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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Dos octogenarios y un dirigente y visceral

José Manuel Otero Lastres el

Creo que la política es una actividad que hay que tomarla muy en serio. Incluso en momentos, como pueden ser los actuales, en los que brillan por su ausencia la ejemplaridad y la ética. Por eso en un primer momento reprimí la tentación de titular esta breve reflexión como “una gamberrada de dos octogenarios y un dirigente visceral”. Pero acabé cediendo a mis impulsos y asumí el título. Y es que, como muy bien escribe hoy en ABC Ignacio Camacho, la función constitucional de la moción de censura “constructiva” que es la que regula nuestra Carta Magna, no es la de reprobar, sino la de SUSTITUIR, al presidente del Gobierno. Por lo cual, añade el articulista, el uso de ese instrumento excepcional como simple plataforma de propaganda es una perversión parlamentaria y una banalización injustificada de la Constitución.
No hay que ser pitoniso ni siquiera en el grado de ínfimo aprendiz para pronosticar que la moción va a ser rechazada por una muy amplia mayoría de los votos de los miembros del Congreso de los Diputados. Y es que aunque el candidato a presidente fuese el mejor de todos los mortales hay una mayoría parlamentaria cimentada por una comunidad de intereses que es indestructible: para todos los implicados no hay mejor situación política que la actual. No hay, pues, la más mínima incertidumbre: todos los participantes conocen el fracaso final.
Si lo que antecede es así ¿no debería haberse evitado lo que puede convertirse en una ópera bufa?
Una vez anunciada por el líder de VOX la moción era muy difícil de parar. Es demasiado visceral como para “desdecirse” y como recordó Quevedo en sus Migajas Sentenciosas, hay un dicho celebrado por todos los políticos: “Que para el Gobierno son mejores los ingenios tardos y moderados que los agudísimos y veloces”.
Por lo tanto, una vez anunciada tenía que “sostenella y no enmendalla”. Pero se podía desnaturalizar y eso fue lo que se hizo: se aceptó la propuesta del escritor Sanchez Dragó, de 86 años, de que el candidato fuese Tamames de 89. Y éste, a pesar de algunos consejos en contra, la aceptó. Mañana se abrirán las puertas del Congreso para representar una función en la que todos sabemos el final y, si me apuran, hasta las consecuencias: un impagable salvavidas para la coalición gobernante (no se darán por aludidos de lo que les afee el candidato), un varapalo tras otro para el líder del PP (que, además de no tener vela en el entierro, ni siquiera estará allí) y un mal trago para los votantes de Vox que no se sientan adecuadamente representados por el pasado del candidato y alguna de las tesis que defienda. ¿Merecerá la pena? Para alguien si: por el humo se sabe dónde está el fuego.

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