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«Fuck tourism»

«Fuck tourism»
Marisa Gallero el

 

«Tal vez seamos los primeros turistas que llegan aquí después de la guerra», le dice Campbell Scott a Debra Winger en el arranque de El cielo protector. «¡No somos turistas, somos viajeros!», le responde Debra marcando la distancia. Todos queremos sentirnos viajeros, de esos que pueden no regresar nunca de su destino, pero tenemos más alma de turistas en un mundo cada vez más globalizado.

Hace unos días, intentando pasear de noche por Tarifa, descubrí con tristeza que nada tenía que ver con aquel pueblo blanco de antaño. Parecía una gran botellona que se extendía por callejuelas estrechas. Otros creerán que siempre fue así. Es la misma sensación que tienen muchos otros municipios en España, ser un gran Magaluf sin la modalidad de salto al balcón.

Igual que al turista no hay que tratarle a patadas, también deberíamos revisar las normas de convivencia cuando una población se sobredimensiona. Es lo que denunciaban los vecinos y familiares que asistían al funeral de Mari Luz, muerta en la explosión de un transformador eléctrico en la cocina de un hotel de Tarifa, la escasez de medios cuando los habitantes se quintuplican. Es una cuestión de sentido común.

Como legislar los alquileres turísticos, pero no porque Arran, organización vinculada a la CUP, reivindique con ataques callejeros un cambio de modelo, como también predica Miguel Urban, del ala anticapitalista de Podemos. No hace falta satanizar al turista para visualizar un problema y buscar el equilibrio entre los vecinos y los que sólo están de paso. De ahí, a que salga el sol por Antequera, anunciando expropiaciones de las principales empresas y activos turísticos del país, incluyendo hoteles como el Vela de Barcelona y parques temáticos como Port Aventura, como si estuviéramos en Venezuela, y amenazando a ABC por informar de cuál es la estructura organizada detrás del anticapitalismo secesionista y sus intenciones.

Tiene tanta lógica, como el cabeza de lista de la CUP en las últimas elecciones municipales, Joan Ribet, que alquilaba su apartamento a turistas «para pagar la hipoteca». Ese doble juego de que todo es casta o trama, hasta que me beneficia. Ataco el capitalismo ajeno, pero no el propio. Muy en la línea de los pagos en negro de Pablo Echenique a su asistente sin contrato ni cotización a la Seguridad Social.

Hace 35 años el diseño de Joan Miró, «España bajo el sol», consiguió alejar a nuestro país de esa imagen añeja de Franco y la Guerra Civil, que curiosamente en el 2017 se potencia día a día, con ese Pazo de Meirás como punto candente de las noticias del mes de agosto. Vamos para atrás —mi madre apostillaría, «como los cangrejos»—, y lo último en Cataluña, no sólo va del «procés», sino que incluye joder al turista, soñando con un aislamiento completo. Se le habrán olvidado a estos de la CUP que el símbolo oficial por antonomasia del turismo español fue un logotipo creado por un pintor catalán.

Mientras soñaremos que somos viajeros.

 

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Marisa Gallero el

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