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Blogs El blog de Jorge Cachinero por Jorge Cachinero

Siria, ganadores y perdedores

Banderas de HTS y de Siria, Mezquita Umayyad, ciudad vieja de Damasco, 10 de diciembre de 2024.
Jorge Cachineroel

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

El Economista, 13 de enero de 2025, p. 31.

La caída del régimen de Bashar al-Assad puso fin a más de 60 años de monopartidismo en Siria, desde que, en 1963, el Partido Ba’ath o Renacimiento se hiciera con el poder.

El Ba’ath fue fundado en Damasco, en 1943, como una organización que propugnaba el no alineamiento, que se oponía al imperialismo y al colonialismo, que se inspiraba en lo que consideraba los valores positivos del islam y que reclamaba trascender las divisiones de clase.

Hafez al-Assad, padre de Bashar, se hizo con el control del gobierno en 1970, lo centralizó de forma autoritaria y, con el tiempo, lo vació de poder, ya que quien lo detentaba era él mismo junto a una élite muy reducida, que se sostenía gracias a las fuerzas de seguridad.

Hafez al-Assad.

El consentimiento del pueblo sirio hacia el régimen duró mientras sus niveles de vida mejoraron hasta finales de los años 70 del siglo pasado.

La insatisfacción de los sirios creció a medida que las condiciones económicas del país empeoraban y la corrupción a gran escala de los dirigentes hizo que los soldados no quisieran defender ese sistema político al final, en el momento de la verdad.

El derrumbe del régimen de Assad culminó un proceso, que había desplazado a la mitad de la población, dentro y fuera de Siria, y que había quebrado la unidad territorial del país.

Bashar al-Assad duró 11 años, cayó en 11 días y dejó un vacío político enorme.

El golpe para los kurdos es terrible.

Las Fuerzas Democráticas Sirias kurdas, enfrentadas a Assad, perdieron Deir Az Zor y no saben si seguirán contando con el apoyo recibido de Estados Unidos (EE. UU.) durante años.

La estrategia de Irán de proyección de su fuerza a través de actores no estatales apoderados en el eje de la resistencia sufrió en Siria un colapso inequívoco, que obligará a Teherán a replegarse del escenario regional del Oriente Próximo, al menos, de forma parcial y temporal.

Los carros de combate iraníes que se encontraban en Siria cruzaron la frontera de Iraq para protegerse, lo que no impedirá que Israel los destruya, como ya hizo con la Armada y el 80% de las Fuerzas Armadas de Siria.

La erosión de Hizbulá en Siria es monumental.

Líderes de Hizbulá eliminados por Israel, junio-septiembre de 2024.

Este grupo terrorista llevaba años estresando sus capacidades militares y operativas fuera del Líbano, específicamente, dentro de Siria, hasta el punto de debilitar a su organización, lo que ha facilitado su infiltración por parte de la Inteligencia y de los servicios especiales israelíes.

Hizbulá no será lo mismo sin un corredor terrestre sirio que le conecte a sus patrones iraníes.

Rusia ha sufrido un revés con la caída de Assad, aunque, por el momento, no tan importante.

Moscú contactó con al-Golani, líder de Hayat Tahrir al-Sham (HTS) u Organización para la Liberación del Levante (OLL), quien le trasladó su respeto por las dos bases rusas en Siria a cambio de ayuda en el despliegue de la política exterior del nuevo poder en Damasco.

El apoyo de Rusia a Assad no era ideológico, sino, una inversión reminiscente de los años de la Guerra Fría.

El fin de Assad será neutro para Moscú, si preserva su prioridad estratégica histórica de acceder a mares cálidos de forma permanente y a lo largo de todo el año desde Crimea hasta Tartús y si facilita escala a la conexión aérea rusa con África desde de Khmeimim.

Base militar rusa de Khmeimim, Siria.

EE. UU. no ha tenido una política clara y coherente hacia Siria, desde que cometió error tras error en Iraq, más allá del coqueteo de Barack Obama con el Estado Islámico (EI).

EE. UU. no sabe qué hacer a la espera de la llegada de Donald J. Trump a la Casa Blanca, quien podría continuar apoyando al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en el norte de Siria o, sencillamente, desentenderse de todo, que es la opción más probable.

Israel tenía en Assad un enemigo cómodo como vecino, por mucho que Jerusalén atacara de forma quirúrgica a Irán y a Hizbulá en Siria.

No obstante, el gobierno de Israel ha aprovechado la oportunidad abierta por la caída de Assad para ocupar los Altos del Golán sirios, crear una zona de seguridad hasta las puertas de Damasco y aniquilar el material y las instalaciones de las Fuerzas Armadas sirias.

Israel ha destrozado la base de Hizbulá en Siria y se ha garantizado que el Líbano no genere problemas existenciales, ahora que la conexión terrestre iraní con Hizbulá ha sido cortada.

Turquía está satisfecha porque quienes han derrocado a Assad están conectados con Ankara.

Las prioridades de Turquía en Siria son la estabilización de la situación, la integridad territorial, la neutralización de las amenazas de seguridad de grupos instalados en el norte, como el PKK, y la prevención de la emigración masiva hacia Turquía.

Ankara debería demostrar que sabe garantizar sus intereses geopolíticos en la zona.

Carro de combate turco en Siria.

Sin embargo, los problemas a los que se enfrenta Erdogan son grandes.

La intervención del presidente turco en Siria no ha hecho más que incrementar las suspicacias hacia él ya existentes entre muchos de sus pares en la zona y más allá.

Las próximas semanas serán decisivas e inciertas, ya que el vacío de poder actual en Siria debería obligar a las potencias globales y regionales a recalibrar y negociar sus intereses geopolíticos en la zona, a pesar de su fatiga siria.

El foco debe estar puesto en equilibrar intereses económicos en torno a recursos energéticos con la recomposición de una fragmentación sectaria, étnica y geográfica explosiva para que se impida una división y una partición que ya sufrieron Iraq o Libia.

 

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