«Si alguien en mi partido crea una sociedad interpuesta para pagar la mitad de impuestos, esa persona estarÃa fuera al dÃa siguiente» decÃa Pedro Sánchez en febrero 2015 sobre el caso de Juan Carlos Monedero y el fisco. Ese dÃa dictó sentencia de lo que serÃa su vara de medir en el futuro. Y esa es la verdadera razón de la dimisión de Mà xim Huerta. La hemeroteca no perdona a nadie. Menos al hombre que llegó a la presidencia del Gobierno por una moción de censura. Le iba a crecer una Huerta en el jardÃn recién estrenado a Pedro.
Si no fuera por lo que dijo no tendrÃamos al ministro más breve de la democracia. Desde el minuto uno Moncloa se quedó satisfecha con la respuesta de su famoso ministro de Cultura y Deportes. Lo dejaba claro a primera hora de la mañana. No pensaba dimitir. «Cambió el criterio fiscal, hubo una regularización, pagué lo correspondiente y asunto cerrado». Y que el presidente pensaba lo mismo. «He hablado con Sánchez y me ha dicho que nuestro objetivo es trabajar y ser transparentes. No hubo mala fe y no oculté nada». Esperaban que pasara el chaparrón hasta que se viralizaron las palabras del ahora presidente. Imparables. Seis horas de crisis para seis dÃas de cartera. El problema de credibilidad ya no era una cuestión del presentador que supo reinventarse en un escritor de éxito consciente de que «serÃa el blanco de las crÃticas por trabajar en un medio que todos ven y todos demonizan». El problema era de Pedro.
Asà lo soltó Mà xim en su traca de furia final. «Vivimos en una sociedad ahogada por el ruido. No importa que no haya cometido fraude ni importa que haya pagado una multa. Lo que importa es el bombardeo que busca minar el proyecto de regeneración. Me voy para que el ruido de toda esa jaurÃa no rompa el proyecto de Pedro Sánchez». Y no. No es ninguna «caza de brujas» del Partido Popular que todavÃa se sigue recomponiendo del varapalo. Ni tampoco de un Cristóbal Montoro que entregó hace una semana la cartera como si cediera su tesoro. Cuando investigaron la empresa de Huerta quién estaba en el poder era Zapatero. Asà que difÃcilmente el motivo podrÃa ser que fuera «crÃtico con aquel Gobierno». Si tiene que buscar algún culpable serÃa más bien a su asesor fiscal. Y no excusarse que fuera una práctica común de tantos.
Escuchando a Huerta recuerdo las palabras de Amos Oz que también le hubieran venido como anillo al dedo. «Tanto la polÃtica como los medios de comunicación se han convertido en una rama de la industria del entretenimiento: exactamente igual que en la antigua Roma, los medios de comunicación arrojan cada dÃa a los leones a dos o tres vÃctimas famosas, culpables o inocentes, para divertir a las masas». Él con más razón deberÃa saberlo. Anteayer fue Cristina Cifuentes por un máster y dos botes de cremas. Hoy toca por un fraude fiscal. En estos tiempos convulsos por primera vez la responsabilidad polÃtica se exige con insistencia. Ojalá de aquà en adelante el listón en la estratosfera sea igual para todos y no una vara de medir en un único sentido.
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