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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

107.570 parados menos, 322.710 sonrisas más.

José Manuel Otero Lastres el

Se suele decir que las buenas noticias no “venden” y hasta es posible que haya quien piense que las cosas “cuanto peor, mejor”. Pero cualquier noticia sobre la disminución del número de parados es buena y, más allá de cualquier otra consideración, tiene que ser saludada con verdadera satisfacción. Y mucho más cuando hay indicios vehementes de que España ha abandonado la senda de la destrucción de empleo, y está dando los primeros pasos para rebajar la brutal cifra de paro que nos estaba asolando.

 

Del paro siempre se habla en cifras. Hasta hace muy poco, se nos hablaba del incremento del número de desempleados y, tal vez el propio dramatismo del dato, nos invitaba a rechazar que detrás de las cifras había personas, hogares, que veían revolotear sobre ellos el ave rapaz de la miseria. Aún hay familias, muchas más de las que debería admitir una sociedad civilizada, que han pasado en los últimos años de una situación económica aceptable a la espesa negrura de tener que vivir de la solidaridad ajena.

 

Por eso, cuando en la mañana de hoy he oído el dato de que en el pasado mes de diciembre 107.570 personas encontraron trabajo, he visto sobrevolar por el cielo de España 322.710 nuevas sonrisas. Las cuentas no son difíciles de echar. Es algo parecido a lo que hacen las empresas que miden la “difusión” de los medios de comunicación: por cada ejemplar de periódico vendido, se calcula una media de 3 o 4 lectores. En el ámbito del empleo, cada nuevo trabajador genera, además de su propia satisfacción, como mínimo la alegría de, al menos, dos de las personas de su entorno más cercano. La causa de este gozo no es solo el hecho económico del consiguiente salario que recibirán todas esas personas como contraprestación, sino sobre todo la inyección de autoestima que reforzará su propia dignidad. Porque como dijo el político y escritor francés Émile Deschanel “El trabajo previene y cura todas las enfermedades del alma; es el gran consolador, el gran médico”. Habrá quien diga que el nuevo empleo generado es de baja calidad y temporal, pero seguro que será alguien que no vive el drama del paro y que ha olvidado, por lejanos, los efectos espirituales que produce hoy el hecho de tener trabajo.

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