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Yalta y Ucrania, 80 años de por medio

Yalta y Ucrania, 80 años de por medio
Jorge Cachinero el

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

El Economista, 24 de febrero de 2025, p. 31.

Estados Unidos (EE. UU.), el Reino Unido y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se reunieron en tres cumbres consecutivas para planificar la derrota final y la ocupación de la Alemania nazi y para organizar el orden mundial posterior.

Esta cadena de reuniones comenzó en Teherán, Irán, del 28 de noviembre al 1 de diciembre de 1943, continuó en Yalta, península de Crimea, URSS, del 4 al 11 de febrero de 1945, y concluyó en Potsdam, al sur de Berlín, Alemania, del 17 de julio al 2 de agosto de 1945.

Churchill (i), Roosevelt (c), Stalin (d), Yalta, Crimea, URSS, febrero de 1945.

Winston Churchill, primer ministro británico, y Iósif Stalin, jefe de Estado de la URSS, fueron protagonistas en todas ellas, mientras que Franklin D. Roosevelt, presidente estadounidense, participante en las dos primeras, fue reemplazado por el presidente Truman en la última.

El realismo de las circunstancias de aquel momento se impuso a cualquier otra consideración.

Las condiciones de la capitulación de Alemania fueron severísimas, en línea con los crímenes por ésta cometidos.

Los países europeos derrotados por sus alianzas con los nazis quedaron bajo el control de las potencias aliadas que los habían liberado.

La URSS fue recompensada por colaborar en la derrota de Japón.

Por último, se dio el visto bueno a la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), incluido el sistema de votación en su Consejo de Seguridad.

Los acuerdos de Yalta fueron criticados en EE. UU., aunque su secretario de Estado, James F. Byrnes, afirmó con madurez que “(n)o se trataba de lo que dejaríamos hacer a los rusos, sino de lo que podíamos conseguir que los rusos hicieran”.

Todos los cambios más importantes que han sucedido en el sistema internacional llegaron después de guerras largas y sangrientas.

La Paz de Westfalia puso fin, en 1648, a la Guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos y a la fase alemana de la Guerra de los Treinta Años y dio luz al sistema estatal moderno, al derecho internacional y al concepto de la soberanía territorial de las naciones.

Juramento del Tratado de Münster, Paz de Westfalia, óleo de Terborch, 1648.

Al terminar las guerras napoleónicas con la derrota de Francia, más de una docena de naciones, de ducados y los Estados Papales concluyeron en el Congreso de Viena, entre 1814 y 1815, un acuerdo territorial europeo complejo bajo el principio del equilibrio de poder.

La vigencia de dicho entendimiento fue de casi cuarenta años.

La conclusión de la I Guerra Mundial fue certificada por el Tratado de Versalles, en 1919, del que fueron excluidos los países derrotados, Alemania, entre ellos, y gracias al cual se creó la Liga de Naciones, además de otros organismos y tribunales internacionales.

El final de la II Guerra Mundial creó un orden de seguridad continental que legitimaba la división de Europa.

Las cumbres de Teherán, de Yalta y de Potsdam consagraron esa partición y alumbraron, entre 1945 y 1991, un equilibrio entre las grandes potencias mediante el reconocimiento de sus esferas de influencia geográficas respectivas.

El desenlace de la Guerra Fría, tras la disolución de la URSS, en 1991, abrió paso a un sistema de seguridad internacional en el que no se incluyó a la Federación de Rusia.

Asimismo, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) fracasó en su misión y el derecho internacional y el equilibrio de poder fueron reemplazados por un “orden liberal internacional basado en reglas, que nadie nunca supo cuáles eran.

En definitiva, la Guerra Fría fue seguida por una Paz Fría, entre 1991 y 2014.

El presidente Donald J. Trump (DJT) señala que su “América, primero” significará un equilibrio de poder con las otras dos grandes potencias globales, China y Rusia, el respeto por las áreas de influencia de cada una de ellas y, en definitiva, un reparto del mundo.

Netanyahu (i), DJT (d), 15 de febrero de 2025.

DJT no tiene ningún interés por muchos de los conflictos regionales, con la excepción del de Oriente Próximo, en el que quiere cerrar un gran acuerdo que abra las puertas a un periodo de estabilidad y de paz permanente.

DJT prioriza su espacio natural, es decir, el continente americano, el Atlántico norte y el acceso al Océano Ártico, a través de Groenlandia, donde se encuentra Kvanefjeld, uno de los tres depósitos más grandes de tierras raras y de uranio del mundo.

DJT está dispuesto a convivir con Rusia pivotando en torno a su espacio euroasiático y con China proyectándose desde el sudeste asiático.

Para ello, la guerra actual en Europa concluirá con la capitulación de Ucrania, el perdedor, como ha sucedido tantas otras veces en el pasado.

Este reconocimiento de la derrota es la de todos aquellos que quisieron utilizar la guerra para enriquecerse gracias al lavado y al centrifugado de las ayudas financieras y militares que llegaron a Kiev desde EE. UU. y desde la Unión Europea (UE).

Biden, Blinken (d de la mesa), von der Leyen, Michel, Borrell (i de la mesa), entre otros, Casa Blanca, Washington, D.C., 23 de octubre de 2023.

La estadounidense banda de los cuatro, Biden, Blinken, Sullivan y Nuland, la familia del primero, los responsables de la UE y muchos políticos nacionales en Europa están obligados a rendir de cuentas por sus actos desde 2022.

El latrocinio de los recursos de los ciudadanos estadounidenses y europeos y el daño causado al bienestar de sus naciones exigen responsabilidades políticas y, seguramente, penales.

EE. UU. será grande una vez más, según DJT, si recupera su capacidad para competir por el liderazgo en el desarrollo tecnológico y en el comercio frente a China al margen de cualquier aspiración de hegemonías de poder y militares globales.

 

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