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¿Impedirá Trump una guerra entre la OTAN y Rusia?

¿Impedirá Trump una guerra entre la OTAN y Rusia?
Putin.
Jorge Cachinero el

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

El Economista, 20 de enero de 2025, p. 34.

Estados Unidos (EE. UU.), el Reino Unido (RU) y Francia suministraron misiles balísticos de medio y de largo alcance al gobierno de Ucrania para atacar la retaguardia del territorio de la Federación de Rusia anterior a 2014.

Dichos países occidentales enviaron especialistas de sus Fuerzas Armadas respectivas para manejarlos desde Ucrania y facilitaron a Kiev datos de Inteligencia sobre objetivos rusos, militares o civiles, que son recogidos por sus satélites.

La intención de este comportamiento temerario de EE. UU. era doble.

Por un lado, el gobierno de Biden intentó condicionar la estrategia sobre Ucrania y sobre Rusia del gobierno de Donald J. Trump (DJT), desde el momento mismo en el que tuvo que aceptar su derrota electoral frente a éste el pasado 5 de noviembre.

Mensaje de Trump en X sobre Biden y Ucrania.

La promesa excéntrica de Biden de que dirigiría una transición “pacífica” entre su gabinete saliente y el entrante de DJT era un presagio siniestro.

Países de la Organización el Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el equipo en funciones de Biden querían escalar el conflicto, mediante la provocación, para hacer estallar una guerra abierta contra Rusia, no a través de su apoderado Zelensky, como ha sucedido hasta ahora.

Las capitales de Occidente saben que la guerra híbrida contra Rusia está perdida y que el empeño de infligir una derrota militar estratégica, quebrar financieramente y aislar diplomáticamente a Moscú no sólo fracasó, sino que está teniendo un efecto contraproducente.

El propósito de la OTAN de someter al país que posee el mayor arsenal nuclear del planeta era arriesgado e irresponsable.

Los mensajes propagados desde Washington, Bruselas y algunas capitales europeas han ido transitando desde el “Ucrania debe triunfar” inicial al “Rusia no debe triunfar” posterior, para acabar en el “debemos asegurar que Ucrania tenga la mejor posición negociadora posible”.

La situación en la que se encuentran las dos grandes potencias nucleares del mundo no tiene precedentes.

La excepción fueron los trece días de la crisis de los misiles de Cuba, que, en realidad, fue la crisis de la ubicación de los misiles estadounidenses en Turquía, replicada por el despliegue de los misiles de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en Cuba.

EE. UU. y la URSS tenían claro a qué jugaban, qué piezas se podían mover, cuándo y a qué casillas y eran muy cuidadosos de no hablar públicamente sobre el uso del armamento nuclear durante los años de la Guerra Fría.

El concepto de la disuasión se desarrolló como una ciencia casi exacta, altamente compleja, que perseguía la defensa pasiva y la intimidación, pero, no más.

Ninguno de esas dos naciones quería provocar una III Guerra Mundial.

La gran diferencia entre esos días y los del presente es que esas reglas fueron desarrolladas y ejecutadas conjuntamente por las dos grandes potencias nucleares, algo que ya no sucede.

Aquellas contención y sobriedad propias de adultos han desaparecido.

Ese ejercicio preciso de danza ha sido sustituido por el caos entre EE. UU. y Rusia, de tal forma que la seguridad global no se ha estabilizado, sino que se está erosionando.

Lo que subyace a este momento tan peligroso es una pugna por el futuro del orden mundial.

Por una parte, se acelera la transición hacia un entorno multipolar.

EE. UU. no quiere abandonar, por otro lado, su posición privilegiada de hegemon global, que ha disfrutado durante los 30 años últimos, por lo que busca torpedear dicha transformación.

Para ello, Washington está dispuesto a correr el riesgo de afrontar intercambios nucleares con Rusia, con China o con Corea del Norte.

El RU, Francia, los dirigentes de la Unión Europea (UE), los países bálticos y Polonia siguen ciegamente a EE. UU. en esta trayectoria alocada de extender la OTAN y la UE hacia el este para tragarse Ucrania.

Todo ello a pesar de la oposición creciente dentro de Occidente a seguir este rumbo de colisión.

El mundo se encuentra en una situación de “inestabilidad estratégica y está necesitado de encontrar un nuevo equilibrio urgentemente.

DJT y su equipo comenzaron a tratar con Putin a través del primer ministro de Hungría, Viktor Orban, desde antes de su victoria electoral, y los dos líderes ya reconocen que están preparando una cumbre entre ambos para finales de abril.

Orban (i), Trump (c), Putin (d).

Las primeras señales son positivas.

El nuevo presidente no seguirá las políticas suicidas de Biden y está dispuesto a llegar a un acuerdo con Rusia, sin contar con Ucrania, ni con los países europeos de la OTAN.

Ese entendimiento se parecería mucho al marco dibujado por Putin en el discurso pronunciado ante diplomáticos rusos y en las respuestas dadas a medios de comunicación en junio y en diciembre de 2024, respectivamente.

Ucrania no entrará en la OTAN, ni en la UE.

La soberanía de las cinco regiones ucranianas que se han adherido a la Federación de Rusia desde 2014 no será disputada y el que otras cuatro puedan hacer lo mismo en el futuro será aceptado.

Por último, no habrá tropas de la OTAN en suelo ucraniano y las Fuerzas Armadas de Kiev serán disueltas.

 

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