ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs El blog de Jorge Cachinero por Jorge Cachinero

¿Ha fracasado la intervención internacional occidental en el Sahel?

¿Ha fracasado la intervención internacional occidental en el Sahel?
Jorge Cachinero el

El Sahel es un territorio enorme.

La superficie combinada de los cinco países del llamado G5 Sahel (G5) -Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger- supera los 5 millones de kilómetros cuadrados, es decir, 10 veces el tamaño de España.

El Sahel es tierra de oportunidades múltiples.

Para comenzar, los países del G5 cuentan una población combinada de cerca de unos 100 millones de personas y es la región más joven del planeta ya que un 64.5% de la población tiene menos de 25 años.

Además, el Sahel es un espacio rico en recursos naturales.

Por ejemplo, el agua es uno de ellos porque el Sahel se sitúa, por un lado, sobre uno de los acuíferos más grande de África y, por otro lado, sus zonas costeras cuentan con las aguas marítimas más ricas del mundo desde el punto de vista de la pesca.

Asimismo, la variedad de recursos naturales que se acumulan en el territorio del Sahel, como son el petróleo, el gas natural, el oro, los fosfatos, los diamantes, el cobre, el mineral de hierro, la bauxita o las maderas preciosas, la convierten en una de las regiones de mayor riqueza de la Tierra.

Como complemento a toda esta riqueza natural, las organizaciones regionales africanas, la Unión Africana –African Union (AU), en inglés-, la Agencia para el Desarrollo de la Unión Africana –African Union Development Agency (AUDA – NEPAD), en inglés- y el Banco para el Desarrollo Africano –African Development Bank Group, en inglés-, han desarrollado en el Sahel proyectos de infraestructuras, en el marco de la llamada Presidential Infrastructure Champion Initiative (PICI), en inglés, creada en 2011, a propuesta de Sudáfrica, como una plataforma de alto nivel para poner África en el camino correcto hacia el desbloqueo de todo su potencial.

Entre estos proyectos destacan, para el Sahel, los de la autopista transahariana, la fibra óptica regional, el gasoducto transahariano o la apertura de corredores comerciales continentales.

A pesar de ello, el Sahel es una de las regiones más pobres e inseguras del mundo, cuyo contexto actual de seguridad y humanitario es lamentable.

Varias son las razones por las que el Sahel vive en un estado de crisis crónico.

En primer lugar, la crisis de Libia, el derrocamiento de Mu’ammar Al-Qadhdhāfī y el desencadenamiento de la guerra civil libia provocaron, en 2012, el retorno de los tuaregs hacia el Sahel y la diseminación generalizada en la región del armamento que formaba parte de los arsenales enormes que poseía el gobierno de Al-Qadhdhāfī.

Mu’ammar Al-Qadhdhāfī

Los tuaregs son pastores, de origen bereber y de religión musulmana, quienes, a comienzo de 2012, reavivaron su enfrentamiento contra el Estado de Mali -iniciado en los años 1960 y continuado durante la década de 1990 y los años posteriores-, creando, así, una situación propicia que abrió paso a la ocupación del norte de Mali, donde, también, se habían asentado los tuaregs insurgentes, por parte de grupos terroristas islámicos, asociados con el Estado Islámico (EI).

Los tuaregs es un pueblo nómada y apátrida, que se traslada, de manera constante y sin restricciones, lo cual forma parte integral de su cultura, con fines comerciales y agrícolas, su medio primario de supervivencia, por el Sahel occidental, cruzando, así, países como Argelia, Burkina Faso, Libia, Malí o Níger.

Tuareg

Esta migración continua de los tuaregs, cubiertos con túnicas y con velos de color azul índigo, les han granjeado la denominación de “gente azul”, “hombres de la nada” –hommes de nulle part, en francés- o “caballeros del desierto” –chevaliers du désert, en francés-.

Por otro lado, durante los últimos años, militantes islámicos salafistas, de origen argelino, han aprovechado la porosidad de la región de las tres fronteras, entre Burkina Faso, Mali y Níger, para hincar sus raíces en la región e, incluso, establecerse permanentemente en Mali por culpa de la crisis institucional que padece ese país durante la última década, en la que se han producido cinco golpes militares.

Yihadistas en el Sahel

Además de estas circunstancias, el Sahel sufre de factores que agravan los retos de seguridad que soportan los cinco países de la zona.

En particular, destacan el mal gobierno, la corrupción y la inestabilidad política generadas por parte de sus propios gobernantes.

De forma adicional, las tensiones comunitarias y tribales están extendidas por todo el territorio del Sahel.

