte. En un día claro se aprecian las siluetas del Puerto de Navacerrada, Siete Picos, la Maliciosa, Cabezas de Hierro… Y, en primer plano, el inmenso encinar, y la Cañada Real Leonesa Oriental, una vía pecuaria que utilizaron las ganaderías trashumantes desde el siglo XIII. De hecho, ese encinar que hoy luce verde junto al pueblo tiene mucho que ver con el uso ganadero que tuvieron siglos atrás estos caminos. Nosotros tomamos la senda que sale por el flanco derecho del mirador. A partir de ahí, no tiene pérdida: la señalización mediante balizas alcanza hasta el viajero más despistado.

En Navalagamella se han preocupado en los últimos años de enseñar y acondicionar sus caminos. Incluso hay una app que permite hacer la ruta de forma autoguiada (hay que buscarla como «Sendas por Navalagamella» en Google Play o en Apple Store). Han trazado varios senderos alrededor de los fortines de la Guerra Civil, de los viejos molinos hidráulicos o del puente medieval del Pasadero, cerca de la carretera de Valdemorillo, en el camino de Quijorna. Esta vez optamos por los molinos del Perales, uno de los afluentes del Alberche. No hay pinos y tampoco procesionaria, para quien haya decidido seguir el consejo de una escapada con perro. Es una senda ecológica de siete kilómetros (circular) para todos los públicos que requerirá unas dos horas y media a paso tranquilo y con más de una parada.

Encina de doce metros de copa, árbol singular de la Comunidad de Madrid, en Navalagamella. Foto: @jfalonso

El primer tramo es el más seco, una senda que es una herida entre las encinas. En los laterales se entremezclan rocas de gran tamaño y jara en abundancia, que suele florecer entre abril y mayo, quizá los mejores meses para poner rumbo a este pueblo, cuando el cauce del río aún resuena como una dulce melodía. En un punto señalizado trepa hacia el cielo una encina de gran tamaño, con doce metros de copa, árbol singular de la Comunidad de Madrid, inconfundible consu forma de seta. Tiene unos 150 años de vida. Y unos minutos después, llega el primer «descansadero», punto con pasto y agua, combinación vital en la trashumancia. Nos encontramos con el río, y con un puente de piedra. A partir de ahí, el cauce nos acompañará en todo momento.

Restos de uno de los molinos hidráulicos de Navalagamella. Foto: @jfalonso

En la segunda parte de la ruta, están los viejos molinos hidráulicos que dan nombre a la ruta. Pero antes encontraremos una enorme infraestructura hidráulica, una tubería que se utiliza en el trasvase de agua del río Alberche a la cuenca del Guadarrama, sobre todo al embalse de Valmayor. Sigue el camino, las rocas, los fresnos, el cantueso y la cornicabra. El silencio solo roto por el murmullo del Perales. El vuelo de algún milano real, de un búho real o de un buitre negro. Y, al cabo, dos de los cinco molinos hidráulicos que sobreviven en mejor o peor estado. Fueron muy representativos de la zona. El agua aportaba la suficiente energía para poner en funcionamiento los elementos de rotación y molienda de la harina.

Navagalamella es una prueba de que (sí) hay un Madrid secreto y solitario. Un día entre semana, una escapada con el perro en busca de una ruta sin pinos y sin procesionaria. Un trabalenguas que deja de serlo en cuanto empieza la ruta, tan fácil como imprescindible.

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