Suena el despertador. Es el día de la marmota… una vez más. Y mañana también lo será. Lo primero que consultas es tu móvil. “¿Cómo va el coronavirus de las narices?”. Miras tus redes, las noticias de twitter son contradictorias. Unos políticos y unos países, con un tipo de medidas; otros políticos y otros países, con otras medidas más flexibles. Lees las críticas, a cuál más despiadada. Alguna noticia positiva respecto a la producción de respiradores, mascarillas, material, etc.
Abres Instagram y es como entrar en “happyland”. Todo son sonrisas, influencers y personas de a pie haciendo deporte con una sonrisa de oreja a oreja. Nosotros los psicólogos ayudando a mantener el equilibrio emocional durante el confinamiento, los nutricionistas aportna todo lo que pueden para que podemos comer de forma saludable, y los médicos y farmacéuticos aconsejan, por ejemplo, para saber cuál es la mejor mascarilla. Hay directos, vídeos, consejos, positivismo por doquier. Y en ese momento nos reconciliamos con el positivismo y pensamos: “¡Qué bien, el mundo está bien!”, mientras abres ahora el WhatsApp. Y ojito, que todavía no te has bajado de la cama.
Y en WhatsApp te encuentras ya de todo. Los memes… que empiezan a tocarnos las narices. Porque el humor tiene su gracia al inicio, cuando una persona trata de encajar lo que se nos viene encima. Pero cuando estamos todo el día de cara al sufrimiento, a la miseria, a la pobreza, a las pérdidas económicas y profesionales, a la muerte… el meme yo no es tan meme. Muy ingenioso tiene que ser para que nos siga haciendo gracia. Sobre todo, porque cuando a uno le toca la muerte de cerca, la risa se vuelve perezosa. Ya no está a la vuelta de la esquina.
En el WhatsApp también aparecen los contactos más peligrosos y tóxicos. Son todos esos espabilados que creen tener la noticia del siglo, la exclusiva, la comparten con todos sus contactos como si les hicieran el favor del mundo, y la mayoría de las veces son noticias falsas, fakes, nada contrastado y que te termina generando un nivel de ansiedad e incertidumbre que para qué te cuento. Estas personas creen que tú no estás en el mundo, que no escuchas la radio, que no oyes el telediario, que no te pones al día en internet y se creen valiosísimas mandando noticias de todo tipo de prensa y de países que ni siquiera son el tuyo. Y no se dan cuenta de que además de tóxicos, son cansinos y empachan.
Ahora, mientras preparas el desayuno, pones la radio. Escuchas las noticias. Parecen rigurosas. Hablan sobre las cifras de contagios, de altas y de muertes. Entrevistan a expertos, a médicos, empresarios, estadistas, científicos, de España y de fuera de nuestro país. Te quedas con la sensación de estar informado.
Desayunas mirando tu tablet (eso es porque no sigues mis consejos y no has leído que el desayuno, la comida o la cena son para compartir y hablar entre las personas). Bueno, puede que estés solo en casa. Entonces te lo acepto. Coges tu tablet y consultas tus periódicos de referencia. Pero una noticia te lleva a otra, te saltan avisos, entras, lees. Todo parece alarmante, contradictorio, alentador y a la vez el fin del mundo.
Te pones a teletrabajar y la curiosidad mató al gato. El gato entra en Google, teclea, consulta, lee, no teletrabaja y termina con la cabeza como los tambores de Calanda. Y solo ha pasado horita y media. Espera que los chats empiecen a coger vidilla a lo largo de la mañana fruto del aburrimiento del confinamiento y que después de comer te sientas a ver las noticias.
Estar conectado tiene sus ventajas. Pero también sus inconvenientes. En este caso la hiperconectividad nos tiene distraídos, ansiosos, con miedo, a veces nos da aliento, pero al rato nos desconcierta. ¿Deberíamos seguir tan conectados y leyendo todo lo que cae en nuestras manos? Obviamente, no.
