Dice José Masaveu, director general de Masaveu Bodegas, que en su familia hay dinero, pero no se malgasta. Está sentado en un reservado del restaurante Saddle (el espacio del mítico Jockey), en Madrid, a tiro de piedra de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, un espectacular centro de arte inaugurado a final de 2019, y habla complacido de uno de sus proyectos más queridos, la sidra de hielo Valverán. Un producto nuevo, “que abre una categoría”. La estamos probando con el postre, aunque también podría maridar bien con un queso o con un foie. Pero esta vez es con el postre, con la tertulia mientras llega el café.
Recuerda Masaveu que en 1998 compró un terreno amplio, de 35 hectáreas, perfecto para los manzanos. No quería hacer sidra porque el margen de beneficio era mínimo: los dueños de pequeños lagares llevan las botellas a los bares por unos pocos céntimos. Pensó entonces en hacer con manzanas un producto exclusivo parecido al oporto. Y antes o después se le pasó por la cabeza buscar una réplica española de las ice-ciders canadienses. Mientras tanto -continúa Masaveu- estaba con un terreno, sin enólogo (no le servían los enólogos de las bodegas, que nada sabían de la sidra y sus secretos) y sin trabajadores para poner a punto la plantación. Puso un anuncio en La Nueva España, contrató a unos operarios y, azada en mano, empezó un proyecto al que nadie veía final.
Más de veinte años después, José Masaveu se sienta en cuanto puede, en el museo que acabamos de ver y en el restaurante. Dice que tiene problemas de espalda y -sonríe- quizá procedan de aquella época, de aquellos días interminables en la finca. Pasaron los años y fueron haciendo y deshaciendo pruebas. No funcionó la idea del oporto. Nada terminaba de convencerle. En la familia se planteó “más de una vez” cerrar el proyecto de la finca de los manzanos. Y, en ese punto, el empresario vuelve al dinero que no se tira. Gastaron 300.000 euros en esta historia, muchos menos de lo que la gente se cree, muy poco en comparación con otros casos similares, asegura.
A pesar de la debilidad del fuelle, el fuego no se apagó. El pequeño equipo que había creado el perseverante Masaveu empezó a probar con algo que finalmente era diferente a todo lo que se hacía en España. Y sí, era algo que, al cabo, se parecía a la sidra de hielo canadiense que en principio había descartado. En 2007 nació Valverán. Era (y es) el primer lagar dedicado exclusivamente a hacer una sidra de hielo en España. Un producto gourmet no excesivamente caro (14 euros), con un sabor persistente y fresco, sensaciones dulces, y un hipnótico color oro envejecido que cambia el final de cualquier comida.
A Masaveu le gusta la sidra de hielo. Es la niña de sus ojos. El proyecto más personal del gran jefe de estas bodegas, hoy relajado, con el trabajo hecho, en una mesa de Saddle, tras ver una vez más la colección de pintura de la familia. El coleccionismo de arte también es un esfuerzo de largo aliento. Como el proyecto de la sidra. Habla una vez más de las dificultades, y en ese punto se detiene en una idea-fuerza. Ahora -dice-