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Trump 2.0 y la obsolescencia de la OTAN

Trump 2.0 y la obsolescencia de la OTAN
Trump.
Jorge Cachinero el

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

El Economista, 18 de noviembre de 2024, p. 36.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se creó en 1949 como una alianza militar defensiva, que ceñía su misión al espacio geográfico que comprende Norteamérica y Europa Occidental y Central.

No obstante, la OTAN mutó al final de la Guerra Fría y se convirtió en una organización ideológica y con ambiciones de influencia y de presencia geográficas mucho más amplias.

La OTAN fue una institución muy pragmática hasta la desaparición de la Unión Soviética.

Su misión era cumplir con el chascarrillo de su primer secretario general, Lord Ismay, quien la arengó a mantener a los estadounidenses dentro de Europa, a los rusos fuera de Europa y a los alemanes sometidos.

La Alianza Atlántica sufrió un proyecto de ingeniería política e ideológica durante la década de los años 90 del siglo pasado, que la empujó a bombardear Yugoslavia, lo que acabó con el orden liberal internacional.

Bombardeo de Belgrado por la OTAN, marzo de 1999.

La OTAN lanzó las guerras contra el terror, tras el ataque de Al-Qaeda a Estados Unidos (EE. UU.) en 2001, al activar el Artículo 5 del Tratado, que consagra el principio de la defensa colectiva de sus miembros a los que compromete a protegerse mutuamente.

El paso siguiente de la OTAN fue adentrarse en Afganistán por mor de una misión antiterrorista que acabó transformándose en otra de construcción nacional.

Por último, un número significativo de países de la OTAN, aunque no, la organización en sí misma, derrocó en 2011 al régimen de Gadafi en Libia.

Ninguna de esas operaciones fue de carácter defensivo y todas ellas se desarrollaron fuera de la región noratlántica.

El empeño de la OTAN por tratar de globalizar cualquier crisis regional es un despropósito en plena era nuclear, ya tengan lugar en las aguas del sudeste del Mar de China, alrededor de las islas de Japón o en el este de Ucrania.

Asimismo, ese afán sin límites de abarcar más arrastra como corolario el que las necesidades de recursos y de financiación por parte los miembros de la OTAN aumenten sin fin aparente.

El malestar de los ciudadanos de sus países miembros, especialmente, los estadounidenses, crece al comprobar que no son capaces de ver cuál es la utilidad verdadera de la organización.

Marcha de alemanes hacia la base militar de la OTAN en Ramstein, febrero de 2023.

La política exterior y de defensa de EE. UU. lista, en la actualidad, sus prioridades estratégicas en torno a China, a Corea del Norte y a Irán.

Por su parte, los socios europeos de la OTAN viven todavía en el delirio de que ésta les protege, aunque sean conscientes de que son incapaces de financiarla al nivel que se les exige y es necesario.

En definitiva, la OTAN ofrece una ilusión de seguridad y de protección para sus socios europeos a un precio muy bajo, cuando en realidad no es más que una herramienta para que los estadounidenses mantengan su hegemonía mundial.

El presidente Trump no cree en este juego de falsedades de unos socios de la OTAN hacia otros, en un mundo que está dejando de ser americano, políticamente hablando, de forma progresiva.

Todo ello con independencia de cuál sea la decisión de Trump sobre si mantiene con vida a la organización a partir del 20 de enero de 2025.

El marco dentro del cual el presidente Trump hablará y negociará con el presidente Putin sobre Ucrania será el de los términos adelantados por el gobierno ruso.

Putin en el debate de la Conferencia anual del Club Valdai, Sochi, Rusia, 7 de noviembre de 2024.

Las cuatro condiciones rusas para la capitulación de Ucrania son la neutralidad de Kiev, sin OTAN y, probablemente, sin Unión Europea, el reconocimiento de la soberanía rusa sobre las regiones de Crimea, Luhansk, Donetsk, Zaporiyia y Jerson, la creación de una zona de seguridad desmilitarizada al oeste de dichas repúblicas rusas y el derrocamiento del régimen de Zelensky.

El plan de Rusia provocaría un cambio de régimen en Ucrania, por utilizar el lenguaje tan querido por EE. UU. para definir sus objetivos de política exterior durante las décadas pasadas.

Esta resolución de la guerra en Ucrania mostrará a los europeos que el tiempo de la protección estadounidense barata ha terminado y que se abre una realidad de seguridad nueva en el Viejo Continente.

Los intentos de las agencias con acrónimos de tres letras que actúan entre las bambalinas de la política estadounidense para imponerle al presidente Trump soluciones diferentes a la descrita más arriba para Ucrania fracasarán.

No habrá congelación, ni desmilitarización, a la coreana o a la alemana, de la línea del frente en el este de Ucrania, ni habrá ocasión para recrear unos Acuerdos de Minsk 3.0, que permitieran a la OTAN rearmar, de nuevo, a Ucrania para intentar, una vez más, el asalto contra la frontera occidental de Rusia dentro de unos años.

Rusia podrá aceptar la rendición de Kiev, pero tardará mucho en volver a confiar en los políticos occidentales, si es que vuelve a hacerlo en algún momento.

Orban (i), Pompeo (d), Budapest, Hungría, 11 de febrero de 2019.

Asimismo, nombramientos del estilo de un Mike Pompeo, embajador de dichas agencias estadounidenses, promocionados para hacer fracasar al Trump 2.0, no tendrán lugar, como el propio presidente electo ha confirmado para cortar de raíz la campaña en favor de aquél.

El primer ministro de Hungría, Orban, está surgiendo como el líder europeo que sabrá trazar una nueva hoja de ruta para la seguridad y la defensa para Europa en paralelo a la del propio presidente Trump.

 

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