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Blogs El lunes empiezo por Patricia Ramírez

Por qué siento que nada me motiva y me cuesta más disfrutar de todo

¿Harto de todo? Es hora de escuchar a tu cuerpo: Si quiere actuar, actúa; si quiere descansar, descansa. Todo es válido

Por qué siento que nada me motiva y me cuesta más disfrutar de todo
Patricia Ramírez el

¿Eres de los que has probado de todo durante el confinamiento? Nunca antes habíamos salido a diario tantas veces de la zona de confort. En tres meses de confinamiento hemos agotado las ganas de probar cosas nuevas. Hemos forzado «estar bien». Hemos buscado adrenalina, motivación, emoción, no caer en la tristeza, apoyarnos, resistir. Y es que si echas la vista atrás, hemos comprado material deportivo y nos hemos puesto como locos a hacer deporte en casa, hemos aprendido a cocinar distinto, hemos hecho pan hasta agotar las existencias de harina en los supermercados, hemos visto más series, películas o leído libros que nunca, aprendido a teletrabajar, a dar y recibir webinars, a tener reuniones de todo tipo, profesionales, personales, familiares a través de todas las plataformas digitales. Hemos practicado nuevas aficiones, «mindfulness», yoga, HIIT, cocina, decoración manualidades, «lettering», nos hemos abierto un Tik Tok… ¡Igual estamos hasta el moño!

Ahora puede que todos estos excesos motivacionales nos pasen factura. ¿Alguien por ahí que sienta apatía, que esté aburrido y no sepa ni de qué? Tranquilos, el cuerpo y la mente son sabios y cuando les hemos dado motivación extra necesitan descanso extra. Una manera de recibir su merecido descanso es hacernos sentir apáticos, apagados y cansados, de tal manera que nos veamos obligados a descansar. Así son el cuerpo y la mente, cuando no les quedan reservas, te facilitan que te apagues, ya sea fisiológica o psicológicamente. La misión más importante que tienen es que tú sobrevivas. Prima la supervivencia.

Aceptémoslo. Aunque ahora queramos normalizarlo, hemos vivido una de las situaciones más estresantes de nuestras vidas. Es cierto que somos muchos, y yo me incluyo en el grupo, que hemos aprovechado el momento para darle un giro a nuestras vidas, para disfrutar más de la familia, y para bajar el ritmo. Pero son muchísimas las familias que han estado teletrabajando con niños muy dependientes, familias que no han podido ver a sus padres mayores, pérdidas, soledad, duelos dificilísimos, sanitarios y otros profesionales extenuados de trabajo, incertidumbre, miedo, desconcierto. Somos un país increíble con una población increíble que, gracias a su fortaleza, a su sentido del humor y a su resiliencia o vivido esta situación desde la unión, el sentimiento de pertenencia y la valentía. Pero ha sido muy, muy duro. Verlo en la lejanía lo normaliza y lo minimiza. Y así tiene que ser para no arrastrar más daño emocional. Pero no lo neguemos, ha sido muy duro.

A la par en la que íbamos a mil saliendo de una zona confortable o cuando menos, de una zona familiar y predecible, pocas son las personas que se pararon a observar de qué iba esto. La idea era actuar, hacer. Directamente empezamos a actuar, a que no nos pillara el toro. Innovar, que no se aburriesen los niños ni nosotros. Incluso rellenar nuestro día de cosas porque enfrentarnos a la soledad podía ser demoledor. Lo hicimos lo mejor que supimos. Porque nadie nos había entrenado para vivir una pandemia confinados tres meses en casa. Igual que nadie nos ha entrenado para vivir la nueva normalidad. Vamos aprendiendo como podemos.

Y ahora lo más importante, y coincide con una época del año en la que nos lo podemos permitir, es atender las señales de nuestro cuerpo y mente. Si sientes apatía, tristeza, pena, deja tus emociones estar. No se trata de recrearnos en la pena, de adoptar una postura victimista y darle vueltas a estos meses para lamentarnos. Se trata sólo de saber entender cómo te sientes y de respetar tu cuerpo y mente.

A lo largo del mes de julio vamos a realizar todos los lunes algún ejercicio que nos ayude a descansar, física y emocionalmente.

Hoy te propongo empezar a debatir contigo mismo y a dudar de algunas creencias que arrastramos de toda la vida y que nos someten a un nivel de exigencia que nos agota. Una de esas creencias es “tengo que estar siempre haciendo algo productivo porque si no estoy perdiendo el tiempo, porque si no, no soy productivo, y si no soy productivo, no tengo valor”. Cuando lees la creencia suena fuerte, lo sé. Pero ¿cuántas veces estamos descansando y como te pases diez minutos más de lo que habías planeado estás incómodo en el sofá pensando que estás perdiendo el tiempo? Tenemos la necesidad de hacer muchas cosas distintas y estimular todo el día la adrenalina para sentirnos productivos. Porque hemos crecido relacionando la productividad y el éxito con el valor de las personas.

En cambio, estar parado, no hacer nada, aceptar, nos hace sentir poco productivos. Nos hace sentir que estamos “vagueando” y esto nos mata. Porque adjetivos como vago, perezoso, lento, indisciplinado son de lo peor que te puedes decir.

Pero necesitamos descanso, desconexión, reparar. Y esto pasa por no hacer nada, por dedicarte tiempo, por tumbarte y no moverte en toda una tarde del sillón.

Empecemos esta semana por apuntar todas esas creencias que te impiden disfrutar del relax. No te justifiques al apuntarlas con frases como “me lo merezco, llevo mucho tute”, “estoy agotado”. Todos merecemos descansar y disfrutar de no hacer nada, estemos cansado o no. Una vez tengas apuntadas todas esas creencias de las que te quieres deshacer para poder vivir con menos juicios de valor, tírala ese papel a la basura o guárdalo en una caja. Es un acto simbólico para desprenderte de lo que limita parte de tu serenidad.

Y ahora repítete cada día, alto y claro “merezco descansar, merezco disfrutar de mi tiempo libre, merezco no hacer nada, no porque esté cansado, sino porque es un derecho”. Trata por favor a lo largo de esta semana de convencerte de ello y si puedes, empieza a practicarlo.
El lunes que viene seguiremos trabajando en tu descanso.

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