Ha quedado más que demostrado. Sí sabemos adaptarnos. La capacidad de adaptación, a pesar de ser una habilidad indispensable para nuestra supervivencia, resulta no ser uno de nuestros puntos fuertes. Adaptarse implica cambio. Y nuestro cerebro suele ser reacio a los cambios. A la mente le gusta lo conocido, lo seguro, lo previsible.
Solemos tener miedo al cambio porque nos saca de nuestra zona confortable. En un proceso de cambio nos sentimos inseguros, indecisos, errantes. El miedo y la duda ante el cambio todavía suelen ser mayores cuando somos nosotros los que tenemos que tomar decisiones.
El confinamiento nos sacó de nuestra rutina y de nuestra zona confortable y nos obligó a adaptarnos a una situación a la que jamás hubiéramos imaginado que nos podríamos adaptar. ¿Nosotros confinados dos meses? ¿Nosotros, que somos besucones, tocones, de celebrar todo con tapas y cervezas, de pasear, de ir de fiesta, de romerías, de Semana Santa, de fútbol, de espectáculos? ¿Nosotros, que vivimos en la calle? Nosotros, sí. Y lo hemos conseguido porque no hemos tenido otra alternativa. Por motivos más que razonables, pero sin alternativas. Y ese “no tener opción B” ha sido nuestra gran ventaja para el proceso de adaptación.
Uno de los grandes problemas y que nos hace dudar es tener la posibilidad de elección. Cuando tratamos de adaptarnos a algo nuevo implica un análisis y una toma de decisiones. Y tomar decisiones nos genera ansiedad. Implican pérdida. Decidir por una opción es perder las otras. Ahora no hemos tenido opción y esto nos ha ayudado a que la adaptación pasara rápido al primero eslabón del proceso, la aceptación del cambio.
Nos hemos adaptado a casi todo. No ha sido un cambio concreto. Hemos adaptado nuestra forma de trabajar o los que han seguido en la calle se han adaptado a trabajar en condiciones durísimas, a una intensidad altísima y con riesgos que antes no tenían. Nos hemos adaptado a tener a la pareja y a los hijos en casa veinticuatro horas, a comprar con distanciamiento social y con mascarillas, a no ver a nuestros seres queridos, a sufrir la pérdida, la soledad, el dolor propio y ajeno. No somos conscientes de todo aquello de lo que hemos sido capaces durante estos dos meses.
Siempre decimos que hasta que la desgracia no te sorprende, no somos conscientes de nuestro valor, de nuestras fortalezas, de nuestra capacidad de reacción, en definitiva, de nuestra resiliencia.
Y una vez adaptados, ahora no tenemos claro si queramos cambiar algunas cosas a las que ya nos hemos adaptado y tenemos miedo a la nueva normalidad que nos sobreviene a partir de estas semanas. Miedos. Miedo a nuestro estilo de vida anterior, miedo al contagio, miedo a no ser lo que éramos o a dejar de ser lo que ahora hemos comprobado que somos.
Seremos capaces de volver a adaptarnos? Hazte la pregunta, ¿cuánto te ha costado adaptarte a la que ahora tienes que cambió, literalmente, de un día para otro? Nada, con tus más y tus menos, pero nada. Pues esa capacidad la tienes dentro. Y ahora la vas a sacar de nuevo.
Estos pasos pueden ayudarte a adaptarte de nuevo. Son pasos que tú has atravesado durante estos meses, pero de los que ni siquiera eres consciente.
La adaptación depende en gran parte de:
Aceptar lo que no depende de nosotros
De hecho, a pesar de que nuestra zona confortable nos gusta, estamos muy entrenados en cambios constantes. Cambios que incluso ni percibimos o valoramos. Nuestra forma de trabajar, de comer, de hacer ejercicio, de relacionarnos con las redes. Somos cambio.
Igual eres de los que piensa que ahora estás muy a gusto con tu teletrabajo y que no deseas para nada volver a la oficina. Ocúpate de lo que depende de ti, habla con tus superiores, argumenta, diles cuáles son las ventajas, pero si por lo que sea, tu puesto o la filosofía de tu empresa es reacia, acepta. No luches contra batallas que están perdidas. Ahorra esa energía para las batallas que puedas ganar.
Toda situación puede cambiar, ya sea para bien o para mal. Si tienes miedo a un repunte, a que no seamos lo que éramos, debes aceptar que todo es cambiante. Y lo va a ser toda la vida.
Y recuerda que no podemos controlar gran parte de lo que ocurre en nuestro entorno. Ocuparnos de lo que no depende de nosotros, simplemente, nos desgasta.
Diseña tus nuevas rutinas
Has tenido que cambiar de rutinas durante estos meses. Has hablado con tus padres por videoconferencia, has hecho deporte en casa, no has celebrado tu cumpleaños rodeada de los tuyos, no has ido el fin de semana a caminar por el monte, no has ido de tiendas un sábado.
Piensa qué deseas mantener de lo aprendido y qué deseas que vuelva a ser cómo antes. Igual en estos días te has dado cuenta de que hacer deporte en casa es más fácil que perder tiempo en ir al gimnasio. Y una vez lo decidas, diseña el orden y la rutina nueva para estas fases y para después de la desescalada.
Póntelo fácil
Cuanto más sencillo veas el cambio, más facilidad para implicarte con él. Si estos días has estado cocinando súper sano y ahora te agobia que al volver al trabajo te puedas descuidar, vete creando un archivo con recetas fáciles para poder seguir comiendo de esta manera.
Igual te preocupa la cantidad de compromisos que tienes pendientes. Cumpleaños, reuniones, visitas a clientes, regalos pendientes, recados de otro tipo… Hhaz una lista, establece prioridades y vete poco a poco agendándolo. Ahora no se puede recuperar todo de golpe.
Repetir las rutinas hasta convertirlas en hábitos
La repetición es la base de los hábitos. Hay hábitos que hemos perdido, como puede ser salir a correr. Y puede que ahora algunos de estos hábitos perdidos te den pereza volver a retomarlos. Piensa en lo bien que te hacían sentir y empieza poco a poco. Y, sobre todo, repite, repite y repite.
No exigirnos de más ni querer hacer todo bien desde el principio
Si tu nivel de exigencia supera la capacidad de adaptación, nos generará frustración. ¿Qué prisa tienes? Durante el confinamiento has desarrollado una habilidad maravillosa, la paciencia. Sigue haciendo uso de ella y no tengas prisa por cambiar ni adaptarte. Respeta tu ritmo, con tus errores y tus aciertos.
Enfréntate a tus miedos
Desde la conducta responsable, lavarse las manos, uso de mascarilla, distanciamiento social, enfréntate a tus miedos. Ahora hay miedo al contagio, a las nuevas relaciones, a los medios de transporte. Pero el miedo no reduce la probabilidad de contagio. Así que trata de meditar, relajarte, tener un mantra “lo estoy haciendo de manera responsable” y entender que si la autoridad dice que se puede ir desescalando es porque deben tener razones para ello. Te tienes que fiar.
Piensa en cómo mejora tu vida personal y profesional la nueva adaptación
Saber en qué mejorará mi vida personal, profesional, social a corto, medio y largo plazo, puede aumentar mi motivación para cambiar.
Nos hemos visto obligados por fuerza mayor. Pero, al fin y al cabo, la fuerza mayor solo es la motivación. La reacción, la capacidad de adaptación ha sido nuestra. Nosotros somos los héroes y heroínas de esta historia.
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