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Jaque mate a Rajoy

Jaque mate a Rajoy
Marisa Gallero el

 

Quién pensara que el caso Gürtel estaba amortizado no evaluó hasta que punto una sentencia puede ser demoledora. Nueve años después de que empezara la macro causa liderada por el juez Baltasar Garzón se cierra un círculo perfecto gracias a la contabilidad paralela del PP plasmada en los papeles de Luis Bárcenas. La sentencia ha dejado acreditada la caja B de la formación desde su refundación en 1989 cuando hay otro sumario sin fecha de juicio que entraría de lleno en esa materia. Más le hubiera valido al partido de la gaviota o del charrán que el juez Pablo Ruz no hubiera dividido la causa en dos piezas para que su agonía no sea aún más lenta. Todavía le queda pendiente que se le juzgue por el pago de 1,7 millones de euros en negro para la reforma de Génova 13 sin mencionar las otras partes de Gürtel, Púnica, Lezo, Taula sumándose el Erial como una profecía.

Ante esta realidad rocosa, Mariano Rajoy no puede quedarse contemplando las grietas en los cimientos del Partido Popular hasta que el edificio se derrumbe como si fuera Bartleby con la vista fija en un muro ciego. La sentencia le cita y reduce aún más su credibilidad. Y no es «el pasado», porque «el pasado no pasa nunca. Es una dimensión del presente». Los apuntes que avalan la sentencia desnudan a «M.Rajoy» que figura en 35 apuntes a lo largo de once años recibiendo un total de 322.231 euros. Conocía la contabilidad B, las cuentas en Suiza de Bárcenas y le seguía apoyando —«Luis, sé fuerte»—. Ahora el hombre al que ascendió al puesto de tesorero en 2008 ha sido condenado a 33 años de prisión.

«Pongo la mano en la Biblia por la financiación del PP. Ha sido de libro», decía en julio de 2009 Bárcenas desde la portada de ABC.  Y mandaba un mensaje inequívoco: «De Mariano Rajoy no tengo absolutamente ninguna queja. Siempre ha estado a mi lado y me ha demostrado una sensibilidad y una gran calidad humana. Eso me ha dado fuerzas para mantenerme en el día a día. Si he aguantado es porque me siento respaldado, si no, no hubiera tenido sentido». Ese mismo lunes, a nueve de su cita en el Tribunal Supremo, Raúl del Pozo en su columna lanzaba un ultimátum que todavía no se ha cumplido: «Si cae Bárcenas, cae Rajoy. No quieren la cabeza de Luis, la que quieren es la de Mariano».

La hemeroteca es cruel. Rajoy se escudaba en la teoría del chantaje y se ha quedado sin argumentos: «Un presidente no puede salir cada día al paso de rumores e informaciones interesadas» fueron sus primeras palabras tras publicarse el SMS que le hizo tambalearse. No fue hasta primeros de agosto de 2013 cuando dio explicaciones en el Senado y pronunció por primera vez el apellido de Bárcenas, mientras clamaba que el Parlamento no era ni un Tribunal ni «una enorme comisaría». «Habría que recordarle a la oposición el respeto a la presunción de inocencia y no utilizar la mentira y las sospechas infundadas, cuando no la infamia, como arma política. Fin de la cita». Incapaz de diferenciar en el discurso en el que se jugaba su credibilidad qué tenía que leer y cuáles eran simples acotaciones. Entonces le escuchaban Alfredo Pérez Rubalcaba, Cayo Lara y Rosa Díez.

Con una moción de censura a la vuelta de la esquina, con Bárcenas a punto de entrar en la cárcel y la secretaria general Cospedal asistiendo a la Comisión de Investigación de la Financiación Ilegal en el Congreso, todos los acontecimientos parecen preparar el jaque mate a Rajoy. Si sobrevive, será a costa del Partido Popular.

 

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