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Una parada en la única y extraordinaria Plaza Redonda de Valencia

Esta plaza se construyó en 1840 con un estilo único en el centro comercial de la ciudad y fue remodelada en 2012

Una parada en la única y extraordinaria Plaza Redonda de Valencia
J. F. Alonso el

Sentados ante una cerveza y unos pinchos en la Plaza Redonda de Valencia se entiende mucho mejor lo que fue, lo que es. Este lugar abrigado y extraordinario (no hay muchas más plazas completamente redondas en el mundo) siempre fue el centro de la zona comercial de la ciudad, tanto en la época musulmana como en la cristiana. Aquí estaban la pescadería, la carnicería y el matadero. Ahora, tras la remodelación de 2012, predominan las tiendas de ropa y objetos turísticos y los bares de tapas, pero, al fijarnos en las fotos antiguas que adornan algunas paredes, es fácil regresar al pasado.

El matadero fue demolido y trasladado al extrarradio de la ciudad, y el encargado de la obra, el arquitecto Salvador Escrig, presentó un proyecto de remodelación de la plaza que se completaría en 1840. Un compañero de ruta dice que haría falta un dron para apreciar su hermosa y novedosa estructura (entonces y ahora). Escrig cubrió las puertas de entrada con cuatro arcos. Se accede entonces a este recinto relativamente pequeño, de 35 metros de diámetro, completamente regular y circular. Algunos turistas (no muchos en este verano de incertidumbre) toman el aperitivo extasiados ante su pequeño descubrimiento, mucho menos popular que otros atractivos de la ciudad, pero sugerente e inolvidable.

Una cita labrada en el suelo recuerda que Vicente Blasco Ibáñez la comparó en “Arroz y Tartana” con el circo de Roma. Y una mirada al cielo desde la fuente nos deja una perspectiva original del campanario de estilo rococó de Santa Catalina. Sí, estamos en el centro histórico de Valencia, a dos pasos del Mercado Central, otra obra de arte; de la Lonja de la Seda (gótica, del siglo XV), entre callejuelas y plazas, en la ciudad que hay que pasear.

Esta plaza ha tenido muchos nombres a lo largo de su historia. El Clot (agujero), Nueva, Circular, del Cid… y Redonda, el que finalmente ha permanecido. También ha variado ligeramente su aspecto. Se terminó de cerrar en 1847. Al principio era diáfana, pero cuando el agua potable llegó a la capital se colocó una fuente, y en 1916 se incorporó un anillo de puestos de madera y una zona cubierta. Esta especie de sombrilla fue modificada en la rehabilitación de 2012 con una cubierta de acero inoxidable muy ligero (600 metros cuadrados) que contrasta con la estética clásica que nos rodea.

La última rehabilitación estuvo a cargo de Tito Llopis, del estudio de arquitectura Vetges-Tu, que en alguna ocasión ha asegurado que en Estocolmo hay dos plazas que le recuerdan a la de Valencia, pero construidas cien años después.

En los tiempos de Blasco Ibáñez, la señora y su cochero atravesaban estas puertas que parecen túneles y se zambullían en un universo de bullicio, compras, gentío y alboroto de los animales en sus jaulas. Nada que ver con la calma que subraya el agosto de la pandemia, el tintineo de las tazas de café, el discreto clic de las cámaras de los móviles, el suave murmullo del agua en el que una perrita blanca y radiante alivia el calor.

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