Entre otras muchas, a modo de ilustración de este fenómeno, son destacables las masacres de Ogossagou, ocurridas en 2019, en la región Mopti de Mali, provocadas por los enfrentamientos entre los Dogon y los Fulani, que se saldaron con más de 160 civiles muertos, o las masacres en Yirgou, en Burkina Faso, acontecidas en 2019, que dejaron 49 civiles asesinados.

En concreto, durante 2020, el 32% de las muertes acontecidas en Mali fueron atribuidas a la intervención de milicias de auto defensa de las diversas comunidades y tribus del país y, en ese mismo año, el 18% de las muertes sucedidas en Burkina Faso fueron causadas por las milicias locales.

Por último, el crecimiento acelerado de las poblaciones de los países del G5, que, en sí mismo, es una fuente potencial de generación de riqueza, si las circunstancias de contexto fueran las correctas, coadyuva a agravar la situación de crisis de la región.

Así, se espera que la población de los países G5 del Sahel crezca desde los 83,7 millones de habitantes, registrados en 2019 -de los cuales, la mitad son menores de 15 años-, hasta los 196 millones, en el año 2050, dado que las previsiones son que Burkina Faso, Chad, Mali y Níger doblen su población actual y que Mauritania la incremente en más de un 50%, ya que la tasa de crecimiento demográfico anual del G5 es de un 3% anual.

El 60% de los desempleados en el Sahel son jóvenes, entre el 40% y el 50% de la población está afectado por la pobreza y la mitad de la población del Sahel vive con menos de 1,25 dólar al día.

El resultado de todos estos elementos combinados es que, desde el comienzo del conflicto, en la región central del Sahel, en 2011, se han producido casi 13.000 muertes, 2,4 millones de personas están desplazadas dentro del Sahel, hay 850.000 refugiados, 13 millones de niños se encuentran privados de educación y 5,2 millones de personas están en riesgo serio de no poder alimentarse.

La comunidad internacional está realizando, desde hace años, un esfuerzo ingente, a través de múltiples iniciativas multilaterales, para evitar que el Sahel se convierta en un territorio fallido y, por lo tanto, dominado por el terrorismo internacional yihadista, desde el que se bombeen drogas, armas, terroristas y migrantes ilegales hacia el continente europeo.

La lista es interminable.

En 2012, la Unión Europea (UE) creó EUCAP Sahel Niger como una misión civil, cuyo objetivo es fortalecer la seguridad interna de Níger y sus capacidades en la lucha contra las principales amenazas a su seguridad.

A comienzos de 2013, el Consejo de la UE adoptó la decisión de desplegar una misión de formación militar en Mali –EU Training Mission in Mali (EUTM Mali), en inglés- con la finalidad de prestar asesoramiento de entrenamiento y militar a las Fuerzas Armadas de Mali para ayudarles a restaurar su capacidad militar y que, con ello, puedan reestablecer la integridad territorial de Mali frente a la amenaza de grupos terroristas.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estableció, también, en 2013, la misión de dimensiones múltiples integrada de estabilización de las Naciones Unidas en Mali –United Nations Multidimensional Integrated Stabilization Mission in Mali (MINUSMA), en inglés- para apoyar los procesos políticos en ese país, en concreto, su transición política, y llevar a cabo tareas relacionadas con su seguridad.

Asimismo, en 2013, Francia lanzó la Operación Serval para detener el avance hacia el sur de los insurgentes islamistas en Mali.

La Operación Barkhane, liderada, también, por Francia, sustituyó, en 2014, a la ‘Operación Serval’, con un enfoque geográfico mucho más amplio que ésta -ya que ha abarcado Burkina Faso, Chad, Mali y Níger, en la que ha sido la operación militar más grande de Francia en el extranjero- y cuya prioridad era la lucha contra el terrorismo.

En 2017, Alemania, Francia y la Unión Europea (UE) lanzaron la Alianza por el Sahel, a la que se unieron el Banco Mundial, el Banco para el Desarrollo Africano y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo –United Nations Development Program (UNDP), en inglés-, y a la que, además, Dinamarca, España, Italia, Luxemburgo, Países Bajos y Reino Unido han anunciado su adhesión, para hacer frente a los desafíos de seguridad y para garantizar el desarrollo de la región.

