El elogio no debilita. Aparentemente viene a decir que una persona que se sabe brillante deja de esforzarse porque sabe que lo es, como don natural. Pero la frase carece de respaldo científico. Suena contundente. Y como toda la información clara, corta y solemne, puede llevar a confusión. Si además la expresa alguien brillante, como fue el caso, todavía se le otorga más credibilidad.
Pero la ciencia afirma todo lo contrario. Y es importante conocer datos científicos para cambiar creencias que favorecen también el cambio de hábitos. Si esta frase, padres, madres, maestros, entrenadores o cualquier persona de influencia de un niño, un joven o incluso un adulto, le da credibilidad, dejarán de potenciar la autoestima de los suyos. El elogio no solo no debilita, sino que genera todo lo contrario. Es más, lo que ahora sabemos es que elogiar a un grupo de personas dentro de un grupo mayor, puede llevar a las no elogiadas a esforzarse más, como ocurrió en el experimento que se realizó en la Universidad de por Constanza. En un grupo de 300 alumnos se elogió a una parte de ellos por las calificaciones obtenidas. Y lo que se comprobó en el siguiente trimestre, es que las notas de los elogiados se mantenían, pero curiosamente también mejoraron gran parte de las calificaciones de los alumnos no reforzados pero que habían sido testigos del reconocimiento de sus compañeros.
Según Nick Zubanov del experimento de la Universidad de Constanza, las personas estamos motivadas por el cumplimiento de una norma, y el reconocimiento transmite que estás cumpliendo con esa norma. Yo añadiría también, que motiva sentirse reconocido delante de otros porque te otorga bienestar, sensación del deber cumplido. Y esto favorece el sentimiento de pertenencia. Algo así como “lo estoy haciendo bien, soy aceptado, este es el camino para seguir en la tribu”. Y es una necesidad vital sentirte aceptado y querido dentro de un grupo.
Las conclusiones obtenidas en este experimento para mí tienen excepciones, como es la relación entre hermanos. Un reconocimiento público a un grupo de personas sin lazos amorosos puede motivar al resto del grupo a esforzarse más. En una relación de hermanos, elogiar a uno públicamente en las mismas circunstancias que afectan a otro, puede generar rivalidad y celos. Y esto es lo último que queremos potenciar los padres en nuestros hijos.
¿Cómo debería formularse un elogio para que ayude a la persona a sentirse mejor y más segura?
El elogio tiene que referirse a comportamientos que dependan del control de la persona. No elogies el resultado, elogia lo que la persona ha realizado para conseguirlo. Porque es la conducta la que podrá repetir, la que tiene bajo control. En este sentido puedes reconocer el esfuerzo, el orden, la reflexión, la organización, el tiempo de estudio, etc. Reforzar el resultado, como son los goles marcados o las notas conseguidas puede producir satisfacción en el momento, pero muchas más frustraciones a medio y largo plazo. Porque muchos de los resultados que se obtienen o no se obtienen en la vida no están directamente vinculados con el esfuerzo que invertimos. Porque el rival y la suerte también juegan su partido.
En lugar de verbalizar a la persona lo orgullosa que te sientes de ella, trata de preguntarle si ella se siente orgullosa de sí misma. Las personas tienen que asimilar que las beneficiadas por su conducta son ellas mismas, y que el amor, el cariño o el aprecio de los demás no puede depender de lo que consiguen y de cómo se comportan. Si trasladas a tus hijos que te sientes muy orgullosa de su sobresaliente, se sabrá amado por sus notas, no por su forma de ser y estar en la vida. Y cuando no consiga esos resultados hará atribuciones contrarias: “no soy suficiente”.
- No elogies de forma manipuladora. Es decir, no elogies alguna de sus cualidades buscando que te haga algún favor “con lo bien que se te da a ti la plancha, que eres rapidísimo, ¿por qué no me planchas un segundito la camisa? Me harías un gran favor”. Es preferible que pidas el favor sin endulzar. Queda fatal elogiar buscando algo.
- Cuando los niños son pequeños, cuanto más próximo sea el reconocimiento a la acción, más sencillo será que asimile el valor de lo que ha hecho. Si tu hijo se ha organizado bien todo el semestre, no esperes a las notas para hacérselo saber. Hazlo cada vez que se comporte de forma ordenada, organizada, con autonomía.
- No acompañes jamás un elogio de un “pero….”. Permite que tu hijo disfrute de su momento, de sus éxitos, de sus valores. Hay personas a las que les encanta dar una cal y una de arena… no sea que “se relajan”. Y justo lo que tienen es que disfrutarlo y relajarse. No le estropees el momento, porque ese “pero” amargará tu elogio y no lo recodará ni podrá darle valor.
¿Cómo te sientes tú cuando recibes un reconocimiento, cuando te alaban por algo? A pesar de que muchas personas en el momento de escucharlo pasan vergüenza y tienden a justificarse y restarle valor “no es para tanto, ha sido fácil”, en el fondo se sienten apreciadas, tenidas en cuenta y valoradas. A todos nos gusta saber que lo que hacemos, decimos y pensamos es de valor y ayuda para otras personas y para nosotros mismos. Porque así nos estamos cuidando y protegiendo los unos a los otros.
- No escatimes en elogios. Todos los elogios que no compartes, se pierden, no se los queda otra persona que los necesite más. Sencillamente se quedan dentro de ti. Y dentro de ti son inútiles. La persona que está a tu lado necesita conocerlos. Comparte, sé generosa.
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