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Corea del Norte no se desnuclearizará nunca

Corea del Norte no se desnuclearizará nunca
Kim Jong-un.
Jorge Cachinero el

El mundo vive en la ilusión de que desmantelar las capacidades de armamento nuclear que, hasta el momento, ha desarrollado el régimen de Pyongyang es posible, cuando esta opción no es más que una fantasía infantil.

La desnuclearización de Corea del Norte es imposible e impensable y 30 años de política de no proliferación por parte de Estados Unidos (EE. UU.) para conseguirlo se han saldado con la realidad incontrovertible de que el régimen coreano es un poder nuclear.

Las razones del comportamiento de Corea del Norte y de Kim Jong-un son racionales.

1.- Corea del Norte desarrolló su programa de armas nucleares porque llegó al convencimiento de que éstas serían la única defensa que tendría frente a una potencia nuclear como es EE. UU.

De hecho, los instintos combinados de conservación del poder interno del régimen totalitario coreano y del miedo a ser invadidos o a desaparecer son los motores detrás de la aspiración de Corea del Norte por adquirir, en primer lugar, la tecnología y las habilidades para fabricar armamento nuclear y por desarrollar, como está haciendo, en la actualidad, un programa muy ambicioso para modernizar las existentes.

Kim Jong-un, líder de Corea de Norte, percibe a EE. UU. como una amenaza existencial y la única defensa de la que dispone su país ante una invasión o ante un riesgo de destrucción es inocular en el proceso de cálculo estadounidense y en el de sus aliados regionales en Asia el pavor a que, antes de que ese reto pueda materializarse, Corea del Norte cuente con tiempo suficiente para golpear con bombas nucleares a Corea del Sur y a Japón.

De ahí que Kim Jong-un haya reiterado últimamente que no habrá regateo, ni negociación sobre el hecho de que su país se haya convertido ya en una potencia nuclear.

La comunidad internacional espera con ansiedad la realización anunciada por Pyongyang de un inminente 7º test nuclear.

2.- EE. UU. tiene muy difícil convencer a Kim de que, si se desarma, su régimen sobrevivirá.

Este ejercicio de persuasión es muy enrevesado de realizar, si se tiene en cuenta que la llamada Guerra de Corea de 1953 no fue tal -ya que EE. UU. nunca se la declaró formalmente ni a Corea del Norte, ni a China, ni a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)-, sino, más bien, un conflicto armado, que, además, concluyó con un acuerdo de alto el fuego y sin un armisticio o sin un tratado de paz.

Guerra de Corea, 1951.

En otras palabras, EE. UU. y Corea del Norte siguen siendo, formalmente, enemigos y Pyongyang no se fía de Washington.

Después de lo sucedido en Irak con Saddam Hussein, en Libia con Muammar Gaddafi o, incluso, lo que probablemente sucederá con Vladimir Zelensky en Ucrania, Kim Jong-un no tiene muchos incentivos para creer que, una vez renuncie a su programa nuclear, EE. UU. vaya a respetar su continuidad y la de su régimen en el poder.

3.- La realidad es que Corea del Norte es un país mucho más pequeño y cuenta con unas Fuerzas Armadas más débiles que las de EE. UU. y, por eso, no puede dejar de abrazarse a las armas nucleares que ya tiene.

King Jon-un, acompañado de su hija, visita una base de lanzamiento de misiles balísticos intercontinentales.

Cualquier intento de que EE. UU. llegue a un acuerdo de desarme o de control de armas con Corea del Norte está condenado al fracaso dada la disparidad y la asimetría entre las capacidades militares entre los dos países.

La enormidad de las concesiones que EE. UU., que Corea del Sur o que Japón tendrían que hacer para que Corea del Norte llegara a creer que esa vía tendría alguna oportunidad de llegar a buen término hace que ni en Washington, ni en Seúl, ni en Tokio haya apetito suficiente para explorarla.

Incluso, si, de forma hipotética, esta fórmula tuviera éxito, la relación con Corea del Norte no podría limitarse, posteriormente, sólo a lo militar y habría que dar carta de naturaleza a la normalización del régimen de Corea del Norte, lo que sería inaceptable en el mundo.

El único escenario aceptable que tranquilizaría a Corea del Norte, en este caso, sería que EE. UU. se desarmara completamente, algo que no va a suceder.

4.- El entorno de seguridad en Asia no hacen más que reforzar el cálculo interno en el régimen de Corea del Norte de que la oportunidad de que su régimen fuera a ser bienvenido en la comunidad internacional, como llegó a ser insinuado, en 2018, por EE. UU., en caso de un acuerdo nuclear, haya desaparecido.

En efecto, Asia vive una etapa, desde el punto de vista de la defensa, caracterizada por:

  • una carrera de armamentos,
  • un incremento de las capacidades militares y por un lenguaje cada vez más agresivo de Corea del Sur, y
  • el interés que tanto ésta como Japón han expresado por hacerse con armas nucleares para disuadir a Pyongyang y, por extensión, para protegerse de una posible traición de EE. UU. hacia sus aliados.

5.- Corea del Norte desconfía profundamente de China, al contrario de lo que suele decirse, y observa con aprensión la creciente competición geoestratégica entre ésta y EE. UU.

Xi Jinping (i), Kim Jong-un (d), Pyongyang, June 20, 2019.

Las ganas de cooperación de China con EE. UU. han disminuido dramáticamente después de que EE. UU. haya provocado un conflicto militar contra Rusia en Ucrania y haya lanzado una campaña de amenazas contra China sobre Taiwán.

Por lo tanto, el único amigo que le queda a Kim Jong-un es la bomba nuclear.

El objetivo de Corea del Norte sería que EE. UU. mirara para otro lado, como ha hecho, a lo largo de la historia, desde el fin de la II Guerra Mundial, en casos anteriores de potencias nucleares emergentes, a cambio de que Pyongyang deje de hacer pruebas nucleares.

Esta opción le generaría a EE. UU. un problema con respecto al programa nuclear de Irán o con los hipotéticos que pudieran desarrollar en el futuro, por ejemplo, Arabia Saudí o Turquía.

EE. UU. ya ha rechazado esta alternativa y, al parecer, la propia Corea del Norte ha retirado esta oferta completamente.

 

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