La Coalición por el Sahel fue anunciada en la Cumbre de Pau, en 2020, por los Jefes de Estado de Francia y de los países del G5, en presencia del Secretario General de la ONU, el Presidente del Consejo Europeo, el Alto Representante de la UE, el Presidente de la Comisión de la AU y el Secretario General de la Francofonía, con la intención de proporcionar una respuesta más colectiva a los desafíos de la región del Sahel mediante la puesta en común del trabajo realizado por los Estados del G5 y por sus socios internacionales.

Por último, en 2021, a medida que se iba reduciendo la ‘Operación Barkhane’ y crecía la involucración de Estados no europeos en la zona, se creó el Task Force Takuba (TFT) –takuba es el nombre de un tipo de espada usada comúnmente en el Sahel-.

De hecho, la misión Takuba, que ha estado operativa desde marzo de 2021, es una misión militar multilateral liderada por Suecia -aunque Francia sigue desempeñando el mismo papel de fuerza líder en el Sahel, que ha ejercido, hasta ahora, en Mali- y en la que participan tropas de Alemania, de Bélgica, de Dinamarca, de Estonia, de Grecia, de Italia, de Noruega, de los Países Bajos, de Portugal, del Reino Unido, de la República Checa y de Suecia,  además de los países miembros del G5.

Takuba está centrada en las operaciones de lucha contra la insurgencia (COIN) y contra el terrorismo (CT) y su intervención tiene lugar contra los rebeldes en la región de Liptako-Gourma, que se extiende entre el este de Burkina Faso, el sudoeste de Níger y el sudeste central de Mali.

Task Force Takuba

El objetivo general de la misión Takuba sigue la lógica de la Operación ‘Barkhane’, es decir, estabilizar Mali y, al menos, gran parte de la región del Gran Sahel, regular los flujos migratorios, controlar el tráfico ilícito de drogas y de armas y contrarrestar el yihadismo.

La realidad es que, a pesar de los tonos tranquilizadores utilizados por las partes, las relaciones entre Francia y Malí están al borde de la ruptura.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, criticó, a comienzos de diciembre de 2021, al presidente interino de Mali, Assimi Goita, por confiar en las tropas de Wagner Group, una compañía militar privada rusa –Private Militar Company (PMC), como se denomina este tipo de organizaciones en el mundo anglosajón-.

Wagner Group

La presencia de mercenarios rusos en Mali supone una gran vergüenza para Francia, para sus socios europeos y para sus socios africanos.

De hecho, el pasado 13 de diciembre, los ministros de Asuntos Exteriores de la UE aprobaron sancionar a Wagner Group, presente en varios países africanos, por violaciones graves de los derechos humanos.

En 2013, Francia fue recibida en Timbuctú como libertadora, después de meses en los que la población había vivido bajo el yugo yihadista.

A finales de 2021, los franceses están la finalizando la venta de sus bases militares en Mali, las de Kidal, de Tessalit y de Timbuctú, a la Fuerzas Armadas malienses, sin haber encontrado una solución definitiva a los retos hercúleos de la región y con una situación de seguridad que se está deteriorando progresivamente en toda la zona del Sahel.

El final de la ‘Operación Barkhane’ no es, ni mucho menos, una despedida de Francia de Mali, ni es el final de la cruzada contra el terror que se libra en la región desde hace nueve años.

Sin embargo, la llegada de Wagner Group a Mali, de la mano del gobierno presidido por Goita, podría ponerlo todo en cuestión.

El escaso éxito, hasta el momento, de todos los esfuerzos de la movilización internacional occidental en el Sahel llama la atención.

De una evaluación coste-beneficio de estos podría derivarse la recomendación de no continuar con ellos.

Sin embargo, el coste de oportunidad de no hacer nada es inasumible por los países de la UE, en particular, y del resto del mundo occidental, en general.

Aterroriza imaginar qué es lo que podría estar sucediendo en Occidente si la fuente de terrorismo islámico, de contrabando de armas y de drogas y de migrantes ilegales que el Sahel representa hoy no tuviera ninguna restricción para difundir libremente esas plagas hacia el norte.

Mientras los países de Occidente evalúan el balance de su intervención, desde hace años, en la región, otras naciones rivales pugnan por llenar el vacío de poder y de influencia que se empieza a sentir en el Sahel y llegan en auxilio de los países de la zona con un guion propio de soluciones y de servicios, cuestionables, para combatir las amenazas que emanan desde la frontera sur del Sahara.

La rivalidad reaparecida y creciente entre potencias se extiende en África y afecta al liderazgo sobre las operaciones de lucha y de contención del terrorismo islamista yihadista.

 

EconomíaEspañaMundoOtros temasUnión EuropeaYihadismo

Tags

Jorge Cachinero el

Entradas más recientes