El Renacido. El hombre que resucitó de sus cenizas como un ave fénix se ha convertido en el séptimo presidente del Gobierno. Aunque la odisea política de Pedro Sánchez se parece más a la de Terminator, que emerge de los escombros cuando le has dado por muerto. Se levantó tras el Comité Federal fratricida que se desarrolló «como una película de terror». Se impuso tras ganar las primarias contra todo pronóstico a Susana Díaz recorriendo España con su Peugot y un puñado de fieles. Ese 21 de mayo anunciaba su objetivo, «un PSOE unido con rumbo a la Moncloa». Y lo ha conseguido. Ha pasado de recibir 219 «no» en su investidura fallida a conseguir la mayoría absoluta en la segunda moción de censura a Mariano Rajoy. Subestimarle sería un error.
«Si Pedro hubiera querido ser presidente a cualquier precio, le hubiera bastado con aceptar las condiciones de Pablo Iglesias, y «la sonrisa del destino» le hubiera llevado a la Moncloa», escribía Jordi Sevilla de los vetos cruzados en los meses de bloqueo político que dio paso a un nuevo Ejecutivo popular. Por esa misma razón Sánchez señaló en su discurso que el único camino que tenía Rajoy era dimitir. Se adelantaba si lo hacía y de paso volvía a subrayar que no era la presidencia su meta. «La dimisión nunca ha entrado en los planes de Mariano. Sería reconocer su culpa. Tan sólo nos hubiera servido para alargar la agonía. Nos encontraran en la oposición. Apoyaremos los presupuestos porque tenemos sentido de Estado, aunque dan ganas de presentar una enmienda en el Senado a los 540 millones de euros pactados con el PNV», comentaba una dirigente del PP con lágrimas en los ojos mientras esperaba que el expresidente hiciera su último paseillo.
Estos días de vértigo se han vuelto a retratar todos. «Albert Rivera dio un paso en falso cuando anunció su intención de unirse a Podemos en otra moción de censura para convocar elecciones si fallaba el PSOE. Fue cuando el PNV se decantó por apoyar a Pedro Sánchez. Después de conseguir el pacto del tractor no querían otros comicios», explicaba un socialista en el patio del Congreso. Las ansias del líder de Ciudadanos le ha dejado en tierra de nadie. De soñar con darle la vuelta a los resultados a convertirse en la diana de todas las críticas. La agresividad contra Rivera ha superado incluso los dardos contra Rajoy mimetizado en el bolso negro de Soraya.
El otro gran perdedor es el «sorpasso» de Pablo Iglesias. Los gritos de «sí se puede» cuando terminó la votación fue la única forma de apuntarse la victoria de haber echado a Rajoy de forma indirecta. El día que el asaltante a los cielos antepuso el poder y los sillones tocaron techo. Ahora tan sólo les queda amenazar al jovencito Frankestein que los encontrará en la oposición si no incluye a Podemos en el Gobierno. «Van diciendo que Iglesias espera la llamada de Sánchez ofreciéndole la vicepresidencia a Irene Montero», ironizaban ante la incredulidad de los que escuchábamos cómo podría ser el Ejecutivo del nuevo presidente.
Como el ciborg asesino interpretado por Arnold Schwarzenegger, Sánchez tiene voluntad de acero y se creerá imbatible con sus escasos 84 escaños. Sus próximos pasos serán cruciales para conocer el rumbo de un Gobierno débil, cuya fortaleza son los presupuestos de su partido antagónico, con un desafío no resuelto en Cataluña. Ya lo ha advertido Quim Torra tras la toma de posesión del Govern. Su propósito es lograr la independencia y quiere un diálogo de «gobierno a gobierno». Recuerdo que Patxi López le preguntó: «Pedro, ¿tú sabes qué es una nación?». En breve tendremos la noción completa del significado de «nación de naciones».
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