José Manuel Otero Lastres el 27 sep, 2021 Hasta ahora no había caído en la cuenta de lo que voy a sostener seguidamente. En las palabras que pronunció el Rey Juan Carlos I en el discurso que pronunció ante las Corte Generales el 27 de diciembre de 1978 calificó la Constitución como una “empresa colectiva” que concretaba el mensaje de paz y solidaridad de los españoles hacia la demás naciones de la Tierra. Añadió que estábamos ante una Constitución de todos y para todos, así como una Constitución del Rey de todos los españoles. Pero recordó lo que nos quedaba por delante: la Constitución es el marco jurídico de nuestra vida en común; pero la ruta que nos aguarda –añadió- no será cómoda ni fácil, al tiempo que nos exhortó a mantener el pulso necesario para sortear escollos y dificultades. El pueblo español no solo asumió el mensaje, sino que siempre que pudo dejó muy claro que nos habíamos reconciliado y que más allá de las distintas maneras de concebir la política se aceptaban las reglas del juego. Sin embargo, vistas las cosas desde ahora hay una sombras de sospecha sobre la certeza de que se hubiera producido una verdadera reconciliación entre todos los implicados. Las relaciones entre los partidos políticos –hablo solo de los partidos- han sido desde siempre manifiestamente mejorables, ya que hubo una dosis de encarnizamiento en la lucha partidista impropia de la convivencia política que trajo consigo la Constitución. Al ver ahora los resultados de las elecciones alemanas y comprobar la amplia posibilidad de pactos entre sus fuerzas políticas que pueden convenir desde una “gran coalición” entre los dos partidos mayoritarios o entre una de las dos fuerzas mayoritaria y las opciones subsiguientes, cabe preguntarse sobre la razón por la que en España los pactos no están abiertos a cualquier opción, sino que hay unos que no son posibles en la práctica, como si hubiera un veto tácito. Puede que haya otras explicaciones pero para mí que la Guerra Civil ha cavado tan profundamente las trincheras que los partidos que contendieron en uno de los bandos no pacta con los que formaron parte del otro. Es verdad que no todos los partidos que hay hoy en nuestro espectro político existían en la Guerra. Pero también lo es que los de nueva creación acabaron por ocupar un espacio político equivalente al de alguno de los combatientes. Y claro si los partidos estaban sin conciliar bastó que cambiaran los dirigentes de alguno de ellos para volviéramos a las trincheras del “gerracivilismo”. Lo que queda por averiguar es si alguna vez esas instituciones históricas que intervinieron en la Guerra Civil podrán llegar a reconciliarse algún día y, hecho lo cual, enviar un mensaje de paz y generosidad a la clase política de todos los signos. Política Comentarios José Manuel Otero Lastres el 27 sep, 2021