Si las quemó con cal viva, ¿prohibimos la cal viva? Si el padre de la semana pasada degolló a sus hijas, ¿prohibimos los cuchillos? Si el Estado Islámico ahogó a aquellos pobres hombres encerrándolos en una jaula y sumergiéndoles en una piscina, ¿prohibimos las jaulas? O todavÃa mejor, ¿prohibimos las piscinas?
Cada vez que en los Estadod Unidos alguien muere de un disparo, se presenta a los americanos como psicópatas enloquecidos que reparten armas entre la población como caramelos en Halloween. Los que quieren prohibir las armas sacan el espantapájaros de su falsa superioridad moral para criminalizar, con el pretexto de los asesinos, a la derecha que no piensa como ellos.
La izquierda no quiere prohibir las armas, sino a la gente que le gusta las armas. La izquierda no quiere prohibir la caza deportiva o los toros por respeto a la vida de los animales sino porque desprecia a cazadores y taurinos. El feminismo no quiere erradicar la violencia “machista” -que no es machista, sino violencia- sino erradicar a los hombres.
Las pistolas no matan, ni la cal viva, ni las piscinas, ni las jaulas, ni los hombres. Matan los asesinos y la libertad no es el problema sino la solución, aunque esto nunca lo haya comprendido la izquierda, con su atavismo totalitario todavÃa en el eje de su paradigma y de su oferta a los ciudadanos.
El mal existe -en contra de lo que creen los relativistas- y el bien no es una opinión sino una categorÃa. Existe una jerarquÃa y existen los absolutos.
Cada vez que presumimos de laicos cuando expulsamos a Dios de las aulas, tendrÃamos que preguntarnos quién les enseñará a los chicos el valor sagrado de la vida. Cada vez que en nombre de la Educación para la CiudadanÃa elevamos el aborto a conquista social y la eutanasia a poco menos que a una opción de veraneo, como quien elige entre ir al mar o a la montaña, estamos devaluando la concepción sagrada de la vida y por lo tanto desdramatizando el crimen.
Mata la estupidez, mata la falta de piedad, mata el Mal y mata la desvinculación del hombre con su espiritualidad, rebajándolo a carne amontonada, a mercancÃa. Mata la ignorancia, mata el concentrar los esfuerzos en debates estériles y equivocados mientras la vida se degrada alejada del arquetipo del Hombre-Dios.
La creación polÃtica es ineficaz si falta una conciencia religiosa con su ética superior a las leyes que escriben los hombres. Cuando la izquierda deje de negar la verdadera esencia de su humanidad y se canse de utilizar cada gota de sangre para salpicar a sus adversarios polÃticos, tal vez podamos tener un debate serio y profundo sobre cómo deben educarse, protegerse y salvarse los cuidadnos adultos y libres.
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