El turismo empezó a entrar en la agenda de debate en algunas revistas y foros a principios del siglo XX. Era entonces la industria de los forasteros, como la llamó en 1903 Bartolomé Amengual, uno de los primeros impulsores del turismo como negocio organizado. Entonces ese objetivo parecía más bien una quimera. En la primera parte del siglo XX los reyes del naciente turismo internacional eran Italia, Alemania, Suiza, Austria o Francia. Amengual calculaba que Francia había ingresado por este concepto 25 millones de francos en 1899, e Italia 340 millones de liras en 1900. ¿Quién hubiera sospechado lo que estaba por venir? En 1950 España recibió 430.000 turistas; en 1955, 1,38 millones; en 1959, 2,86; en 1960, 4,3, y en 1965, 11,1, según un estudio de Rafael Vallejo Pousada, catedrático de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Vigo.
Una pequeña anécdota fechada en 1952 explica un gran cambio en España como destino turístico. Se dice que tres alemanes que viajaban en coche se detuvieron en Calella (Barcelona). Les gustó tanto la comida, la playa, la temperatura y el precio que le propusieron un acuerdo a la dueña de la fonda en la que se hospedaron. Si podían repetir esa experiencia, le llenarían el hotel el siguiente verano, según le contó Manuel Vila (hijo de la dueña de la citada fonda) al periodista Lluis Pellicer en 2003. Al año siguiente llegaron decenas de alemanes, entre ellos la periodista Margot Rothe, que abrió una agencia turística para sus compatriotas junto a la carretera. Fue el principio de un amor duradero entre los veraneantes alemanes y España.
A partir de aquí, la historia de éxito del turismo español es bien conocida. El año pasado, en la vieja normalidad, 350.000 peregrinos llegaron a la capital gallega a través de alguna de las rutas del Camino de Santiago; España fue una vez más el país más competitivo del mundo en términos turísticos, según el Foro Económico Mundial (lo es desde 2015); nuestro país recibió 83,7 millones de viajeros internacionales… La lista de logros podría ocupar por completo estas páginas, y no sería un exceso de autoestima porque en tiempos de incertidumbre conviene hacer memoria para confiar en lo que somos y en lo que seremos, en nuestro patrimonio, en la naturaleza, gastronomía, playas.
El mensaje de #AbrazaEspaña que encabeza estas líneas tiene que ver con un hecho y con un reconocimiento. Nuestro primer viaje después del confinamiento será por España, quizá con extensión a Portugal, país que nos resulta tan cercano física y emocionalmente. La recuperación de nuestra industria turística, esa que empezó a brotar en 1910 con Don Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, II marqués de la Vega-Inclán (1858-1942), el visionario creador de la red de Paradores, tendrá que empezar por nosotros. Y sí, España se merece esa escapada -quizá la más anhelada de nuestras vidas- porque pocos lugares del mundo ofrecen tantas razones para ser felices.
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