Salvador Sostres el 30 ene, 2023 Begoña Villacís le ha dicho a mi querido Jaime Rodríguez que “a veces hay que sacrificar las siglas para defender una idea y que la gente te siga”. Ciudadanos ha sido este oportunismo desde el principio, en Cataluña con Albert Rivera e Inés Arrimadas, y en el resto de España hasta el final de esta crónica de una extinción anunciada. Villacís no quiere defender ninguna idea. Tampoco tuvieron ninguna intención de hacerlo Rivera y Arrimadas en Barcelona. Son egos hipertrofiados que sólo se mueven por vanidad, y de la barata. No la vanidad de lograr algo importante, de pasar a la Historia por haber aportado algo notable; simplemente la vanidad de ser alguien a través de su cargo, porque cuando rascas salen personas inseguras, normalmente incapaces, sin talento, sin interés alguno más allá de su estéril postureo ante el espejo. Begoña Villacís no es, ni representa, ni defiende ninguna idea. Begoña Villacís es una ventana de oportunidad, y en la tensión de su pómulo está su mentira tensada. Todo es estético, y de un gusto dudoso. Todo es cálculo, el que se necesita para poder decir que a veces hay que sacrificar unas siglas para defender una idea sin que le caiga la cara de vergüenza. Ciudadanos, Vox y Podemos son lo mismo, y van a acabar igual. Tres partidos que únicamente responden al narcisismo adolescente de sus líderes y al fanatismo de una sociedad ignorante y desvinculada, que está sedienta de la voz de Dios pero que al vivir de espaldas a su trascendencia, acaba escuchando a mentirosos y a lunáticos. La respuesta a la imperfección de los partidos estructurales serios no son ni pueden ser estas microexplosiones fútiles, narcisistas e histéricas. Lo peor de estos partidos no son las ideas que defienden -aunque algunas son manifiestamente contrarias a los intereses de la Humanidad- sino la actitud mezquina, ventajista; y de qué modo han ido a explotar el defecto ajeno, y a propiciar los linchamientos, en lugar de promover virtudes edificantes que nos ayuden a crecer como individuos y como sociedad. Villacís ve su cargo peligrar. Su espejo. Su tren de vida. Su nombre por encima del de las demás. Si esta señora no hubiera existido en la política española, nada importante habría dejado de ser dicho. Nada sustancial habría dejado de pasar. Hizo alcalde a Almeida, y eso está bien, pero no habría hecho falta si su partido y Vox no hubieran disgregado, desprestigiado el voto del centro derecha. Ver a Begoña Villacís reclamar su virtud en medio del salón de señoritas que ella misma fundó me produce una mezcla de grima y compasión, muy de la sección de cosmética del Corte Inglés. Si tuviera su dirección le mandaría el pack básico de maquillaje de Armani, que le dijo a Versace, “Gianni, yo siempre he vestido a las señoras y tú a las fulanas”. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 30 ene, 2023