Fuentes de rigor
Elige fuentes de rigor, desde la prensa que lees a las personas que sigues. Las fuentes de rigor requieren de respaldo científico. ¿Habéis visto en redes esas imágenes que ahora pululan de estrellas, satélites o extraterrestres que se iluminan de noche y que se están viendo en todas las partes del planeta? Mis hijos me enseñaron las imágenes el otro día y a mí casi no me da un ataque de risa. Pero a la vez me dio mucha pena. ¡Qué necesidad tenemos de creer que hay un más allá, que hay extraterrestres, cosas sobrenaturales! Nos encanta todo lo que se sale de lo ordinario. Que si luces, que si susurros. Demasiado cine de Hollywood es lo que llevamos encima.
Por favor, sacad el pensamiento crítico y el sentido común a pasear, aunque el paseo que le deis sea dentro de casa. No nos podemos creer todo lo que se publica, aunque parezca una fuente fiable, aunque un italiano con acento italiano diga que también lo está viendo en el cielo de Italia.
Hay que elegir qué periódico leer, qué canal de televisión ver, a qué periodistas seguir, a qué profesionales de la salud escuchar. En este momento hay tanto mamarracho sacando tajada, visibilidad y notoriedad del coronavirus, que si no ponemos un filtro nos volveremos locos.
Dedica un tiempo limitado a las noticias del coronavirus
Entre redes sociales, informativos, prensa, internet y todos los iluminados de nuestros conocidos que nos bombardean con noticias, perdemos demasiado tiempo con este tema. Para estar informado basta con unos minutos al día. No es necesario consultar muchas fuentes.
Elige cuánto tiempo le vas a dedicar y en qué horario. Y una vez elegido dedica tu tiempo a algo que te enriquezca, que te ayude a vivir el confinamiento mejor.
No pierdas tu energía en discutir con todos los extremistas del WhatsApp
Cuando recibo una noticia que me parece un fake o algo grotesco y absurdo, ya no trato de dar un argumento racional. No entro al trapo. Como digas que lo que se está diciendo no es verdad, que está sacado de contexto, que no es una imagen de nuestro sistema de salud sino de otro país, se te tiran a la yugular varios del chat. Así que, por favor, elige tus batallas. Esta por ahora no la vas a ganar. La combinación “estar aburrido” con “querer tener la razón” es altamente peligrosa.
Silencia todo lo que te abrume o estrese
Puedes silenciar las notificaciones, los chats, cerrar aplicaciones. Elige poner límites para no estar todo el día conectado. Y tranquilo, no le haces un feo a nadie. Y si alguien se siente molesto porque no contestas a sus comentarios, no es tu problema, es el suyo.
Puedes silenciar incluso el móvil. Elige tú cuando conectarte con la familia, los amigos o cuándo estar disponible.
No compartas nada de lo que no tengas una certeza absoluta
No contribuyas a contaminar a los demás, a los chats, a crear desconcierto. A veces nos dicen “te lo prometo, esto lo sabe mi amiga porque se lo ha dicho el médico que trabaja en su centro de salud, que de verdad que está pasando”. Esto también es mentira. Buscamos darles credibilidad a nuestros argumentos. Pero esa credibilidad suele ser falsa, Nadie ha visto nada. Por mucho que te lo juren y perjuren.
Elige qué hacer con tu tiempo. Es tuyo.
Piensa en cómo te sentirás si eliges qué hacer con tu tiempo. Cuando las redes o internet te atrapan tienes la sensación de perder el tiempo y de no aprovecharlo para ti. Es el momento del autocuidado.
Parece mentira, pero si no le ponemos límites y criterio al exceso de información, al final terminamos desinformados. Nos sentimos vulnerables con todo lo que está aconteciendo y solemos creernos todo lo que nos llega. La hiperinformación desinforma y genera ansiedad e incertidumbre.
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