La primera escenificación de la nueva alcaldesa de Barcelona ha sido desplazarse al distrito de Nou Barris en metro para hacer ver que paraba un desahucio.
Ada Colau puede ir en metro todo lo que quiera pero no hay lapa más pegada al erario público que ella. Se pasó la oposición viviendo de un absurdo observatorio municipal al que no acudía a trabajar, y del que percibía 1.900 euros mensuales, además de los 120.000 euros anuales que el Ayuntamiento de Barcelona concedía a su violenta Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) cuya misión era advertir a los Servicios Sociales de las familias en riesgo de desahucio antes de que los bancos iniciaran el proceso ejecutivo, cuando ya es mucho más difícil intervenir.
Y aunque al principio la PAH funcionó bien, pronto Colau se dio cuenta del filón propagandístico de los escraches y prefirió el narcisismo vanidoso de grabar las escenas dramáticas de los desahucios, para hacerse la heroína, que hacer su trabajo de evitarlos. Con el cinismo y la crueldad de que sólo la izquierda es capaz, la líder subvencionada avisaba expresamente tarde de los desahucios, cuando ya eran inevitables, y en sus vídeos nunca mostró lo que siempre sucedía, que es que Servicios Sociales procuraban sin excepción una solución inmobiliaria a los afectados, de modo que nadie dormía ni una sola noche en la calle.
Que una alcaldesa vaya en metro es siempre demagogia, pero mucho más en el caso de Colau. Un coche oficial nos habría salido más barato que los cientos de miles de euros que hemos gastado en sus escraches, en sus absurdos observatorios en los que nunca ha trabajado, y en esa frialdad de aprovecharse del dolor ajeno en lugar de tratar de subsanarlo. Su excursión del lunes a Nou Barris, a hacer ver que paraba un desahucio, un no fue una excepción en su cinismo, en tanto que Trias lo había parado de antemano, negociando con Bankia.
El mayor cambio en la vida de Colau no será pasar de activista a alcaldesa, sino dejar de explotar el sufrimiento de los pobres para demostrar si tiene alguna idea para calmarlo. Y aunque se haga la populista bajándose el sueldo continuará cobrando de nosotros como toda su vida ha hecho.
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